Editoriales

De fútbol / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

La gente debate de fútbol más que de política, tal vez muchos niños desconozcan los nombres de los próceres de la patria pero saben de memoria quiénes son los once jugadores de su equipo favorito que saltan a la cancha

Morelia, Michoacán, 03 de abril de 2016.- Alguna vez dijo Jorge Luis Borges, el sabio maestro argentino,  que el hombre jugaba ajedrez y posteriormente fútbol, al registrarse ese cambio comenzó la degradación sentenció el autor de obras como Historia universal de la infamia.

Argentina ha sido un país futbolero del que han surgido jugadores de la talla de Alfredo Di Stefano que causó furor en el Real Madrid de la mejor versión en los años cincuenta, Diego Armando Maradona que comandó a su selección al campeonato de México 86 y en la actualidad a Lionel Messi que parece de otra galaxia. Aunque como lo podemos corroborar no a todos les gana el apetito por el deporte de las patadas como lo ilustra Borges.

El fútbol en la inmensa aldea global ha ganado en mercadotecnia, los negocios son más que lucrativos porque tocan una parte emotiva que suele conectar con las multitudes, ya no se observa tanto el espíritu deportivo, identidad y pertenencia por los colores de una casaca sino la danza de los euros como los dólares. De clubes deportivos trasmutaron a empresas los equipos, todo es comercialización en la era del capitalismo feroz que suele devorarlo todo bajo el lema business  is business.

El fútbol ha dejado de lado la parte romántica esa que se incuba en la niñez, las famosas cascaritas que giraban en torno a un balón en cualquier cancha improvisada, allí las gambetas, las chilenas y otras suertes que se arraigan con la práctica como el descubrimiento de un apasionamiento.

Mario Benedetti lamentaba cómo se diluyó el fútbol evocado con la nostalgia en su natal Uruguay que levantó dos veces la copa del mundo, una vez en el mismísimo estadio Maracaná de Brasil; el poeta lo escribió para afirmar que en los últimos tiempos se imponía el dinero por encima de la estética.

Se han globalizado las famosas barras que desplazaron al porrista tradicional en los estadios de México, en muchos casos se han nutrido de vándalos que no registran comunión con el deporte sino con los desmanes, en los últimos tiempos se agregó la palabra “puto” que se le dice al portero que despeja el balón. El fútbol en México como en el mundo ha mutado.

En fin, el negocio, la sobreexplotación comercial y el fanatismo con parte de un coctel que sintetiza emociones expansivas. La gente debate de fútbol más que de política, tal vez muchos niños desconozcan los nombres de los próceres de la patria pero saben de memoria quiénes son los once jugadores de su equipo favorito que saltan a la cancha.

Cuando leo y escucho las acaloradas discusiones que rayan en el insulto entre quienes son antagónicos en la atmósfera futbolera recuerdo lo que alguna vez dijo un pensante ex futbolista llamado Jorge Valdano “el fútbol es la más importante de las cosas menos importantes”, me pregunto por qué no le hacen caso esos rijosos.

He leído algunos libros de autores como Juan Villoro y Eduardo Galeano en torno al fútbol y vaya que resulta muy grato escudriñar esa prosa.

Eduardo Galeano, compatriota de Benedetti escribió un libro titulado El fútbol a sol y sombra, ahí escribe “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”.

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