Editoriales

Atole con el dedo / Yadhira Y. Tamayo Herrera

Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana
Tamayo Herrera es abogada con maestrías en administración pública y políticas públicas (ITESM), ingeniería en Imagen Pública (CCIP); actualmente cursa el Doctorado en Derecho en la Universidad Panamericana

El Presidente Peña Nieto nombró a Virgilio Andrade Secretario de la Función Pública el martes pasado. Nombra un subordinado suyo quien trabajó en el PRI como secretario y lo instruye a investigarlo. Ridículo. Pues no, ni cómo aplaudirle al Presidente Peña.

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México, D.F., 05 de febrero de 2015.- El Presidente Peña Nieto haciendo uso de su facultad discrecional nombró a Virgilio Andrade Secretario de la Función Pública el martes pasado. Esta plaza estaba acéfala desde que Peña tomó posesión de su cargo como Presidente. Sus planes – sin cumplir aún- eran destruir todo el sistema de fiscalización, transparencia y rendición de cuentas de la administración pública federal encabezada por  la Secretaría de la Función Pública como lo habían concebido los gobiernos panistas y sustituirlo con otra cosa supuestamente mejor. Pero nomás destruyó una y hasta el momento no se ha dado a la tarea de hacer funcionar la famosa fiscalía anticorrupción que prometió. Se evidencia que ese tema no es prioridad en su gobierno.

Las más recientes crisis que ha tenido el gobierno de la República son la crisis económica y la crisis de credibilidad por los casos de corrupción que el mismísimo Peña ha encarnado. La crisis económica viene de un mal manejo de las finanzas públicas desde la Secretaría de Hacienda y la baja de los precios del petróleo. Peña Nieto no ha podido dar respuesta a sus promesas de campaña de crecimiento económico ni de creación de empleos. También ha quedado evidenciado que la propaganda que hizo por el mundo de anunciarse como el adalid de un nuevo milagro mexicano, no es más que eso: propaganda pagada de un erario que cada día alcanza menos. Un anuncio desde Palacio Nacional prende señales de alerta: recortes al gasto público como hace mucho no se hacía. Crisis.

La crisis de credibilidad presenta gravedad semejante que se plasma en los bajísimos niveles de aprobación del Presidente. El caso de los normalistas de Ayotzinapa y cómo Peña y la Procuraduría General de la República pretenden cerrar ese capítulo, es verdaderamente lastimoso. Se muestran autoritarios e insensibles, por decir lo menos. Además, el caso de la Constructora Higa y los conflictos de interés con las casas que “vendieron” a la primera dama y al Secretario de Hacienda, ponen en evidencia a las cabezas del gobierno de la República como líderes totalmente deslegitimados para hablar de oportunidades para todos, o de transparencia y rendición de cuentas.

Sí, la Presidencia manda a hacer sus encuestas para saber qué piensan y sienten sus gobernados, y sí, les preocupa no ser populares. Así que además del aviso del recorte presupuestal, se dieron a la tarea de elaborar un plan de respuesta a la crisis de credibilidad por la que atraviesan. Sin embargo, en lugar de hacer lo que saben que deben hacer, les gustó hacer un plan donde nomás le dan atole con el dedo a la ciudadanía. Están plenamente confiados en sus estrategias electorales, sus gobernadores, su manejo asimétrico de la información y de su facultad discrecional sobre las finanzas públicas. Nombra un subordinado suyo quien trabajó en el PRI como secretario y lo instruye a investigarlo. Ridículo. El Secretario se aprecia sumiso, feliz con el cargo, cercano al Presidente. Nadie le cree que va a fiscalizar nada. Bien sabe Peña que sus medidas son “atole con el dedo”, por eso, con resignación y enfado al final de su mensaje dijo “Ya sé que no aplauden”.

Pues no, ni cómo aplaudirle al Presidente Peña.

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