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Un brindis por la liberación de Tenochtitlán

Los aztecas llevaron a cabo como política de estado la conquista de otros pueblos indígenas para poder tener seres humanos para sacrificar a sus dioses y usar la carne humana así conseguida como alimento principal de los nobles y sacerdotes​

Buenos Aires, Argentina, 25 de agosto de 2021.- Excelentísimo señor presidente de la República de México, don Andrés Manuel López Obrador, el 13 de agosto conmemoramos el 500º aniversario de la liberación de Tenochtitlán del imperialismo antropófago de los aztecas  -perdón me olvidé que según la dictadura de lo políticamente correcto debería de haber escrito caída de Tenochtitlán- que tuvo lugar en el año 1521. Reconoció por primera vez, en el solemne acto por usted organizado el 13 de agosto,  que el emperador Moctezuma había sido  un “tirano” e hizo bien en reconocerlo. Claro que hubiese sido mejor que usted le informara a sus dos invitadas especiales -Jamescita Mae Peshlakai, senadora estadounidense por Arizona y a Kahsennenhawe Sky-Deer, Jefa del Consejo de la Comunidad Kahnasake en Canadá- que bajo el despotismo de Moctezumacomo demostró el mexicano José Vasconcelos- las mujeres eran poco menos que mercancía y que los reyezuelos y los caciques disponían de ellas a su antojo y para hacerse presentes”. Podría también haberles informado que “el lazo que unía a Moctezuma con sus feudatarios era de terror, que cada rey comarcano dejaba en rehenes en la capital hijos, parientes, amigos”. Así la senadora Jamescita se hubiera evitado el papelón de afirmar que “La democracia alrededor del mundo se basa en valores indígenas de igualdad y justicia”. 

En su discurso trató usted de esquivar el tema de  la antropofagia de los aztecas y lo entiendo porque las pruebas que confirman el Holocausto azteca son abrumadoras.  Hoy la evidencia científica es abundante e irrefutable, piedras de sacrificios con restos de hemoglobina, herramientas de obsidiana para esta labor, esqueletos humanos ejecutados por cardioectomía con marcas de corte en las costillas, decapitaciones. Cuando se analiza la historia  sin prejuicios y no se quiere ocultar la verdad, como hacen los supuestos historiadores que a usted lo asesoran y que escriben sobre el supuesto genocidio que implicó la conquista española de América, pero que callan el tema de los sacrificios humanos realizados por los aztecas; se llega a la conclusión que los aztecas llevaron a cabo como política de estado la conquista de otros pueblos indígenas para poder tener seres humanos para sacrificar a sus dioses y usar la carne humana así conseguida como alimento principal de los nobles y sacerdotes.  Año tras año los aztecas arrebataban a los pueblos que habían conquistado a sus niños y niñas para asesinarlos en sus templos. Como compruebo en mi obra “Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas al separatismo catalán” el imperialismo azteca fue el más atroz de la historia de la humanidad. Era tal la cantidad de sacrificios humanos que realizaban los aztecas de gente de los pueblos por ellos esclavizados que, con las calaveras, construían las paredes de sus edificios y templos. El número de víctimas inmoladas fue inmenso. Casi ningún científico lo computa  en menos de veinte mil cada año, y aún hay alguno que lo hace subir hasta cincuenta mil. Es por eso que  el 13 de agosto de 1521 los pueblos indios de  Mesoamérica festejaron la caída de Tenochtitlan. Ese día una inmensa alegría inundó el corazón de las masas indígenas oprimidas por los aztecas. La contradicción principal era, para las naciones dominadas por los aztecas, la contradicción vida o muerte. Continuar bajo la dependencia azteca habría significado, para los tlaxcaltecas y totonacas, por ejemplo, seguir siendo -literalmente- devorados por los aztecas. La liberación significó dejar de ser el principal alimento de los aztecas. Las otras contradicciones eran, dicho esto, evidentemente secundarias. Como usted tuvo que reconocer en su discurso, a regañadientes y entre líneas, resulta materialmente imposible pensar que, con apenas 300 hombres, cuatro arcabuces viejos y algunos caballos, Hernán Cortés pudiera derrotar al  ejército de Moctezuma integrado por trescientos mil  feroces soldados disciplinados y valientes. Hubiese sido imposible, aunque los 300 españoles hubiesen tenido fusiles automáticos como los que hoy usa el ejército español. Miles de indios de las naciones oprimidas lucharon, junto a Cortés, contra los aztecas. Por eso su compatriota José Vasconcelos afirma que “la conquista la hicieron los indios”. Me gustaría hacerle una pregunta.  ¿Usted en 1943 ó 1945 hubiese estado del lado de los que construían las cámaras de gas o del lado de los que combatían para poner fin al  holocausto que llevaba a cabo el régimen nazi?

Se dedicó usted, en buena parte de su discurso, a dar cifras del porcentaje de la población aborigen que murió luego de la conquista. Mintiendo de forma totalmente descarada o completamente mal informado usted afirmó que la epidemia de la viruela que trajeron los europeos  alcanzó a destruir más del 90% de la población indígena del territorio americano. Pero, aunque hubiese sido así, eso hubiera sido inevitable en algún momento de la historia, cuando el primer europeo pisara tierra americana, aunque fuese tan solo para tomarse unas vacaciones en las playas de Cancún, pues la población americana no tenía los anticuerpos para resistir los virus del viejo continente y la población de europea no los tenía para resistir los del nuevo continente.  

