Editoriales

Sistema de partidos / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

Es evidente que el sistema de partidos está en una crisis que cada vez se hace más palpable, las ideologías se diluyeron, la izquierda y derecha suelen unirse para acrecentar el problema de identidad

Morelia, Michoacán, 30 de agosto de 2015.- Los partidos políticos son actores de primera línea en los regímenes democráticos, en los sistemas modernos son influyentes máxime que la alternancia es un componente imprescindible con todo y que las ideologías se han diluido ante el pensamiento hegemónico del neoliberalismo.

En nuestro país demoró mucho tiempo para que se pudiese contar con un verdadero sistema de partidos, los hubo durante décadas pero sólo fueron anecdóticos, legitimadores del sistema hegemónico, en gran medida paraestatales.

1988 fue un año que se significó porque la elección federal demostró que millones de mexicanos se rebelaron, otras opciones lograron espacios antes insospechados, todo ello apuntó a un fraude que no se ha dejado de discutir.

En el citado año se registró el alcance coyuntural del Frente Democrático Nacional que se componía de varios partidos que nunca tuvieron mayor trascendencia electoral, esa coalición fue apuntalada por una gran cantidad de ex priistas, fue una ruptura en la elite gubernamental que coadyuvaría para acelerar algunos cambios.

Con el paso de los años hemos sido testigos de la devaluación de los entes partidarios, naufragan sin ideología, empujados por el pragmatismo más descarnado al ruedo electoral. No se distingue con claridad la ideología, en los discursos se ausentan las agendas programáticas, les corroen los escándalos de algunos de sus cuadros que jamás asimilaron la pertinencia de la ética.

Nuestro sistema de partidos hace agua, todo es posible. En los comicios federales anteriores se detectaron comportamientos irregulares ante un árbitro electoral tibio que se guardó las tarjetas. El Partido Verde Ecologista de México se graduaba como violador sistemático de la norma, fue sancionado con múltiples multas pero reincidía en su conducta torcida. El cinismo como divisa, la desfachatez como norma.

En varios casos, algunos partidos han servido para incrementar el patrimonio de algunas familias, se trata de un modus vivendi. Hace años se registró el caso del extinto Partido Sociedad Nacionalista, propiedad de una familia de apellido Riojas, se trató de un asunto lucrativo que sólo sirvió a sus dueños.

Uno de los saldos de la última jornada electoral fue la pérdida del registro de un par de partidos el del Trabajo y el Humanista que no alcanzaron ni el tres por ciento de la votación, se reflejó que no importan casi a nadie, las matemáticas son frías, la estadística no miente.

El Partido del Trabajo surgió en los albores del salinato, siempre se cuestionó el origen de esta franquicia a la que muchos atribuían a Carlos Salinas de Gortari para mermar votos y alcances al naciente Partido de la Revolución Democrática.

El PT en Michoacán regularmente importa dirigentes estatales, desde la cúpula nacional les envían a un cuadro de otras latitudes del país para que encabece a esa organización ahora condenada a la extinción, durante años fue una rémora infaltable en coaliciones porque sólo habría perdido el registro desde antes.

El Partido Humanista no aportó nada más que comerciales, nada digno de comentar, en Michoacán tuvo un abanderado al gobierno estatal que terminó por declinar, pasó con más pena que gloria.

Es evidente que el sistema de partidos está en una crisis que cada vez se hace más palpable, las ideologías se diluyeron, la izquierda y derecha suelen unirse para acrecentar el problema de identidad.

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