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¿Por qué será? (Por: Lorena Galindo)

Dios tiene su casa, su presencia está ahí en la Eucaristía. Ahí, en su casa lo siento y lo vivo, sé que está ahí porque lo siento, siento emociones, a veces alegría, a veces esperanzas, a veces tristeza, también miedo y muchas veces consuelo

Richmond, Columbia Británica, Canadá, 19 de diciembre de 2022.- Ya tengo mucho tiempo pensando en algunos mensajes que aparentemente están llenos de ideas positivas, pero en realidad no lo son.

Por ejemplo, cuando te dicen que no tienes que ver a tu familia, si ellos te provocan problemas. Lo mejor es separarte, alejarte y no permitas que te dañen; es más sano, dicen.

Ah, pero realmente, separarme de mi familia, de mi hermanos, padres, primos, ¿eso me va a hacer feliz?, ¿me va a hacer mi vida más fácil?

Si yo contara la veces, que he ofendido a mis hermanos, o lo que ellos me han dicho, o los pleitos que hemos tenido, ya nos hubiéramos bombardeado. La familia ya hubiera desaparecido.

Creo que nosotros hemos aprendido a perdonar. También hemos aprendido a no guardar rencor, hemos aprendido a dejar atrás el orgullo; la vida nos ha dado tantas lecciones, que de las caídas aprendimos a levantarnos. También creemos en Dios, y Dios es parte de nuestra vida.

Yo amo a mis hermanos y ellos a mí, ¿cómo lo sé? Fácil esa respuesta, cada vez que les hablo me preguntan, ¿vas a venir a la Navidad? A veces respondo: ¡No puedo este año!

Ellos me insisten mucho, aunque también entienden que no pueda.

Mis hermanos me escuchan cuando estoy triste, se alegran con mis triunfos y me ayudan cuando los necesito, por eso sé que ellos me quieren.

Si la gente habla mal de mí, me defienden, ¿díganme ustedes si les voy a dejar de hablar?

Por eso yo digo: no te separes de tu familia, perdona, olvida y a empezar de nuevo.

Tu perro no maneja, el perro solo mueve la cola cuando te ve. Él no te puede internar en el hospital, tampoco va a cargar tu ataúd.

Otros mensajes que llegan de dondequiera: «Yo no voy al templo, Dios está en todas partes, no necesito ir al templo, yo le rezo en mi casa». «No necesito un cura para confesarme, yo me confieso con Dios».

Sabemos que Dios es Omnipresente, sí, es cierto que Dios está en todas partes. Y Dios es Omnisapiente, Él todo lo sabe. También es cierto.

Recuerdo una de las pláticas que tuve con Carmelita P., ella me dijo: «Si la gente realmente creyera en Dios y se fuera a confesar, no habría necesidad de psicólogos».

Esta charla me acompaña desde hace muchos años.

Y pienso en un ejemplo, yo todos los días me acuerdo de mi familia en México, pienso en ellos cuando hago recetas nuevas de comida, cuando voy a la tiendas y veo ropa o algunas cosas y me digo: puedo comprar esto para fulanita, o para menganito.

Pienso en mi sobrinos, pero en el único lugar donde puedo estar en comunicación, contacto y experimentar emociones, es precisamente cuando voy a sus casas y los visito cuando llego a la casa familiar y nos reunimos todos, entonces ahí está presente mi familia.

Con Dios es igual, Dios tiene su casa, su presencia está ahí en la Eucaristía. Ahí, en su casa lo siento y lo vivo, sé que está ahí porque lo siento, siento emociones, a veces alegría, a veces esperanzas, a veces tristeza, también miedo y muchas veces consuelo.

Y todas esas experiencias las vivo en la casa de Dios, mi Iglesia. El sacerdote me guía, me ayuda y comprende.

Yo no entiendo mi vida sin mi Iglesia. No soy fanática, me encanta el relajo, si hay fiesta, hasta un bautizo de muñecas, voy.

Soy humana con muchos defectos pero como dice uno de mis escritores favoritos, Fedor Dostoievsky, acepto mis limitaciones, mi imperfección. Estoy llena de defectos, pero de una cosa sí estoy segura: del amor que Dios puso en mi corazón.

Hoy amanecí media cursi, ¡usted disculpe!

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