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Hablando de resentidos (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

Al Sr. López Obrador, más que molestarle que existan alarmantes niveles de pobreza, le repugna que existan los ricos. No es que ame a los pobres y luche por ellos, sino que le enoja la existencia de la gente acaudalada

Morelia, Michoacán, 22 de noviembre de 2022.- Consultando el diccionario de la venerable RAE encuentro que “resentimiento” lo define escuetamente como: Acción y efecto de resentirse; con lo que me quedo igual. Buscando “resentido” en la misma RAE aparece: Dicho de una persona: Que se siente maltratada por la sociedad o por la vida en general. U. t. c. s. y aquí si ya me puedo orientar.

Pero la palabra resentimiento tiene más aplicaciones y explicaciones. Max Scheler, en su obra El resentimiento en la moral, explica este fenómeno social partiendo de las motivaciones más íntimas del resentido: Odio, envidia, rencor, deseo de venganza, hasta llegar a analizar los orígenes de este sentir en el comportamiento social. Encuentra una inversión en los valores; el tener por encima del ser, diríamos hoy en día.

Ya el escritor y diplomático Mariano Picón-Salas en su ensayo Cuadernos Hispanoamericanos publicado en el lejano 1944 observaba cómo en las crisis de una sociedad invariablemente aparecen los que él llama «Mesías de plazuela» y los «oradores de cervecería», esos que hábilmente aprovechan, manipulan, exacerban y explotan el resentimiento para llevar a las multitudes engañadas a la conveniencia de un ilusorio credo político y al estímulo de la acción destructora. Concretamente la historia del siglo XX muestra las tragedias del comunismo, nazismo , fascismo y ya en este siglo XXI a su heredero directo, el populismo.

Es precisamente el resentimiento el motor que lleva a un iluminado mesías a sentirse en posesión de la “única verdad”, y en función de esta única y absoluta verdad descalifica y sataniza a todo aquello que no se ajusta a su personal visión.

Analizando con detenimiento a esa agrupación que con la denominación de MORENA ha creado el Sr. López Obrador, podemos observar que más que un movimiento en búsqueda de una entelequia etiquetada como “Regeneración”, cuyo huevo de serpiente lo podemos rastrear en el inexistente fraude electoral del 2006, se ha convertido en una cofradía que aprovecha el resentimiento social acumulado en grandes segmentos de la población , resentimiento generado tanto por la desatención gubernamental como por efectos colaterales a la propia condición de marginados de muchos de sus componentes.

No es ninguna novedad, el resentimiento social se manifiesta prácticamente en todos y cada uno de los discursos de López Obrador, y no de ahora, es desde hace mucho tiempo. Así fue durante las campañas electorales, todo el tiempo se encaprichó en referirse a los mexicanos con palabras que nos dividen más una retahíla de adjetivos tales como camajanes, canallín, chachalaca, conservador, corruptos, espurio, farsante, fifí, fresa, gacetillero vendido, hipócritas, machuchón, maiceado, minoría rapaz, pirrurris, riquín, señoritingo y un largo etcétera.

Nunca hubo un lenguaje conciliador, sino uno que busca a como dé lugar el agravamiento de las diferencias. Para darse una mejor idea solo basta repasar lo escrito por Gabriel Zaid en Letras Libres, “AMLO poeta”, julio 2018.

Y es que al Sr. López Obrador, más que molestarle que existan alarmantes niveles de pobreza, le repugna que existan los ricos. No es que ame a los pobres y luche por ellos, sino que le enoja la existencia de la gente acaudalada y su resentimiento se extiende a todos aquellos que él considera mejor preparados, con postgrados y niveles académicos altos. Los descalifica simplemente por que los supone ricos o por haber realizado estudios en el extranjero y eso es razón suficiente para despreciarlos. ¿Cómo puede evitar que los ricos sean ricos? Eso sólo podría lograrse, y parcialmente, por la vía armada Pero el país se empaparía de sangre y al final del día otros se enriquecerían, como siempre ha sucedido en la historia de las revoluciones de todo el mundo. Aparecería una nueva élite, veríamos una reedición del gatopardismo de Lampedusa y así las cosas cambiarían para seguir iguales.

Pero arruinar la educación y dañar la academia es más sencillo. Sencillamente se le recortan recursos a la Educación y la Investigación, y mediante despidos fulminantes y colocación de directivos sumisos todo el aparato educativo que dependa del Estado se va al carajo.

Eso ya lo estamos viendo y padeciendo. Pero también estamos observando el creciente rechazo a la visión y decisiones del Mesías. La reciente y multitudinaria marcha en defensa de la autonomía del INE demostró que buena parte del “pueblo bueno” ha despertado, que ya se dio cuenta que fue engañado por un demagogo resentido y está dispuesto a pasarle la factura.

Se vienen tiempos interesantes.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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