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De Primera Mano / Michoacán sin Castillo

La opinión de nuestro director y editorialista Nicolás Casimiro Guzmán
La opinión de nuestro director y editorialista Nicolás Casimiro Guzmán

Sin duda alguna que la salida de Michoacán del comisionado nacional beneficiará al desarrollo de los dos procesos electorales, tanto el federal como el local, que ya se estaban viendo con sospecha por muchos actores políticos y por amplios sectores de la sociedad civil

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Morelia, Michoacán, 23 de enero de 2015.- Sin duda alguna que la salida de Michoacán del comisionado nacional, Alfredo Castillo Cervantes, beneficiará al desarrollo de los dos procesos electorales, tanto el federal como el local, que ya se estaban viendo con sospecha por muchos actores políticos y por amplios sectores de la sociedad civil.

A reserva de hacer un análisis más profundo, es justo reconocer que con el funcionario federal hubo ciertos avances, sobre todo en el tema de la seguridad y en tratar de poner orden en la vida pública de Michoacán, aunque es evidente que un año no fue suficiente y que al hacer un balance son muchos más los pendientes que los logros.

Creo que con la Comisión Nacional para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán nos pasó algo similar a cuando el entonces presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, declaró la guerra a la delincuencia organizada, pues al igual que en ese tiempo, nadie nos imaginábamos el grado tan grande de penetración del crimen en la sociedad ni los niveles tan elevados de descomposición en el entramado institucional.

Sin embargo, en ambos casos la tarea resultó incompleta, me parece que en el caso de Felipe Calderón, por no saber comunicar, y en el caso de Alfredo Castillo por su permanente afán de tomar decisiones también en la vida política de Michoacán. A final de cuentas, fue precisamente lo político lo que dejó inconclusas ambas estrategias, muy similares entre sí.

El nombramiento de un general, como Felipe Gurrola Ramírez, como mando especial para la seguridad en Michoacán, es una señal que envía el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto, para tratar de distender el cada vez más complejo ambiente político en Michoacán, ya que se presume que un militar no se meterá en esa parte del “Desarrollo Integral”, que al ser tan ambigua le daba al comisionado nacional pretexto para inmiscuirse en cuanto tema fuera de su interés, desde los ámbitos gubernamentales, su presencia en eventos sociales, la organización de conciertos y hasta la vida interna de los partidos políticos, más específicamente del PRI.

Con la salida de Castillo Cervantes se despeja en parte la sombra de duda que los partidos de oposición tenían sobre las decisiones de gobierno aparejadas con las del partido oficial; ahora habrá que ver si Salvador Jara Guerrero de una vez por todas ya se asume como gobernador de Michoacán y si no regresan los altos niveles de descomposición que había al momento de la llegada del comisionado nacional.

Si los intentos de recomponer al estado y al PRI en Michoacán fueron vanos, entonces pronostico que el primer indicio de retroceso se verá en la elección de candidatos del tricolor para los próximos comicios, y digo que ahí es donde será visible, porque ahí por lo menos hay una vida dinámica, mientras que en casi todo el gobierno del estado lo que predomina es más bien la inmovilidad.

Qué bueno que se va Alfredo Castillo, pero ahora que se va la manzana de la discordia vamos a ver si cada quien se ocupa de lo suyo: el gobernador de gobernar; los partidos políticos de las campañas; las instituciones de dar resultados; los cuerpos policíacos de garantizar la seguridad; el Poder Judicial de aplicar la justicia; el Congreso del Estado de legislar, fiscalizar y gestionar; los sindicatos de cumplir con sus tareas laborales; y, la sociedad civil de trabajar, generar riqueza y crear empleos.

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