Journal de la pensé: La pobre vida de fe de los católicos
Es justo y necesario las personas de Iglesia se acerquen a las personas de acción para animarlas en la búsqueda de la verdad y el bien, para servirles de apoyo y de luz en medio de las tinieblas y la confusión
Morelia, Michoacán, 13 de octubre de 2020.- De tristeza y sentimiento de culpa el encontrar personas que se han desviado de la fe, que muestran grandes cualidades personales.
El libro de Blancarte y Barranco, AMLO y la Religión, recuerda a un Andrés Manuel como todos los mexicanos en una sociedad creyente. Fue monaguillo. Un peligro mortal mientras nadaba lo hizo invocar a Dios y comprometerse. El chico estaba en la esfera de la religión, fue monaguillo.
Duele la confesión de Fidel Castro que se reconoce fervoroso cerca de los jesuitas en su juventud. Él hace sentir que no lo supieron conducir. Afirma: andaría en el apostolado como ustedes. Es conocida la gran riqueza personal del caudillo de Cuba.
¿Qué católicos ha formado la Iglesia Católica en México? El impulso evangelizador inicial de la Iglesia de México se frenó, ante las conversiones en masa y la sacramentalización.
Así, no tenemos un laicado bien formado, capaz de impregnar el mundo con los valores de Cristo y de transformarlo y convertirlo en el Reino. Los cristianos no han sentido este llamado y no influyen en la vida pública.
La formación se ha encerrado en los seminarios que forman sacerdotes y religiosos.
Hay excepciones de una formación fuerte y estructurada, así la Acción Católica Mexicana, su influencia alcanzó a familias como las de Luis Calderón Vega, papá de Felipe Calderón Hinojosa.
Los grupos de Acción Católica fueron desapareciendo en la diócesis de Morelia.
Una fuerte experiencia se vivió recientemente en la Acción Católica de Adolescentes y Niños (ACAN).
Me parece que, por lo general, para iniciar la educación en la fe no hemos propiciado el encuentro personal de los creyentes con Cristo.
No hemos organizado procesos de conversión. La vida cristiana toda es un proceso de conversión hasta el lecho de muerte.
Es triste constatar que hemos tenido una atención al pueblo de Dios tradicionalista, no hemos evolucionado internándonos en el curso de la historia.
Nuestra pastoral de conversión en la etapa fundante de la Iglesia mexicana se frenó y la Iglesia no catequizó, sólo sacramentalizó. Hasta la fecha la catequesis es ocasional, prácticamente pre sacramental. La pastoral es ritualista.
No hemos estado en una formación básica ni hemos conducido a la vivencia de la alianza con Dios. No tenemos implementada una catequesis sólida, sistemática basada en la Palabra de Dios.
No hemos dado una formación seria, a la altura de las necesidades de la persona y del mundo para iluminar su vida, hacerlos fuertes en la fe y comprometerlos en la lucha contra un mundo corrupto, ladrón e hipócrita. No hemos dado una formación profunda y estructurada con el Evangelio, con el Sermón de la Montaña.
El acompañamiento a los creyentes en las distintas categorías de empleados profesiones es prácticamente inexistente. La pastoral de los profesionistas hace falta, no hay atención especializada a los políticos, a los científicos, a los pensadores, a los formadores de opinión.
La evangelización debe repensarse, corregirse, concebirse e implementarse de otra manera para ser fieles a Dios y a las necesidades de los hombres de hoy.
Los creyentes adultos y honestos necesitan un apoyo de alguien que los lleve a descubrir los valores de la salvación, a orientarse en sus trabajos, a vivir la Alianza con Dios y a construir el reino de la verdad y la justicia, de la santidad y de la gracia, de la justicia y la paz.
Es tiempo de acompañar a los constructores de la sociedad, como afirma el Documento de Puebla de los obispos latinoamericanos.
Por ejemplo en las campañas para llegar al poder hay personas honestas, que tienen principios y que desean verdaderamente hacer el bien a la sociedad. Son personas que se mueven en corrientes de corrupción, de aguas negras y necesitan principios sólidos y verdaderos de donde agarrarse que necesitan a alguien que los despierte, los haga reaccionar y lo sostenga.
Es justo y necesario las personas de Iglesia se acerquen a las personas de acción para animarlas en la búsqueda de la verdad y el bien, para servirles de apoyo y de luz en medio de las tinieblas y la confusión.
No basta con algunos “aventados” que incursionan en ambientes nuevos. Es necesaria una reorientación de la Iglesia, de la comunidad de salvación, una pastoral que tenga en cuenta a este mundo de estudiosos, profesionistas, hombres de acción.
Late un sentimiento de tristeza, de frustración y de culpa. Porque la Iglesia no ha sabido retener a personas valiosas que hubieran hecho tanto bien como Castro y López Obrador. No hay que llorar volteando hacia atrás, hay que ubicarse en el presente y hacer la tarea siempre importante en su momento.
Hay que dar una presencia muy fina a todas las personas y estructurar una personalidad cristiana para hacer héroes de la fe y del mundo nuevo, sin corrupción y fraternal.