Editoriales

Implosión social en Michoacán / Gonzalo Gabriel Estrada Cervantes

El autor es licenciado en Derecho, especialista en Derecho Agrario; Maestro en Ciencias en Desarrollo Rural Regional; Maestro en Derecho Ambiental y de la Sostenibilidad; Diplomado en la Unión Europea
El autor es licenciado en Derecho, especialista en Derecho Agrario; Maestro en Ciencias en Desarrollo Rural Regional; Maestro en Derecho Ambiental y de la Sostenibilidad; Diplomado en la Unión Europea

Michoacán se encuentra resquebrajado en su estructura interna, primigenia. Sus articulaciones están rotas, mutiladas. No se observa un ciclo normal en las actividades cotidianas de sus habitantes

El alma de México sin cuerpo y sin alma, que así antes se definía a Michoacán

México, D.F. a 7 de noviembre de 2013. Michoacán se encuentra resquebrajado en su estructura interna, primigenia. Sus articulaciones están rotas, mutiladas. No se observa un ciclo normal en las actividades cotidianas de sus habitantes. Las células estructurales como la familia, la básica, pasa por una crisis sin precedentes.

Inmersos o víctimas de la inseguridad las familias michoacanas luchan por sobrevivir y llevar una vida normal. Pero esto parece ser ya imposible.

Aquél delincuente narcotraficante de los años setentas u ochentas, otrora hasta protegido por su pueblo, se ha vuelto contra él. Ha transgredido esas reglas no escritas que dictaban proteger a las familias, a su pueblo y eventualmente apoyarlos con obras de “caridad”.

Aquél policía que veíamos con respeto y hasta cierto gusto se ha transformado en un elemento al servicio de las organizaciones delictivas, y ha traicionado a su pueblo también, a la sociedad en su conjunto.

Y qué decir de una “clase política” contaminada y coludida también con las organizaciones delictivas. Está “clase política” ha traicionado también a su pueblo, a las instituciones. Han faltado a la quizás única regla moral que puede haber existido entre la delincuencia organizada “no agredir a las familias, al pueblo”.

A los anteriores elementos agreguemos todas las parcelas y cuotas de poder político y económico que históricamente han mantenido grupos bien identificados en todas las regiones del estado de Michoacán.

Estamos, nos guste o no, ante una implosión social, un estallamiento hacia adentro del estado que lo mantiene postrado ante el crimen organizado.

Han traicionado al pueblo y el pueblo tiene un límite que lo ha manifestarlo, sobre todo en las zonas de mayor penetración de la delincuencia, en autodefenderse como puede ya que las autoridades municipales, estatales y federales han sido rebasadas y titubean en su obligación de garantizar seguridad ciudadana.

¿O es que como sociedad debemos apelar a la ayuda internacional con la solicitud de un ejército de salvación?

Después de la implosión viene la explosión. Detengámosla.

 

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