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18 FICM: Los buscadores de trufas

El documental sigue los pasos de estos buscadores. Hombres solitarios, de edad avanzada, tan celosos de sus métodos que prefieren hacer sus búsquedas en la oscuridad de la noche, para no dejar rastro de sus actividades ni alertar a la competencia.

Morelia, Michoacán, 30 de octubre de 2020.- El contraste es evidente. El caos y la animación que reinaba en los alrededores de las instalaciones de la sede principal del FICM durante las pasadas ediciones, no puede compararse con lo que se vive ahora. El desolado acceso a las salas en las primeras funciones del jueves no hace justicia a la calidad de las películas que forman parte de la sección de estrenos internacionales. Cabe aclarar que además de reducir la capacidad de las salas, una buena parte de las localidades están destinadas a invitados, por lo que la cantidad de espacios para el público disminuyó de manera considerable. 

El documental Los buscadores de trufas (The truffle hunters, 2020), codirigido por Michael Dweck y Gregory Kershaw, fue una de las primeras funciones presenciales del FICM. Ambos directores habían trabajado juntos en The last race (2018), que documenta las peripecias de una comunidad para salvar una vieja pista de carreras. La película tuvo una buena acogida en Sundance, festival donde también estrenaron su siguiente producción. 

En esta ocasión, Dweck y Kershaw se dirigieron al norte de Italia, específicamente a la región de Piamonte, región en donde se encuentra la famosa trufa blanca de Alba. A diferencia de otras especies de trufas, la de Alba solamente se encuentra en estado silvestre durante unos pocos meses del año. Debido a su escasez y al corto periodo en que se encuentra disponible, el precio del hongo alcanza niveles exorbitantes. 

A todo lo anterior debemos sumar un detalle importante. Después de décadas de experimentación, se ha descubierto que la forma más fiable de encontrar la codiciada trufa, es a través de perros entrenados dirigidos por un buscador experto. En pocas palabras, para obtenerla se requieren cualidades que no se reproducen en laboratorios.  

El documental sigue los pasos de estos buscadores. Hombres solitarios, de edad avanzada (algunos de ellos sobrepasan los ochenta años), tan celosos de sus métodos que prefieren hacer sus búsquedas en la oscuridad de la noche, para no dejar rastro de sus actividades ni alertar a la competencia.

Pero un oficio que mueve tanto dinero no está exento de problemas. En ocasiones se negocia en oscuros callejones, en donde los acaparadores y revendedores siempre se llevan la mejor parte. Tristemente las búsquedas también tienen otros peligros, como los accidentes al transitar por senderos boscosos o el envenenamiento de perros con el objeto de reducir el número de competidores. A esto hay que añadir los daños que producen los buscadores al invadir fincas privadas. Todo se vale para satisfacer los paladares de elegantes comensales. 

El mundo de los buscadores de trufas es tan absorbente y peculiar que parece seguir sus propias reglas. Todos ellos mantienen una estrecha y entrañable relación con sus perros y no dudan en llevarse sus secretos a la tumba. Conformada a partir de planos fijos, los directores nos presentan a estos seres oficiosos con la elegancia y humor, las cuales se resumen muy bien en la escena en donde un octogenario sale a hurtadillas por una ventana, a escondidas de la esposa, para ir en busca de esta preciada joya gastronómica. 

18 FICM: Sin señas particulares

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