Editoriales

Constitución de Apatzingán, 200 años / Silvano Aureoles

El autor ha sido presidente municipal de Zitácuaro, senador de la República, diputado federal en dos ocasiones y actualmente es presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión
El autor ha sido presidente municipal de Zitácuaro, senador de la República, diputado federal en dos ocasiones y actualmente es presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión

La grave y profunda crisis que padece México, principalmente en el tema de seguridad, nos llama a la responsabilidad para actuar. Michoacán, en lo particular, está ante la oportunidad de superar esa crisis con base en un modelo que haga del consenso la principal herramienta.

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México, D.F., 21 de octubre de 2014.- El 22 de octubre de este año, se conmemora el bicentenario de la Constitución de Apatzingán, documento que materializa el espíritu de los elementos constitucionales de la Junta de Zitácuaro y los Sentimientos de la Nación atribuidos a José María Morelos, precedentes de una serie de esfuerzos de los insurgentes para establecer el rumbo jurídico y político de México en la lucha por la independencia. Docientos años que no pueden pasar inadvertidos, especialmente cada vez que se deba recurrir al acumulado histórico como soporte de las decisiones del presente.

Las y los michoacanos somos legatarios de una riqueza histórica y cultural invaluable, que sin duda ha determinado nuestra naturaleza y moldeado nuestra conducta, no por nada, los pasajes más importantes del acontecer nacional han tenido a Michoacán como escenario de lucha, ahí se inicio la gesta independentista, ahí nacieron y vivieron los padres de la patria como Hidalgo y Morelos. En Michoacán, se vivió de manera muy intensa la Revolución, por ahí pasó la Reforma de la que es digno representante don Melchor Ocampo, ahí surgió en la época contemporánea el movimiento que permitió la transición a la democracia, con el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza.

Recuperar para la memoria colectiva los hechos relevantes del pasado y destacar el perfil de sus protagonistas, son aspectos fundamentales para entender nuestra actualidad y para encauzar nuestro porvenir. Lo dicho no pierde sustancia por axiomático que parezca; las verdades no por indiscutibles dejan de ser válidas, máxime que, los principios establecidos en los documentos fundacionales del Estado mexicano siguen vigentes, más aun, si son parte de un engranaje siempre en movimiento, como aquellos que rescatan de una vez y para siempre el concepto originario de la soberanía en la titularidad del pueblo, el ejercicio de la representación popular y la división de poderes, que junto a los derechos humanos que fueron apareciendo gradualmente, conforman los pilares del constitucionalismo liberal.

La aportación del Decreto Constitucional para la libertad de la América mexicana, en términos jurídicos y políticos, sin duda, es de gran magnitud. En su tiempo, representó la continuidad de una serie de eventos, por los cuales el movimiento insurgente, a la par de la lucha armada, trazaba la ruta para darle a México todos los atributos como Estado independiente.

En momentos complicados, con mecanismos de comunicación limitados, sin medios de transporte y escasas vías para el traslado, el ejemplo de aquellos hombres y mujeres, inevitablemente, nos llama a la reflexión, una nación en crisis, la lucha por su identidad, y la población a merced de los enfrentamientos entre bandos; uno que disputaba la permanecia del régimen virreinal de la colonia, para el mantenimiento de los privilegios de la corona y sus allegados, con sus esquemas de sometimiento y control de las actividades públicas y privadas; frente a otro que reclamaba para los más, el cambio de esas condiciones a favor de libertad, de igualdad, de felicidad para la gente, de moderación en el ejercicio de los cargos, el aumento del jornal del pobre, que pugnaba por los propósitos de buena ley y su justa aplicación.

A 200 años de aquel acto fundacional del Estado Mexicano, no podemos obviar que en la situación actual de nuestro país se observen fenómenos críticos que nos obligan a pensar en la necesidad de tomar el ejemplo y coraje de aquellos patriotas, no para resolver con las armas las diferencias, sino para establecer en un documento como lo fue la Constitución de Apatzingán, la voluntad de sus autores, que tuvieron la visión de organizar al país para darle rumbo y certeza.

De entonces a la fecha, tenemos sobrados ejemplos para reconocer que cuando hay voluntad para construir acuerdos, se puede decidir juntos. La grave y profunda crisis que padece México, principalmente en el tema de seguridad, nos llama a la responsabilidad para actuar. Michoacán, en lo particular, está ante la oportunidad de superar esa crisis con base en un modelo que haga del consenso la principal herramienta. Quizá sea el momento de plantearnos un nuevo comienzo.

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