Editoriales

Violencia como divisa (Por: Teodoro Barajas Rodríguez)

El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

En un inusitado auge  del fundamentalismo religioso que nos hace remontarnos a la Edad Media ahora se padecen ataques terroristas perpetrados por mentes absorbidas por el fanatismo para colapsar momentos sosegados para convertirlos en ataques homicidas como ha sucedido ya en reiteradas ocasiones en el vecino país del norte

Morelia, Michoacán, 12 de noviembre de 2017.- En un inusitado auge  del fundamentalismo religioso que nos hace remontarnos a la Edad Media ahora se padecen ataques terroristas perpetrados por mentes absorbidas por el fanatismo para colapsar momentos sosegados para convertirlos en ataques homicidas como ha sucedido ya en reiteradas ocasiones en el vecino país del norte, el último en Texas y hace no mucho en Las Vegas, la ciudad que no duerme.

En algunos casos se ha señalado que no está detrás de los hechos alguna agrupación pseudoreligiosa sino algunos “lobos solitarios”, el asunto es que la criminalidad se ha multiplicado, ello es preocupante, deplorable y cavernario. Se trata del fanatismo que como el buitre se alimenta de la muerte.

De nueva cuenta el terrorismo que invoca a Dios para comulgar con la maldad, otra vez los asesinos y la acumulación de estragos impunes paridos por el odio inútil para dejar un saldo sangriento. El contraste que se nutre de los embustes de quienes en sus trastornos aseguran poseer la verdad, el dogma opuesto al libre examen, se convierten en asesinos porque así interpretan los oscuros designios diseñados por sus creencias.

Medio Oriente, Nueva York, Londres, Madrid, Barcelona y recién Las Vegas y Texas han sido los blancos de ciertos grupos  o personas en lo individual han sembrado zozobra , nada justifica acciones de esa índole porque el terrorismo es uno de los actos más deleznables que existen, en el fondo lo que le nutre es la cobardía.

En la era del integrismo y de un renacimiento del racismo no se pueden augurar muchas luces que se antepongan a la oscuridad de la praxis de los violentos, de los fanáticos que desconocen que el pensamiento diverso es piedra de toque de las democracias. Ya en Estados Unidos hace algunos años regresó el viejo fantasma de la segregación ahora empoderado bajo el mandato de Donald Trump maridado a causas retrógradas que se pensó ya estaban en un pasado remoto.

El odio como combustible, la interpretación torcida de preceptos religiosos es caldo de cultivo para vigorizar el fanatismo primitivo, en pleno siglo XXI aún existen los entes que parecen reeditar otra absurda cruzada. En nombre de Dios. Desconozco cuántas deidades tienen sed de sangre y cuántos operarios están dispuestos a cabalgar rumbo a la muerte porque algún designio extraño se los exige en su nublada visión del mundo.

El mundo entero parece encender la máxima alerta porque en cualquier momento alguien tiene la ocurrencia de jugar contra la paz.

La condena  contra los mortales ataques en diversos puntos del orbe no dilata, no se debe perder la capacidad de asombro ni de indignación, la barbarie no debe caber en ningún espacio.

El terrorismo es un acto oscuro que no debe cabalgar, es un muestrario de pena y sangre en el cual transcurre el odio con una secuela permanente que gangrena la certidumbre.

En el nombre de dios se han escrito páginas oscuras que son en su conjunto una gran contradicción escrita con la tinta de La condición humana.

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