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Los políticos mexicanos (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

¿Y nuestros políticos? ¿Alguien se ha puesto a pensar por qué los mexicanos estamos tan jodidos a pesar de tener un país enormemente rico en recursos naturales? Buena pregunta.

Morelia, Michoacán, 28 de julio de 2020.- Una verdad de a kilo: Es sumamente difícil que una persona o un grupo de ellas admitan sincera y plenamente que se han equivocado, que su trabajo o proyecto no sirvió, que la regaron, que lo que hicieron estaba mal y que el fracaso lo tienen merecido por tontos, torpes o prepotentes, o más frecuentemente por una combinación de todo lo anterior. Razón, la más vieja de todas, la soberbia.

Según el filósofo español Fernando Savater la soberbia no es solo el mayor pecado de acuerdo a las Sagradas Escrituras, sino la raíz misma del pecado. No solo se trata del orgullo de ser lo que uno es sino del menosprecio de lo que es el otro. Considerarse por arriba y mejor que todos coloca al soberbio como el principal enemigo de la convivencia. Por ser la antonomasia de la desconsideración podría traducirse en: “Primero yo, luego yo y luego también yo”. Desde los relatos bíblicos la soberbia ocupa el lugar principal, recordemos, fue precisamente la soberbia lo que provocó la rebelión y caída de Lucifer. Non serviam, es la expresión fatal.

¿Y nuestros políticos? ¿Alguien se ha puesto a pensar por qué los mexicanos estamos tan jodidos a pesar de tener un país enormemente rico en recursos naturales? Buena pregunta. Resulta que, en contraposición a las teorías de Darwin, en el caso de la política en México tenemos una especie de «selección natural de los peores». Esto es notoriamente evidente para quien haya estudiado el origen y evolución de esa secta, que no partido político, llamada MORENA, desde sus orígenes en el PRI, PAN y PRD.

Existe un ensayo realizado ya hace años  en la Universidad de Colonia por los sociólogos Erwin y Ute Scheuch, que escribieron Pandillas, camarillas y arribismo. Su tesis central: «Los partidos establecidos están produciendo un fenómeno aciago, contrario a las teorías clásicas del ascenso y la selección política, pues en su triturante dinámica interna, no llegan los mejores sino los menos competentes, los de menor capacidad que, al carecer de alternativas en la vida profesional o civil, suelen sobrevivir en el partido merced a su fidelidad, tenacidad y constancia. Junto con ellos, se quedan también los más inmorales, los más inescrupulosos, los trepadores puros y duros, hábiles forjadores de clanes cerrados que no dudan en echar mano de cualquier añagaza para alcanzar su promoción”.

No hay duda alguna, si revisamos a nuestros partidos políticos, el que sea, y los analizamos hombre por hombre, corroboraremos la tesis anterior. Salvo contadas excepciones, abundan los profesionistas y personajes mediocres y fracasados que viven y actúan dentro de la política por la sencilla razón de que son incapaces de sobrevivir y triunfar en la dura vida real. Para ellos la única alternativa para no morir de hambre es archivar la dignidad, cargar el maletín del jefe y soportar humillaciones con tal de vivir del erario, dinero, ese sí, proveniente de gente que sí trabaja. Lamentablemente en México la política ha sido, y es, desde hace sexenios, el refugio de los fracasados, de los incompetentes, de los corruptos y los diversos puestos políticos han servido para colocar amigos y amantes, de ocasión o fijas.

Por lo tanto y siguiendo la tradición de no aceptar culpa propia alguna, podemos concluir que la razón de nuestro atraso, ignorancia, pésima educación, corrupción, alta criminalidad, impunidad, etcétera, no es  por nuestros ineficientes funcionarios ni nuestros corruptos políticos ni por nuestros holgazanes e ignorantes maestros, la única razón aceptable para el mexicano promedio es que el imperialismo no nos deja progresar; la culpa es de Obama, Bush, o Kennedy, la CIA, el Opus Dei, Soros, los Illuminati, los integrantes del Foro de Sao Paulo o ese proteiforme ente bautizado como “La mafia del poder”.

Buscar los culpables entre nosotros. No, nunca, jamás; somos casi perfectos.

Alejandro Vázquez Cárdenas

Escepticismo y mentiras (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

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