Editoriales

Sobre la deuda de los estados y la manipulación política de la crisis

Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS
Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS

Existen dos grandes confusiones en el discurso (narrativa) de nuestros políticos sobre la crisis de la deuda: 1.- Confunden la solución de la crisis con una reducción del estado; 2.- Confunden la economía nacional con la economía familiar

Morelia, Michoacán, 15 de septiembre de 2014.- El gran economista Irving Fisher en 1933, definió un concepto interesante y por demás actual, a que llamó “deflación de la deuda”: “Cuanto más pagan los deudores, más deben”.

Lo que vivimos hoy, ilustra sobremanera, la verdad contenida en la definición de Fisher y contraria la manía que tienen los políticos de insistir en aplicar medidas de austeridad durante la crisis de la deuda.

Existen dos grandes confusiones en el discurso (narrativa) de nuestros políticos sobre la crisis de la deuda: 1.- confunden la solución de la crisis con una reducción del estado; 2.- Confunden la economía nacional con la economía familiar.

Basados en premisas que no son reales toman entonces como paradigma para solucionar la crisis de la deuda, la austeridad. Austeridad que interpretan como reducción del gasto público. Ahora bien, reducir el estado significa desaparecer programas, eliminar puestos de trabajo en la administración pública, cerrar dependencias, acabar con los subsidios y dejar de hacer obras de infraestructura. O sea instalar la miseria, pauperizar a los trabajadores, desaparecer la clase media.

Incluso, las consecuencias serán más graves. Reducir el estado, significa retirar al estado los medios para poder funcionar. Como consecuencia, el estado no estará en condiciones de asegurar las tareas de seguridad, de nos proporcionar el acceso a una justicia rápida y eficiente, ni estará en condiciones de proveer un acceso a los derechos constitucionales a la salud, a la educación, a una vivienda digna y a la protección social.

Acciones perfectas para la implementación de “receta del desastre”. Desastre que no será, solamente, económico, pero que, tal como la Historia nos ha demostrado en el siglo XX, produce el desastre social que por ende crea el contexto propicio a la emergencia de los totalitarismos. El regreso a la barbarie, a la calle, a la represión.

Veamos:

1.-Recortar el gasto mientras la economía está en recesión es una estrategia contraproducente porque no hace más que agravar la depresión. Esto porque en recesión, el sector privado no puede (o no quiere) invertir, porque está bajo la carga de la deuda (la cual intenta desesperadamente pagar) y, por lo tanto, es el sector público el único que puede (y debe) gastar para evitar la parálisis.

2.-Por otro lado, aun cuando se tenga un problema de déficit a largo plazo, equiparar los problemas de deuda de una economía nacional (o estatal) con los problemas de deuda de una familia individual, no es una mala metáfora, es una PÉSIMA metáfora.

¿Qué tiene de malo esta comparación?

La respuesta es que una economía no es como una familia endeudada. Nuestra deuda es en su mayoría dinero que nos debemos unos a otros; y lo que es aún más importante, nuestros ingresos provienen principalmente de lo que nos vendemos unos a otros. Resumiendo: sus gastos son mis ingresos y mis gastos son sus ingresos.

¿Y qué pasa si todo el mundo simultáneamente reduce drásticamente el gasto en un intento de pagar lo que debe? ¿y qué pasa si llegamos a un punto en que ni siquiera tenemos ingresos para pagar lo necesario para la sobrevivencia mínima?
La respuesta es que los ingresos de todo el mundo se reducen; mis ingresos disminuyen porque ustedes están gastando menos, y sus ingresos disminuyen porque yo estoy gastando menos. Ciclo infernal, pero real. Y, a medida que nuestros ingresos se hunden, nuestro problema de deuda se agrava, no mejora. O sea, entramos en depresión económica.

Ante esta perspectiva, debemos, por lo tanto, denunciar la confusión (o mejor, la manipulación) en las narrativas que los políticos crean sobre la crisis de la deuda. En particular, debemos denunciar la tentación a que sucumben los políticos de usar el discurso del déficit, como excusa para recortar los programas sociales.

Cuando estamos dentro del ojo del huracán de la crisis, los programas sociales son esenciales como instrumento de sortear y permitir la salida de la misma. No nos dejemos engañar por la manipulación de la narrativa por los conservadores. Tal como me comenta un amigo y economista, Alonso Medina Miravete: “En los periodos de crecimiento elevado sí aplica reducir el gasto público para reducir la inflación, y en los periodos de crecimiento nulo, aumentar el gasto público, para reactivar la economía”.

 

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