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Carta de un profesor del fin del mundo al presidente López Obrador

Usted me acusó sin ningún tipo de pruebas -y sin haberse tomado siquiera la molestia de hojear mis antecedentes académicos o de recabar información sobre mí y larga trayectoria política antimperialista-

Buenos Aires, Argentina, 30 de agosto de 2021.- Estimado señor presidente de la República de México don Andrés Manuel López Obrador el  pasado 13 de agosto, en ocasión de cumplirse el 500 aniversario de la liberación –para usted caída- de Tenochtitlán citó textualmente, sin nombrarme, un párrafo de la entrevista que el diario El Mundo tuvo a bien realizarme el viernes 23 de julio a raíz de la publicación en España de mi libro “Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán”.  En su discurso usted afirmó: “Hay asuntos que deben aclararse en la medida de lo posible. Por ejemplo, hace unos días un escritor pro-monárquico de nuestro continente afirmaba que España no conquistó a América, sino que España liberó a América, pues Hernán Cortés, cito textualmente, ‘aglutinó a 110 naciones mexicanas que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas y que lucharon con él’.  Usted también me acusó sin ningún tipo de pruebas -y sin haberse tomado siquiera la molestia de hojear mis antecedentes académicos o de recabar información sobre mí y larga trayectoria política antimperialista-  de ser un representante del pensamiento colonialista. 

Coincidiendo con su apreciación de que hay asuntos que deben aclararse quisiera recordarle que, como afirma  el arqueólogo mexicano Alfonso Caso quien fuera rector de la Universidad Nacional Autónoma de México,el sacrificio humano era esencial en la religión azteca”. Es por ese motivo que en 1487, para festejar la finalización de la construcción del gran templo de Tenochtitlán -del cual usted el pasado 13 de agosto inauguró una maqueta monumental-  las víctimas del sacrificio formaban cuatro filas que se extendieron a lo largo de la calzada que unían las islas de Tenochtitlán. Se calcula que en esos cuatro días de festejo los aztecas asesinaron entre 20.000 y 24.000 personas. Sin embargo Williams Prescott, insospechado de hispanismo, da una cifra todavía más escalofriante. “Cuando en 1486 se dedicó el gran templo de México a Huitzilopochtli, los sacrificios duraron varios días y perecieron setenta mil víctimas”. Juan Zorrilla de San Martín en su libro Historia de América relata que  “Cuando llevaban los niños a matar, si lloraban y echaban lágrimas más, alegrábanse los que los llevaban porque tomaban pronósticos que habían de tener muchas aguas en aquel año”. “El número de las víctimas sacrificadas por año – tiene que reconocer  Prescott uno de los historiadores más críticos de la conquista española y  uno de los más fervientes defensores de la civilización azteca- inmoladas era inmenso. Casi ningún autor lo computa en menos de veinte mil cada año, y aún hay  alguno que lo hace subir hasta ciento cincuenta mil”. Marvin Harris en su famosa obra, Caníbales y reyes relata: “…los prisioneros de guerra, que ascendían por los escalones de las pirámides… eran cogidos por cuatro sacerdotes, extendidos boca arriba sobre el altar de piedra y abiertos de un lado a otro del pecho con un cuchillo… Después, el corazón de la víctima – generalmente descripto como todavía palpitante – era arrancado… El cuerpo bajaba rodando los escalones de la pirámide…”.

¿Dónde eran llevados los cuerpos de los cientos de seres humanos a los cuales en lo alto de las pirámides se les había arrancado el corazón? ¿Qué pasaba luego con el cuerpo de la víctima? ¿Qué destino tenían los cuerpos que día a día eran sacrificados a los dioses?  Al respecto Michael Hamer que, ha analizado esta cuestión con más inteligencia y denuedo que el resto de los especialista afirma “en realidad no existe ningún misterio con respecto a lo que ocurría con los cadáveres, ya que todos los relatos de los testigos oculares coinciden en líneas generales: Ias víctimas eran comidas”.

Los numerosos trabajos científicos -tesis doctorales, libros publicados por prestigiosos académicos de fama mundial- con los que contamos hoy, no dejan lugar a dudas  de que en Mesoamérica había una nación opresora la azteca y cientos de naciones oprimidas, a las cuales los aztecas no solo le arrebataban sus materias primas -tal y como han hecho todos los imperialismos, a lo largo de la historia-  sino que les arrebataban a sus hijos, a sus hermanos… para sacrificarlos en sus templos y luego, repartir los cuerpos descuartizados de las víctimas en sus carnicerías, como si fuesen chuletas de cerdo o muslos de pollo. Para que esos seres humanos descuartizados, sirvieran de sustancioso alimento, a la población azteca. La nobleza se reservaba los muslos y las entrañas se la dejaban al populacho. Las evidencias científicas con las que contamos hoy, no dejan lugar a dudas al respecto. Era tal la cantidad de sacrificios humanos que realizaban los aztecas de gente de los pueblos por ellos esclavizados que, con las calaveras, construían las paredes de sus edificios y templos. Es por eso que, el 13 de agosto de 1521 los pueblos indios de  Mesoamérica oprimidos por los aztecas festejaron la caída de Tenochtitlan. Como usted tuvo que reconocer en su discurso, a regañadientes y entre líneas, resulta materialmente imposible pensar que, con apenas 300 hombres, cuatro arcabuces viejos y algunos caballos, Hernán Cortés pudiera derrotar al  ejército de Moctezuma integrado por trescientos mil  feroces soldados disciplinados y valientes. Hubiese sido imposible, aunque los 300 españoles hubiesen tenido fusiles automáticos como los que hoy usa el ejército español. Miles de indios de las naciones oprimidas lucharon, junto a Cortés, contra los aztecas. Por eso su compatriota José Vasconcelos afirma que “la conquista la hicieron los indios”. 

¿Y que aconteció después de la conquista, después de esas primeras horas de sangre, dolor y muerte?  Todo lo contrario de lo que usted afirma.  España fundió su sangre con la de los vencidos y con la de los liberados. Y recordemos que, fueron más los liberados que los vencidos. México se llenó de Hospitales, colegios bilingües y Universidades. España envió a América a sus mejores profesores  y la mejor educación fue dirigida hacia los indios y los mestizos. Permítame recordarle, señor presidente, que tan respetuosos fueron los libertadores españoles -perdón los conquistadores-  de la cultura de los mal llamados pueblos originarios que en 1571 se editó en México el primer libro de gramática de lengua náhuatl, es decir 15 años antes que en Gran Bretaña se publicara el primer libro de gramática de lengua inglesa. Todos los datos demuestran que al momento de su independencia de España México era todavía mucho más rico y poderoso que los Estados Unidos. 

Por último señor presidente – considerándolo un hombre de honor, que busca la verdad -, le pido que invite a un debate profundo sobre la “Conquista de América” –como tuvo el coraje de convocar el Emperador Carlos V, en el año 1550– que podría tener lugar en una Universidad de Suiza, la que el señor presidente elija, y al cual asistan cinco especialistas que defiendan las tesis del señor presidente y cinco especialistas  que, como quien esto escribe, sostengan que España no conquistó América, sino que España liberó América. Quedo pues a la espera su respuesta, a fin de dirigirme a la ciudad de Suiza que usted determine, acompañado de cuatro pensadores por mí elegidos para enfrentarnos, en un debate académico, con los intelectuales que, en igual número, sean designados por usted.  Sin más me despido de usted muy atentamente. 

Yo, Marcelo Gullo Omodeo, exijo al Señor presidente Andrés Manuel López Obrador

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