Faltando completamente a la verdad o completamente mal informado usted afirmó: “¿De qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la nación, el imperio o la monarquía dominante  no logra en tres siglos de colonización  ni siquiera  recuperar la población que existía antes de la ocupación militar”. Lamento informarle que el estudio científico más serio realizado al respecto, el elaborado por Ángel Rosenblat,  lo deja en ridículo. Convendría que sus asesores lo lean. En dicho estudio podría usted informarse que “George Kuber, que ha estudiado detenidamente el movimiento de la población mejicana en el siglo XVI, cree que ha habido un gran descenso de 1520 a 1545, un aumento apreciable de 1546 a 1575 y un período estacionario de 1577 a 1600… Sin dejarnos llevar  por la tentación de una leyenda negra o de una leyenda áurea -a ninguna de las dos se ajusta  la historia del hombre, y menos la del hombre hispano-, hemos llegado a calcular una disminución de unos dos millones y medio de indios de 1492 a 1570, y una población americana de unos trece millones y medio en 1492”.  Es decir que de ninguna manera murió el 90 por ciento de la población indígena. ¿Y que aconteció después de la conquista, después de esas primeras horas de sangre, dolor y muerte? Todo lo contrario de lo que usted afirma. España fundió su sangre con la de los vencidos y con la de los liberados. Y recordemos que, fueron más los liberados que los vencidos. Fruto de ese formidable mestizaje, querido por los Reyes Católicos e instaurado por ellos como política de Estado, están delante de nuestros ojos, entre otros miles de mestizos, en México Martín Cortés Malintzin, el caballero de la Orden de Santiago y en el Perú el soldado poeta el gran Inca Garcilaso de la Vega. América se llenó de Hospitales y Universidades. España envió a América a sus mejores profesores  y la mejor educación fue dirigida hacia los indios y los mestizos. Permítame recordarle, señor presidente, que tan respetuosos fueron los libertadores españoles -perdón los conquistadores-  de la cultura de los mal llamados pueblos originarios que en 1571 se editó en México el primer libro de gramática de lengua náhuatl es decir 15 años antes que en Gran Bretaña se publicara el primer libro de gramática de lengua inglesa. 

Me contestará usted que la explotación de los indios luego de la conquista fue terrible. Permítame informarle que en la América Española  hubo ricos y pobres, pero que no fue el color de la piel lo que diferenció a unos de otros. Hubo blancos pobres y blancos ricos, indios pobres e indios ricos, mestizos pobres y mestizos ricos. Los descendientes de Moctezuma, para poner tan solo un ejemplo, fueron riquísimos y se emparentaron con toda la nobleza española. Permítame que cite ahora, al filósofo Juan José Sebreli, que enrolado en la corriente marxista afirma que la explotación de la que fueron víctimas los indios pobres “no se diferenciaba demasiado del tratamiento dado a los gauchos y en ambos casos no era más inhumano que la legislación inglesa que castigaba con la horca a los exsiervos y campesinos transformados en vagabundos, mendigos y bandoleros, como consecuencia de la expropiación  de la tierra en los siglos XVI, y XVII… La crueldad con que se cumplió esta etapa inevitable de desarrollo del mundo no autoriza a presentarla  como la caída desde sencillez y pureza de un anterior idilio pastoril que nunca existió. El mal trato que se le daba a los indios pobres no era peor a que se les daba a los campesinos serviles en la Europa feudal o a los proletarios  blancos en los talleres del capitalismo temprano. El problema no era pues racial, sino social, la opresión  era la misma que existe en toda sociedad dividida en clase.”

Perdóneme usted, estimado señor presidente, que me vaya por las ramas, pero sería bueno, para que usted pudiera demostrar su honestidad intelectual, valentía y coraje que el próximo 2 de febrero, en que se cumple un nuevo aniversario del ignominioso tratado de Guadalupe Hidalgo -por el cual los Estados Unidos arrebataron a México 2.378.539 kilómetros cuadrados de su territorio- usted realice un gran acto como el que organizó para el 13 de agosto. Que para  realzar el mismo, invite al presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden y en un gran discurso, cuando esté cara a cara con el presidente estadounidense, le exija que pida perdón  al pueblo mexicano por haberle robado Texas, California, Nuevo México, Nevada, Utah, Colorado y Arizona que fueron indiscutiblemente parte de México. Por último, estimado presidente, me gustaría informarle que mi afirmación sobre que España no conquistó América sino que liberó América, la cual usted citó críticamente en su discurso del 13 de agosto se entronca con la interpretación histórica que realizara Eva Perón -la mujer antiimperialista más importante de la historia de América-  quien afirma que: “La leyenda negra (de la cual usted es hoy un portaestandarte)  con la que la Reforma se ingenió en denigrar la empresa más grande y más noble que conocen los siglos, como fueron el descubrimiento y la conquista, sólo tuvo validez en el mercado de los tontos o de los interesados.” . Me despido de usted muy atentamente levantando mi copa e invitándolo a brindar por los  500 años de la liberación de Tenochtitlán. 

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