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Cartelera Retrospectiva: Te amaré eternamente

Cartelera Retrospectiva: Te amaré eternamente
Cartelera Retrospectiva: Te amaré eternamente

Los protagonistas son un maduro profesor e investigador de cuestiones astrofísicas y su amante, la joven estudiante universitaria que en sus ratos libres se dedica a hacer peligrosas escenas para películas de acción; él es casado y padece una enfermedad incurable, ella carga con una culpa de su pasado y deberá sortear varios escollos.

Morelia, Michoacán, 31 de julio de 2016.- Es imposible no asociar el nombre de Giuseppe Tornatore con el de la más afamada de sus películas, Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, 1988), que aunque nos haya gustado o no, ha mantenido vigente la fama del director siciliano por casi tres décadas. Cuando menos hay que reconocerle que no ha cedido del todo a las tentaciones de Hollywood, ya que Te amaré eternamente (La corrispondenza, 2016), es apenas su segundo largometraje rodado completamente en inglés de los once que componen su filmografía. Metido con calzador en el circuito de arte, este melodrama menor de tintes póstumos ha sido recibido con escepticismo en casi todas partes, a excepción de su tierra natal, en donde el cineasta cuenta con una base firme de seguidores.

El relato se desarrolla entre Italia (en un paradisíaco pueblo a orillas de un lago) y Edimburgo, la capital de Escocia. Los protagonistas son un maduro profesor e investigador de cuestiones astrofísicas y su amante, la joven estudiante universitaria que en sus ratos libres se dedica a hacer peligrosas escenas para películas de acción. Él es casado y padece una enfermedad incurable, ella carga con una culpa de su pasado y deberá sortear varios escollos para mantener vivo el recuerdo de su romance cuando llegue el momento decisivo.

El guión escrito por el propio Tornatore toma como punto de partida la idea de que podemos ver algunas estrellas a pesar de ya que no se encuentran ahí, esto debido a la distancia que se encuentran de la Tierra y el tiempo que tarda en llegar su luz hasta nosotros. Dado lo anterior, no es casualidad que el protagonista sea un eminente astrofísico. Esta idea inicial que llevaba guardada más de veinte años en el cajón del cineasta siciliano, se nutrió de los avances tecnológicos para darle forma a una trama en la que son esenciales las comunicaciones contemporáneas: los mensajes de texto y video, las videollamadas, correos electrónicos, etc.

Desafortunadamente, a pesar de que la utilización de la tecnología en las relaciones a distancia podría haber sido un elemento interesante para explorar, el cineasta se decanta desde el principio por un tipo de romance improbable y empalagoso, situándonos desde el punto de vista de la joven mujer y su ingenioso amante, quien encuentra la manera de comunicarse con ella mediante un complejo sistema de mensajes y correos tradicionales. Esta especie de sistema de comunicación desde la tumba de alguna manera nos recuerda a las manías edulcorantes del melodrama llorón Posdata: Te amo (P.S. I love you, 2007), ambos resultan igual de chocantes, aunque la obra de Tornatore es mucho más atractiva visualmente.

Si algo más podemos rescatar, sería la atinada elección de Jeremy Irons para personificar al galán trágico y maduro, papel que ha hecho en numerosas películas. Mientras que Olga Kurylenko, sobre quien recae el mayor peso del filme, muestra un registro claramente inferior, aunque bien podría culparse a un personaje mal planteado, que navega entre lo irritante y lo imposible (imaginen a ustedes a Kurylenko recibiendo un título en astrofísica después de rodar, muy quitada de la pena, riesgosas escenas de explosiones y accidentes automovilísticos).

Te amaré eternamente no solo es un melodrama excesivamente cursi, sino también aburrido. No hay nada más desesperante que escuchar una y otra vez el tedioso tono de alerta telefónica de la chica kamikaze. Su guión lleno de toda clase de trampas, al igual que sus diálogos secos y antinaturales, lo sitúan entre lo más bajo de la filmografía de un cineasta que prometía y que sin embargo no ha levantado cabeza desde aquel feroz duelo entre Roman Polanski y Gérard Depardieu en el thriller Una simple formalidad (Una pura formalità, 1994).

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