Editoriales

Crónica de unas vacaciones casi imposibles / Jorge E. Traslosheros

El autor, Jorge E. Traslosheros, es investigador titular del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Tulane y Maestro en Historia por el Colegio de Michoacán; además, articulista del diario La Razón
El autor, Jorge E. Traslosheros, es investigador titular del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Tulane y Maestro en Historia por el Colegio de Michoacán; además, artículista del diario La Razón

Al final de las vacaciones confirmé tres certezas. Una, la familia es la gran riqueza de nuestra patria, la cual debemos aquilatar, proteger y promover. Dos, nuestros políticos no tienen la más pálida idea de la grandeza del país que fingen gobernar. Tres, la primera es la solución al desgarriate creado por los segundos. No me extraña que la quieran destruir.

Ciudad de México, 09 de enero de 2017.- Lo que parecía imposible, sucedió. Nos pudimos tomar unas vacaciones en familia porque nuestros muy diversos calendarios coincidieron, como no lo hacían desde hacía varios años.

En esta ocasión nuestro destino fue el Estado de Quintana Roo. No visitamos Cancún, ni fuimos a la Rivera Maya. Estuvimos en un pueblito que apenas aparece en el mapa llamado Manuel Antonio Ay, a treinta kilómetros de Tulum. No es propiamente la selva yucateca, pero casi. Escogimos este lugar un poco por vocación y mucho por la generosidad de mi cuñado quien nos prestó una pequeña, singular y redonda casita de campo, con ocho metros de diámetro y dos niveles, capaz de resistir un ciclón de quinto grado. No probamos su aguante, pero sí constatamos su excelente arquitectura (www.lacasaredondatulum.com). Todo cabe en un barrilito sabiéndolo acomodar.

La casita fue, sin duda, el factor decisivo que hizo posible nuestras vacaciones. Lo segundo fue la habilidad de mi esposa para cazar promociones. Es increíble. Si usted se pone a las vivas puede conseguir descuentos impresionantes. Por ejemplo, la tarifa de los aviones, en estas fechas, es prohibitiva a donde quiera que vaya. Mi señora encontró que, si viajábamos el 25 de diciembre muy temprano y regresábamos el 31 muy tarde, pagaríamos menos de la mitad del precio de temporada. Con ese ahorro pudimos costear las entradas a diversos lugares y el alquiler del automóvil. ¿Entiende querido lector lo que es andar a la cacería de oportunidades? Unas vacaciones en el Caribe patrio nos salieron, más o menos, como otras de lujo en Tlaxcala. Si este año visitamos la tierra del faisán y del venado, el próximo podemos soñar con pasearnos en las del toro y del pulque donde, es cosa cierta, los primeros ya no existen y, lo segundo, escasea.

No somos una familia original. Nos dedicamos a visitar centros arqueológicos, parques de diversión, playas y cenotes. En cada lugar encontramos hordas de familias procedentes del ancho mundo. Escuchamos hablar en japonés, árabe, alemán, italiano, portugués, brasileiro, tagalo, lenguas eslavas e incluso algo que parecía chino. En la lista se cuentan dos hermanos neozelandeses, con pinta de japoneses, de viaje con la familia mexicana de su prometida y la prometida. En efecto, la familia Burrón, pero globalizada.

Lo primero fue visitar Tulum. Las afamadas ruinas han sido reducidas a un parque temático estilo Disney, a decir de mis hijas. Dicho en descargo, las multitudes lo hicieron necesario para su conservación. Después, el tradicional paseo por lancha y un poco de esnorquel. Nada que el Acapulco de antes no tuviera. El día cerró de lujo. Siguiendo los consejos de mi esposa quien, a su vez, siguió los de su hermano, comimos delicioso, caminamos la ciudad y terminamos degustando unos helados que serían la envidia del más pintado de los heladeros italianos.

Las ciudades mayas de Cobá y Ek Balam son maravillosas. La primera nos quedaba a unos cuantos kilómetros, con la ventaja adicional de sus alquilables bicicletas, así que la dejamos de postre. La segunda quedaba mucho más lejos, pero cada kilómetro valió la pena. Nunca había visto un monumento de tanta calidad. Un gran rey conquistador construyó unas fachadas extraordinarias y, a su muerte, su hijo las cubrió de arena. Hoy, las gozamos casi en su estado original.

Dos experiencias me dejaron particularmente sorprendido. Por un lado, el paseo guiado a la reserva de Sian Kan, una inmensa llanura verde formada de arbolitos sumergidos en el agua. Por otro, la visita a Xcaret. Ignoro quienes sean los empresarios, pero hicieron un parque cultural y natural muy digno de recordación, como decían los antiguos. Para ellos mis respetos. Cierra la visita un espectáculo dividido en dos actos. El primero narra, con delicadeza y respeto, la raíz indocristiana de la cultura mexicana, donde la Virgen de Guadalupe es la gran protagonista cual mito fundacional de una patria compartida por multitud de personas, con las más diversas creencias. La raíz profunda de nuestro México mestizo. La segunda parte es un paseo deslumbrante por esa diversidad cultural que constituye la patria.

Al final de las vacaciones confirmé tres certezas. Una, la familia es la gran riqueza de nuestra patria, la cual debemos aquilatar, proteger y promover. Dos, nuestros políticos no tienen la más pálida idea de la grandeza del país que fingen gobernar. Tres, la primera es la solución al desgarriate creado por los segundos. No me extraña que la quieran destruir.

jtraslos@unam.mx

Twitter: @jtraslos

 

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