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Proyecto Secreto: La especie de los dictadores

Todos los jefes afirman que son demócratas y aman el pueblo. Hay que saber distinguir la verdad de la mentira, el bien del mal.

Morelia, Michoacán, 04 de mayo de 2021.- Vista Panorámica

El Presidente de El Salvador, con la obediencia criminal del Poder Legislativo suprime los cuatro magistrados del poder judicial y al fiscal general. De Estados Unidos le llamaron cuestionando el poder tiránico del presidente. La respuesta fue la de un muchacho malcriado: ¿qué le importa? “No es de su incumbencia”.

No respeta la división de poderes. No es el único caso, en otros países será también la violación a la separación de poderes, como quien ordena que al Poder Legislativo alargue en el tiempo la presidencia en la SCJN.

La división de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial hacen la democracia. Sin la separación real de poderes y sin el ejercicio equilibrado y respetuoso de los tres no se da la democracia. Si alguien lo sostiene en teoría y lo contraviene en la práctica traiciona a la Nación y se engaña a si mismo y engaña a la ciudadanía. No tiene democracia.

Su actitud es de dictador, aunque él tiene retórica para justificarse. Él aparece ante el pueblo como un hombre bueno que sólo quiere el bien de los pobres y usa como bandera la democracia porque eso agrada al pueblo.

Hubo un presidente antidemocrático en Estados Unidos, Donald Trump que fue autoritario e impuso sus valores (antivalores) y tomó decisiones autoritarias contrarias al bien de su pueblo, sin un código de ética.

El apetito perverso del poder parece estar anidado en los líderes y ser un demonio que los tienta para vestirse de poder sin medida y sin límite de tiempo.

Es una tentación del hombre egocentrista, que se idolatra asimismo, se cree el único, mejor que los demás y quiere para sí todo el poder, para siempre el poder. La misma tentación se manifiesta en los partidos que buscan el poder sobre las leyes, sobre el recto orden moral y los fines de los institutos políticos, partidos. No piensen en Salgado Macedonio.

Se alarga la fila de caciques que notables en los pueblos y países, siempre deseosos de ser famosos: “haremos historia”. Palabra que escuché no sé dónde. Qué teatro y transas organizan los hombres para hacerse del poder, cuanta falsedad y engaño, cuánta perversión.

Siempre se refugian en una retórica hipócrita y hábil, no tienen una personalidad franca, valiente para aceptar sus intenciones perversas de poder totalitario y perpetuo, perverso.

Así es esta especie de dictadores, que no son raros en la historia, y en los distintos países y niveles de gobierno, son los caciques, caudillos y otras figuras.

La luz de lo alto

Estamos a favor de la persona humana que es el centro de la convivencia social, de todo el quehacer de la humanidad. Es el centro de la vida social y la fuente de la dignidad y de todos los derechos humanos.

La persona humana debe ser grande y ser feliz, realizando su destino definitivo. Para eso tiene que renunciar al mal moral y escoger el bien moral. Dios le dice: mira que yo pongo ante ti el bien y el mal, escoge el bien y vivirás. 

El corazón del hombre es sede de la maldad, como lo explica Jesucristo, sabiduría de Dios, en el Evangelio, tiene bajas pasiones como es la del poder para sentirse igual a Dios como Satanás. Después del pecado original el hombre quedó inclinado al mal. El libro del Sirácide afirma que del corazón del hombre proceden cuatro cosas: el bien y el mal, la vida y la muerte.

Hay desviaciones en el corazón del hombre: la ambición del poder totalitario y la desviación de la finalidad, el poder por el poder no por el servicio al Bien Común y a la persona humana, totalmente despojados de las ambiciones. Las bajas pasiones no vienen solas, juntamente con el poder el hombre busca el placer irracional, bestial y el dinero. El dios dinero es muy astuto y es el que gobierna el universo.

Es necesario que haya un presidente. Afirma el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia “como Dios ha creado a los hombres sociales por naturaleza y ninguna sociedad puede conservarse sin un jefe supremo que mueva todos y a cada uno con un mismo impulso encaminando al bien común, resulta necesario en toda sociedad una autoridad que la dirija…”

Lo primero que debe buscarse en la autoridad es su integridad moral. Un jefe mentiroso, que no acepta la realidad y sus efectos, que no es coherente en sus dichos y hechos, que no tiene palabra y se contradice, que no revela sus intenciones secretas y los verdaderos móviles de su acción, de autoridad y servidor público se convierte en un defraudador, en un personaje malvado, teatral que se busca a sí mismo. Cuántos hay que se han embriagado de poder y se han enriquecido hasta las manitas.

Se necesita reflexionar mucho, estudiar, observar para distinguir los jefes auténticos de los falsos que vienen a aplastar y a matar, emborracharse y enriquecerse.

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