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La estupidez humana (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

Acompañante de la Estupidez es la Ignorancia, mal bastante extendido en nuestros días. ¿Quién es un ignorante? Ignorante no es quien no sabe, sino quien no quiere saber.

Morelia, Michoacán, 21 de septiembre de 2022.- La venerable y un tanto apolillada Real Academia de la Lengua define ”Estupidez” escuetamente como “Torpeza notable en comprender las cosas”. Profundizando un poco llegamos al latín donde nos enteramos que la palabra estupidez es producto de la suma del término “stupidus”, que puede traducirse como “aturdido”, y el sufijo “-ez”, que se usa para expresar una cualidad. En concreto, el término hace referencia a un individuo falto de inteligencia, torpe o necio. Por lo anterior se puede decir que una estupidez es una tontería o algo que simplemente no tiene lógica.

La estupidez es universal, omnipresente, ubicua, agregaría que inevitable, imposible escapar de ella. La padecemos cualquier día de la semana, en cualquier lugar, a cualquier hora, al escuchar o leer las opiniones y declaraciones de algún político, analista, conductor de noticias e incluso las de algún distinguido intelectual. Ante esta realidad es imposible no recordar y aceptar como ciertas las aseveraciones del humorista regiomontano, ya fallecido, Hermenegildo L. Torres, que en los iniciales sesentas disertaba sobre la gran cantidad de pendejos que existen en nuestro mundo dándonos una completa clasificación de los mismos. En su análisis concluía que lo más sensato era aceptar que pertenecíamos a algún segmento del abundante universo de pendejos, ya que, según él, era más fácil aceptarlo que tratar de demostrar que no lo éramos. Para este fin había fundado un grupo, llamado Por la Unión de los Pendejos, PUP, y hasta enviaba credenciales a quien lo solicitara.

A partir de la última elección presidencial en México se puso de moda recordar una composición de Facundo Cabral, «Los pendejos», obra ácido humor que habla de la peligrosidad de estos especímenes. Y vaya que lo hemos comprobado; en poco tiempo hemos retrocedido a los tiempos del mas negro echeverriato con su cauda de intolerancia, corrupción, clientelismo y mesianismo. Ahora bien, intente usted hacer entender su error a un fanático de López Obrador y verá que es imposible, primero convence a un tigre para volverse vegetariano o convierte a un Testigo de Jehová en un fundamentalista mahometano.

El estudio de la estupidez humana es apasionante. El análisis de la tontería humana es tan antiguo como esta misma, entre sus precursores está Teofrasto de Ereso, autor de los “Caracteres”, colección de una treintena de prototipos humanos entre cuyos rasgos abundan los de necedad, acompañados de mezquindad y malicia, y Luciano de Samosata, que escribió, entre otras obras, los “Diálogos de los muertos”, ejemplo de ingenio satírico.

Otro más cercano fue Thomas Murner, clérigo de Estrasburgo, el cual escribió “La conspiración de los necios”, pero quizá el más conocido sea Erasmo de Rotterdam (Desiderius Erasmus 1466-1536) por su Moriae Encomium, mal traducido como “Elogio de la locura”, más bien es de la estulticia, donde abundan los reproches contra las gentes de la Iglesia, aun cuando el autor se guardó de tomar partido en el conflicto del reformismo que había ya estallado en su época, inútilmente ya que al final terminó mal con los dos bandos.

Acompañante de la Estupidez es la Ignorancia, mal bastante extendido en nuestros días. ¿Quién es un ignorante? Ignorante no es quien no sabe, sino quien no quiere saber. Es decir, quien puede saber y no quiere porque cree ya saber bastante. ¿Cómo demuestran su ignorancia? Sin estudiar medicina se automedican y recetan, sin estudiar derecho creen conocer mejor las leyes que muchos abogados, profetizan como el oráculo de Delfos, sin leer lo suficiente y sin investigar nada creen saber de política, deporte, ciencia y de cualquier cosa que se les preguntes. Son fieles lectores de revistas de chismes, horóscopos, entusiastas seguidores de pseudociencias, naturismo, flores de Bach y demás vaciladas que periódicamente aparecen.

No saben dialogar, pues creen que preguntar es de ignorantes, cuando, en realidad, es el primer paso para abandonar la ignorancia. No saben escuchar, sólo saben repetir una y otra vez como pericos los mismos argumentos que escucharon de otros igual de ignorantes que ellos y si consideran que es necesario gritar, lo hacen a la menor oportunidad, pues también creen que gana el que grita más fuerte.

Concluyo con una frase atribuida a Goethe pero que en realidad está extraída de una obra de Friedrich Schiller, La Doncella de Orleans: “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”.

Mal asunto.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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