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Polarización política (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

“Democracia”, una estructura inventada por los hombres y que como toda hechura humana es perfectible, pero no por ahora; por así convenir a los intereses de muchos

Morelia, Michoacán, 26 de septiembre de 2023.- La política es un campo que, nos agrade o no, influye en gran medida en la vida de los ciudadanos y en el rumbo de una nación. Particularmente el sentido del voto es un proceso complejo que involucra una serie de factores y uno de los aspectos más interesantes es el papel del llamado «cerebro político» y su estrecha, e indeseable, relación con el fanatismo.

El término «cerebro político» se refiere a la forma en que una persona procesa la información política que buena o malamente recibe y toma decisiones, mismas que pueden ser buenas, malas o pésimas. El cerebro político no es en si una estructura anatómica, es un concepto que abarca una variedad de factores psicológicos y sociales que involucra y maneja las opiniones y decisiones políticas de un individuo. Uno de los principales factores que influyen en el cerebro político de una persona es su exposición a la información política; esto incluye la fuente de información (medios de comunicación, redes sociales, amigos, familiares), así como la cantidad y calidad de la información a la que están expuestos. La educación que recibió en su juventud , las creencias políticas de la familia, su entorno laboral , su desempeño profesional y social también cumplen un papel relevante en la formación del cerebro político.

El nivel educativo es uno de los factores que influyen en el sentido del voto de un ciudadano. Las personas con niveles educativos más altos tienden a desarrollar una mayor comprensión de los problemas políticos y una capacidad crítica más precisa para evaluar a los candidatos y sus propuestas. Ciertamente el nivel educativo puede influir en la forma en que una persona procesa la información y toma decisiones, pero no garantiza necesariamente que se vote de una manera particular.

Un enorme problema que se presenta en prácticamente todas las democracias es el fanatismo político. Este se puede describir sucintamente como un nivel extremo de compromiso y devoción a una ideología o partido político. Esto inevitablemente deriva en un sesgo cognitivo en el procesamiento de información, donde la persona tiende a aceptar información que apoya sus creencias políticas preexistentes y rechaza, incluso violentamente, toda información que vaya en contra de ellas. Esto fatalmente lleva a la polarización y a la falta de diálogo entre las diferentes corrientes políticas.

Convencer a un fanático político de su error puede ser extremadamente difícil si no es que definitivamente imposible. Cuando alguien, por la razón que sea, se identifica fuertemente con una ideología o partido, puede volverse impermeable a toda razonamiento, rechazando lo que cuestione esas creencias, incluso, y esto es sumamente grave, si esa información es objetivamente verídica.

Evidentemente los llamados “Programas sociales” pueden influir en el sentido del voto, pero la relación es compleja. Se puede argumentar que los programas sociales pueden generar lealtad política si los votantes sienten que un partido o candidato está comprometido con políticas que benefician directamente sus necesidades, pero no siempre el resultado es el esperado.

En una sociedad democrática, se espera que cada voto tenga igual peso, independientemente de la educación, el estatus socioeconómico o el historial académico o delictivo de un individuo. En una democracia se valora la igualdad de los votos, lo que significa que cada voto tiene el mismo peso en el proceso electoral. Esto se basa en el principio de que todas las voces deben ser escuchadas y que cada ciudadano tiene el derecho de participar en la toma de decisiones políticas, independientemente de su nivel de educación, coeficiente intelectual o situación laboral. Dicho de otra manera, los votos se cuentan no se juzgan ni se ponderan ni se analizan; vale lo mismo el voto de un ciudadano informado, que el de un ignorante al que le importa un comino el destino del país, vale lo mismo el voto de un genio que el de un drogadicto con las neuronas hechas cenizas, vale lo mismo el voto de un científico que el de una persona que no sabe ni por donde sale el sol, vale lo mismo el voto de un ciudadano ejemplar que el de un inculto sociópata con datos de demencia.

Es importante señalar que la universalidad e igualdad de los votos es un principio básico, fundamental, de la democracia tal y como se entiende actualmente; “Democracia”, una estructura inventada por los hombres y que como toda hechura humana es perfectible, pero no por ahora; por así convenir a los intereses de muchos.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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