Editoriales

Maniqueísmo / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

En los últimos días se ha debatido en torno a la figura del general Porfirio Díaz Mori, controvertido personaje de la historia de México, hay quienes le endilgan los peores males al mirar la etiqueta de dictador, antidemócrata, exterminador y muchos calificativos. En contraparte, otros afirman que fue un estadista que le brindó a México la estabilidad antes perdida.

Morelia, Michoacán, 05 de julio de 2015.- Nuestro país es uno en el que impera un maniqueísmo impresionante desde el origen en la primera edad como nación, los antagonismos han sido imperantes desde que se constituyen los embriones de los partidos políticos a través de las logias masónicas yorkinas y escocesas, liberales y conservadores. De acuerdo a la ideología de cada quien así se ha escrito la historia, ello implica que sólo se conciben los buenos y malos porque no hay términos medios, el fanatismo obnubila. No todo es negro o blanco, también existen los grises, los matices derivados de la condición humana.

En los últimos días se ha debatido en torno a la figura del general Porfirio Díaz Mori, controvertido personaje de la historia de México, hay quienes le endilgan los peores males al mirar la etiqueta de dictador, antidemócrata, exterminador y muchos calificativos. En contraparte, otros afirman que fue un estadista que le brindó a México la estabilidad antes perdida, tipo de cambio favorable y con los trazos coherentes de una política industrial.

Muchos se quedan con la imagen de un anciano dictador obseso por el poder cobijado por los “científicos”; Porfirio Díaz fue un militar destacado en la guerra de Reforma, admirador de Benito Juárez, posteriormente combatió contra los franceses y fue factor clave para la derrota de Maximiliano para dar paso a la república restaurada.

Probablemente si Porfirio Díaz hubiese muerto en 1900 habría pasado a la historia desde otra óptica. Cualquier mandato prolongado en el poder exhibe su desgaste, Díaz arengó la bandera de la no reelección, al final repudió esa antigua aspiración, llegó con el prestigio de haber sido un destacado estratega militar, sólo que en su tiempo se persiguió a los yaqui. Poca política y más administración fue un lema del porfiriato, se vivió la represión a la disidencia y la prensa.

En 1911 Porfirio Díaz renunció a la presidencia para evitar un baño de sangre, posteriormente Francisco I. Madero resulta ser el primer presidente de la revolución, el nuevo mandatario exhibió su novatez, olvidó acuerdos asumidos e intentó sobornar a Emiliano Zapata.

La sangre se derramó inevitable entre quienes pelearon en el movimiento revolucionario, los cuartelazos y ejecuciones fueron una constante, se vivieron periodos inestables desde la revolución de 1910 hasta la cristiada.

Porfirio Díaz fue un hombre de su tiempo, su periodo prolongado está lleno de claroscuros, todas las administraciones los registran, no se trata de dioses sino seres humanos investidos de virtudes y defectos. Algunos se preguntan si Benito Juárez no hubiese muerto en 1872 se catalogaría como dictador. En fin hay personajes a los que se admira o repudia, no creo en los ídolos, más bien en los caracteres invariables de la naturaleza humana.

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