Editoriales

Asesinar a periodistas no tapa la corrupción y cinismo de Javier Duarte y del PRD

El autor, Carlos Ángel Arrieta, es un periodista de investigación con amplia experiencia en los ámbitos político, deportivo y social; ha colaborado con Tv Azteca Michoacán, Central Tv, SMRTV y Grupo ACIR, entre otros medios
El autor, Carlos Ángel Arrieta, es un periodista de investigación con amplia experiencia en los ámbitos político, deportivo y social; ha colaborado con Tv Azteca Michoacán, Central Tv, SMRTV y Grupo ACIR, entre otros medios

La muerte del fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril, históricamente ha dejado un legado de repudio, de rechazo y ojalá también sea de liberación al sometimiento financiero gubernamental que en muchos casos le ha costado a las empresas informativas la muerte de sus guerreros, los reporteros

Morelia, Michoacán, 04 de agosto de 2015.- “Si al crimen lo cargamos de sentido y de cultura nos va a servir para entender el mundo en que vivimos”… -Javier Sinay- (periodista argentino)

Lo bueno

Todo parece indicar que el cometido del Estado se vino abajo y ahora ha logrado hacer lo que en pocas veces sucede: que el gremio periodístico, se una sin distingos, ni condiciones, por una misma causa.

La muerte del fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril, históricamente ha dejado un legado de repudio, de rechazo y ojalá también sea de liberación al sometimiento financiero gubernamental que en muchos casos le ha costado a las empresas informativas la muerte de sus guerreros, los reporteros.

Lo malo

Caso contrario, es lo repulsivo que es tener que leer los tuits del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, quién le ha pedido a través de las redes sociales a su fisca, que se ponga en contacto con su similar del Distrito Federal, para “coadyuvar” en las investigaciones del multihomicidio donde perdiera la vida el reportero gráfico de la agencia Cuarto Oscuro  y del semanario Proceso.

También murieron, la activista Nadia Vera Pérez, así como Yesenia Quiroz Alfaro, y otras dos mujeres cuya identidad no ha sido revelada, quienes acompañaban al periodista, crítico del gobierno veracruzano.

A pesar de lo que representa el impacto social de este lamentable suceso, Javier Duarte no se calló y cínicamente escribió en redes sociales, como para exculparse de algo que a todas luces lo implica por las amenazas que tanto él, como sus colaboradores, lanzaban repetidamente a Rubén.

El número cabalístico se consumó y el presagio de la leyenda se hizo realidad como en las películas de terror; el número  de reporteros asesinados en Veracruz es el número 13, cumplido con el crimen de Rubén Espinosa, en tan solo una administración.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI), debería tomar cartas en el asunto, y exigir la licencia del mandatario veracruzano para que se someta a escrutinio de la población, y así, conocer que opinan al respecto del amafiado gobernador.

Si lo hizo el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Guerrero, qué le impide al PRI permitir que Javier Duarte, sin fuero, enfrente las acusaciones en su contra y no solamente del gremio periodístico local, nacional e internacional, sino también, de todos y cada uno de los sectores de la población.

Lo feo

Pero a esta oleada de cínicas y déspotas actitudes, se suma el pronunciamiento del Sol Azteca en el que la dirigencia nacional, condenó el asesinato del fotoperiodista, Rubén Espinosa Becerril, cuando sus gobiernos del PRD en Michoacán, arrastran la desaparición de al menos tres periodistas locales de Lázaro Cárdenas Batel y de Leonel Godoy Rangel.

El dato

El estudio “Relatoría Especial Para la Libertad de Expresión”, formulado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), cita en su introducción que el asesinato de periodistas y comunicadores sociales, por motivos relacionados con su trabajo periodístico, constituye la más grave violación del derecho a la libertad de expresión.

El documento advierte, que el asesinato de un periodista no solo vulnera en forma grave su derecho a la vida, sino que suprime en forma radical su derecho a expresarse libremente, y vulnera el derecho de las sociedades y de sus ciudadanos y ciudadanas a buscar y recibir informaciones e ideas de toda índole.

Pero además, consigna que la vulneración de la dimensión social y colectiva del derecho a la libertad de expresión se hace aún más grave por el efecto de autocensura que tiene, sobre los demás trabajadores de la comunicación social, el asesinato de un periodista cometido en razón de su labor.

“La impunidad de estos crímenes acentúa la autocensura y constituye, también, una seria vulneración del derecho a la libertad de expresión en su dimensión individual y en su dimensión colectiva”, añade el documento publicado en el mes de marzo del año 2008 oficializado por la Organización de Estados Americanos (OEA).

Colofón

Toda esta reflexión, reitera la corrupción y los contextos de seguridad que han generado los gobernantes del país que generan escenarios hostiles y de alto riesgo para el ejercicio periodístico.

Esto me lleva a recordar lo que bien me decía mi abuela, que “lo grave no es que linchen al delincuente, si no que después le aplaudan”, ya que el mexicano se ha vuelto de corta memoria y vuelve a elegir a quienes les tienen el pie en el cuello.

Pero como siempre lo he dicho y lo reitero, ustedes son los que tienen la última palabra y la mejor de las opiniones… ¡Nos saludamos la próxima semana!

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