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19 FICM: El hoyo en la cerca

El filme se basa en las experiencias de este último en campamentos de verano en donde niños y adolescentes pertenecientes a familias adineradas, son adoctrinados en una peculiar mezcla de religiosidad y manejo del poder

Morelia Michoacán, 31 de octubre de 2021.- Una de las películas más esperadas de la sección de largometrajes mexicanos era El hoyo en la cerca (2021). El segundo largometraje de Joaquín del Paso tuvo una buena acogida en Venecia, en donde fue reconocida con el Bisato D’Oro que se otorga a la mejor fotografía. Después de su participación en el 19 Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se espera que llegue a la cartelera a principios del año entrante, por lo pronto, Caníbal será la encargada de la distribución a nivel nacional. 

El hoyo en la cerca es una coproducción polaco-mexicana. El guión coescrito por Lucy Pawlak y Joaquín del Paso, se basa en las experiencias de este último en campamentos de verano en donde niños y adolescentes pertenecientes a familias adineradas, son adoctrinados en una peculiar mezcla de religiosidad y manejo del poder. 

En la película, el campamento en cuestión lleva el significativo nombre de Los Pinos (una clara alusión a la ex residencia presidencial), cuyo lema “¿no crees que la igualdad tal como la entienden es sinónimo de injusticia?”, es una clara alusión a la importancia que tienen para ellos la estratificación social y la desigualdad económica. 

El campamento comparte algunos elementos básicos de los retiros católicos, como el rezo constante, el aislamiento y la manipulación emocional. Hay situaciones como el acoso físico y verbal, incluso el abuso sexual podrían suceder en cualquier campamento juvenil. Pero en Los Pinos se hace énfasis en la pertenencia a un grupo social, claramente diferenciado del resto de la población. Los pobres viven en un pueblo cercano, hay que mantenerlos contentos con despensas, pero siempre a raya, separados por metros de bosque y una cerca metálica. 

El comportamiento de los adolescentes recuerda a las agrupaciones por afinidad y poder de El señor de las moscas, la novela de William Golding. Solo que a diferencia de los chicos de la isla desierta, los jóvenes del campamento son manipulados por un grupo de adultos sin escrúpulos. Los asustan con monstruos imaginarios y secuestradores, los predisponen contra la gente del exterior y tejen complicidades con personas adineradas e influyentes.

Toda la película funciona como una alegoría, en donde las esferas de poder se mezclan con las religiosas y es posible encontrar un sinnúmero de estas referencias. La mejor de ellas es cuando en un paseo por el bosque hablan de una misteriosa ave negra de cuello blanco, que puede sobrevivir sin hembras en una sociedad hermética de machos y que no duda en practicar tanto el engaño como la violación.  

En el campamento se crea una conciencia de grupo, en donde la protección de los intereses propios se considera la acción más sensata ante un dilema. Sin embargo, justo en el tramo final el mensaje se descompone con ciertos excesos, justo cuando los adolescentes escapan del redil para causar destrozos en el pueblo sin que nadie se los impida y cuando Monteros, con todo y aureola de neón en la cabeza, le corta las alas al Ícaro disidente.

Aunque resulta un tanto decepcionante que nos reserven el segmento más flojo para el tramo final, el mensaje de Joaquín del Paso es lo suficientemente fuerte como para que caiga en el olvido. Es una obra que arriesga, que avanza a tientas en el mundo de los grupos cerrados y poderosos en el México contemporáneo, y que por si fuera poco, nos ofrece imágenes eficaces y perdurables.

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