Editoriales

No se olvida / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

Próximamente se cumplirán  46 años de la masacre perpetrada por el gobierno en la Plaza de Las Tres Culturas aquel aciago como sangriento 2 de octubre, fecha que no se olvida porque nos sitúa en un pasaje histórico que no ha sido borrado por la amnesia

Morelia, Michoacán, 27 de septiembre de 2014.- A la memoria de Raúl Álvarez Garín

Nuestro país no tiene una tradición democrática porque el autoritarismo ha sido una constante en todas las etapas del México independiente, los registros así lo reflejan, los actos de brutalidad por igual, durante muchos años se vivió una monarquía con el ropaje republicano en que la liturgia del poder patentó usos y costumbres de corte ominoso.

Próximamente se cumplirán  46 años de la masacre perpetrada por el gobierno en la Plaza de Las Tres Culturas aquel aciago como sangriento 2 de octubre, fecha que no se olvida porque nos sitúa en un pasaje histórico que no ha sido borrado por la amnesia, sigue presente para evocar la barbarie injustificada del ogro gubernamental que arremetió contra estudiantes.

El 2 de octubre de 1968 el mundo globalizaba protestas contra el autoritarismo en muchas latitudes, se rompían los viejos moldes para acentuar el advenimiento de cambios, el despertar de la juventud de posguerra desparramó poesía aunque la primavera se trasmutaba en un helado invierno.

El conservadurismo fue sacudido en todas direcciones y el ejército tiró a matar en la plaza de Tlatelolco, nunca se sabrá cuántos estudiantes cayeron abatidos en esa plancha gris pintada de rojo, México fue otro a partir de entonces, aún con los cerrojos impuestos por el antiguo régimen.

La presidencia de Gustavo Díaz Ordaz se manchó las manos de sangre de activistas de la UNAM, Politécnico y otras instituciones, fue el México monolítico en que la antidemocracia extendía un manto de oprobio, a diferencia de los tiempos que corren había más referentes ideológicos mismos que los partidos políticos de la actualidad han dejado morir.

El corresponsal de la BBC de Londres reportó en su despacho informativo que “en una destacable demostración de estupidez, brutalidad, o ambas juntas el ejército y la policía pasaron fuego de ametralladores a manifestantes pacíficos”, eso se consignaba aquella noche que despedía olor a muerte.

Después del movimiento de 1968 hubo una mayor conciencia crítica, también se sublevaron diversos colectivos en la guerrilla urbana y rural, no había válvulas de escape, la alternancia aún no se gestaba, se vivía la guerra fría, todavía no llegaba la imposición del pensamiento único a través del neoliberalismo.

Previo al 2 de octubre de 1968 el gobierno federal ya había mostrado el músculo a través de sus fuerzas represoras como sucedió contra los médicos, electricistas, ferrocarrileros, Rubén Jaramillo y nuestra Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en 1963 y 1966, toda una cadena violenta intolerable a la crítica, se apaleaba a la disidencia, se cerraban los caminos.

El Rector de la UNAM en aquellos días, Javier Barros Sierra, dijo el 23 de septiembre de 1968 al presentar su renuncia que el conflicto debería resolverse por la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia o la corrupción. No obstante, el gobierno socavó al movimiento estudiantil con fuego, así sin piedad.

El 2 de octubre de 1968 no se olvida porque recuerda un alto costo, así como la importancia que cobraron en el debate público las universidades públicas en la construcción de un México democrático en el que jamás dejan de agitarse los fantasmas del pasado.

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