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Brasil: Futbol y Literatura / Teresa Da Cunha Lopes

Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS
Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS

El Brasil de los massmedia puede ser este mes, el Brasil de Pelé y de su heredero Neymar… pero nunca dejará de ser el Brasil de Jorge Amado. Es esa simbiosis que hace de este país el futuro civilizacional de América

 

Morelia, Michoacán, 11 de junio de 2014.- ¿Quién es su escritor favorito?

Siempre me ha sido difícil responder a esa cuestión, que como un pop-up informático sale de la nada en las pláticas de café, al final de una conferencia, en las interminables charlas en que alrededor de un suculento platillo, en las cenas del viernes por la noche, se tejen las grandes amistades.

Nunca sé que responder.

¿Cómo encontrar un orden, cómo clasificar, listar, eliminar, volver a reacomodar (actos que tienen que ser fríos y calculados) entre aquellos libros que por un momento, un día me tuvieron en sus garras, obsesionada con seguir las pisadas del héroe o de la heroína, o que me hicieron reír hasta el llanto; soñar con mundos mejores o hacerme gritar de indignación frente al sufrimiento?

¿Cómo es posible escoger entre el Tolstoi de Guerra y Paz, el Eça de Los Maias, Las Uvas de la Ira de Steinbeck o la Sibila de Agustina? ¿Entre Mishima y Tagore? ¿Entre la Montaña Mágica de Thomas Mann y El primer círculo de Solzhenitsyn?

Cada libro, cada frase adquieren su propia vida mil vidas, y lo mismo nos puede llegar hasta el alma a los veinte y ser insoportable a los 50. He tenido una fase en que cada día leía un capítulo del Bello Gallico de César y hoy prefiero, cuando pienso en relatos sobre la guerra, La Piel de Curzio Malaparte.

He cambiado de autores y de libros, de historias y de mundos, más veces que una serpiente cambia de piel. He sido fiel por veces a un género e infiel a todos. Nunca llegué al final del Ulises de Joyce, pero el primer capítulo lo sé de memoria. En general no leo poesía, pero puedo recitar todavía hoy, de memoria todos los poemas de las Flores del Mal de Baudelaire.

Cada libro es una memoria. Cada libro un retazo de vida. En la realidad soy cada uno de ellos y la suma de todos ellos.

En la neblina, en ese indefinido espacio que es la memoria, muchas veces no sé si las frases, las imágenes, las emociones son las mías o si son de otros.

Pero en este océano de palabras que se mueven delante de mis ojos como un mar intranquilo, que traiciono y me traicionan, una línea continua de fidelidad inquebrantable me hace regresar siempre a Jorge Amado.

Una vez, diez veces, mil veces puedo abrir las páginas de “Los viejos marineros”, de “Gabriela clavo y canela” o de “Capitanes de la arena”.

Como se fuera una primera vez, siempre con la misma emoción del primer descubrimiento.

11649361_copia.520.360Un día Vargas Llosa escribió sobre Jorge Amado: “ese disfrute de los pequeños placeres, al alcance del ser anónimo, que vibra en todas sus historias -saborear una copa de cerveza helada, una conversación sabrosa, elogiar un cuerpo deseable que pasa, cultivar amistades fraternas, ver un ave que rasga el cielo inmutable- es intenso y contagia a los lectores, que acostumbran a salir de esas páginas convencidos de que, sean cuales fueren las ruines circunstancias en las que vive, siempre habrá en la vida humana un lugar para la diversión y otro para la esperanza”.

Es en ese mundo singular de Amado, el del Quijote tropical, que me reinvento en las pequeñas cosas que crean el humano, eternas como los grandes principios, presentes desde los inicios de la humanidad.

El Brasil de Amado no es un país tercermundista, pero sí un país singular.

Me reconozco en gentes que no han superado el neolítico en mundos que coexisten, en un sólo punto y en un mismo tiempo, con la tecnología de punta o la creación estética al máximo nivel. Practico el culto a la oralidad, me indigno con las injusticia sociales, recapturo mi herencia africana, descubro el mundo indígena y me pierdo en el desarrollo incontenible de los grandes núcleos urbanos.

Pero, también no olvido que el grito que sale de cada una de sus palabras es: Libertad.

Y que en el 1937 sus libros fueron quemados públicamente por el Comité de Búsqueda y Aprehensión de Libros instaurado por una dictadura. Como en Berlín, otros quemaron los libros de Thomas Mann. Como en otros tiempos, cada tirano, cada represor, cada totalitarismo, censuró, quemó el libro y por veces (muchas veces) sus creadores: autores y lectores.

El Brasil de los massmedia puede ser este mes, el Brasil de Pelé y de su heredero Neymar…pero nunca dejará de ser el Brasil de Jorge Amado.

Es esa simbiosis que hace de este país el futuro civilizacional de América. El Brasil de Jorge Amado es el que impide que la dignidad del Ser humano sea quemada en la «hoguera» televisiva de la FIFA. Pero es también, ese mismo Brasil que hizo del futbol una fiesta de alegría y de genio. El Brasil de Amado transformó el futbol en el noveno Arte; la FIFA lo rebaja a una «commodity». De ahí la cólera de los brasileños en este Mundial.

 

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