Editoriales

La era de la política “postverdad” / Teresa Da Cunha Lopes

Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS
Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS

Vivimos en una era en la que los políticos y los supuestos expertos que los sirven nunca se sienten obligados a reconocer los datos incómodos, en la que jamás se abandona ningún argumento, por muy abrumadoras que sean las pruebas de que está errado y, como consecuencia nunca tenemos una política preventiva

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Morelia, Michoacán, 08 de abril de 2015.- Podría iniciar esta nota definiendo nuestra era como un período “post-era”. Somos “post” todo: somos postmodernos, lo que significa que traemos una confusión descomunal en las células grises que simula un bagaje cultural. Bajo de un punto de vista económico, somos postfordistas, porque la introducción de nuevas tecnologías permite el uso de máquinas que se pueden reprogramar, lo que introduce flexibillización en la producción y que trae como consecuencia la necesidad de una capacitación continua de los trabajadores. Y, como diría Krugman, somos postverdad, porque en el campo de lo político “nunca se cede un argumento por equivocado que esté”.

Yo, que no soy tan académica como parezco y bastante más sensata de lo que aparento, creo que estamos en una era en que hemos perdido cualquier rastro de vergüenza en el terreno público, en particular  en materia de política económica. En la realidad creo que estamos en un período “post-valemadrismo”.

Puedo estar errada, no digo que no. Es cierto que todo el mundo comete errores. No sería la primera vez que cometo alguno. Pero, las reformas que entraron en vigor plenamente a principios de 2014 no aceleraron el empleo en el sector privado. Por otra parte, el empleo a tiempo parcial involuntario —el número de trabajadores que desean un trabajo a tiempo completo pero no lo consiguen— ha caído drásticamente. Este panorama negativo, viene ahora a complicarse con la dinámica a la baja del precio del petróleo y con la manutención de los índices de endeudamiento de los estados.

la-era-de-la-politica-postverdad-_1_2233123 150408Los sospechosos de rigor hablan como si mis terribles predicciones económicas a lo largo de las humildes columnas del año 2014, fuesen fruto de insondables complejos personales y de grandes enemistades con algunos actores políticos. No lo eran. Eran una visión que se construyó a partir de la lectura de datos duros y de la comparación con resultados obtenidos en otros contextos similares que aplicaron los mismos modelos. Y, que por lo tanto rehacían los mismos errores de planeación y de no evaluación de riesgos, una y otra vez. O sea, los políticos rehacen, una y otra vez, con asombrosa pericia su estrategia de una política “posverdad”. Nosotros, rehacemos, una y otra vez, nuestra agotadora (y sin grandes resultados) retirada a la esquina de los “indignados”.

Desde ya confieso, que tengo mucha pena que mis pronósticos pesimistas se hayan hecho realidad. Hubiera preferido un resultado contrario. Pero, todavía no hemos pasado por lo peor. Abrochen sus cinturones de seguridad, porque en era de recesión, lo peor que puede hacer el ejecutivo es activar una política de recortes, ya que esta es, siempre, el mayor destructor de empleo y el mayor freno a la llamada recuperación. Pero, esta vía equivocada, es la que fue anunciada por el ejecutivo y votada por el legislativo.

Como por diversas veces lo afirmé y escribí, para contrarrestar la espiral negativa de los últimos años -y para contrarrestar el momento de estancamiento económico- el Estado tiene la obligación de estimular la demanda con mayores gastos económicos. O sea con inversión en infraestructura y gasto público, en particular con la defensa de los programas sociales. Y, de no someter sus opciones de política económica al baile de las “finanzas de casino”. Y, mucho menos justificar la impericia en la conducción de la política económica con una única variable externa- la espiral a la baja del precio del petróleo y la consecuente merma en los ingresos presupuestos a finales de noviembre del 2014- sobre la cual se ha generalizado una frase clave: “Nadie podía haberlo predicho…”.

Es lo que uno dice con relación a desastres que podían haber sido predichos, debieran haber sido predichos y que realmente fueron predichos por unos pocos economistas que fueron tomados a broma por tomarse tal molestia. O sea, lo que se justifica con esa frase, es el “post valemadrismo” de todo un equipo económico que se lava las manos del lío en que nos dejaron caer, porque nunca analizaron posibilidades, escenarios alternativos o hicieron ejercicios de prospectiva.

Además, continúan sin hacer un mínimo esfuerzo para buscar otras soluciones que no pasen sobre los recortes anunciados (y preocupantes) de programas prioritarios para el desarrollo del país.

Tres años antes del presente descalabro de los precios del petróleo, todas las señales de la grande crisis que nos viene por encima estaban ahí, frente a nuestras narices. El tema de la deuda pública en las entidades federales era, desde el 2012, un tema de suma gravedad que no podía ser pasado por alto, ya que se apreciaba un claro y notable endeudamiento en las finanzas públicas de las entidades federativas a partir del año 2000.

Este endeudamiento de las entidades federativas que contrastaba con el excelente comportamiento de la deuda soberana de la Federación hasta el 2012, colocaba cuestiones de deficiencias estructurales y de falta de ‘tecné’ de las autoridades estatales en materia financiera y era la prueba de la existencia de un entramado de corrupción que absorbía cualquier tentativa de rescate desde la Federación. Y, si no existe ese “Mexican Moment”, por el cual ya todos nos cansamos de esperar, el culpable no es “el precio del petróleo”, sí la ineptitud  política para atacar el problema del castillo de naipes que es el endeudamiento de los estados.

¿Se atacó este cáncer?  A duras penas se acaba de pasar una legislación anticorrupción y se avaló, a principios de marzo 2015,  en comisiones el tope a deuda de estados y municipios. ¿Cómo podemos explicar esta ausencia de acción que roza el valemadrismo en términos de política económica? Sólo puede ser explicada en un plano más profundo, como una consecuencia del impacto de la “política posverdad”.

Vivimos en una era en la que los políticos y los supuestos expertos que los sirven nunca se sienten obligados a reconocer los datos incómodos, en la que jamás se abandona ningún argumento, por muy abrumadoras que sean las pruebas de que está errado y, como consecuencia nunca tenemos una política preventiva.

En el mejor de los casos, y si bien nos va, nos resignamos a algunos parches reactivos. Y, confiamos, SIEMPRE, en la protección de la Virgen de Guadalupe.

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