Editoriales

Cocaína, heroína, éxtasis y tachas / Alejandro Vázquez Cárdenas

El autor de este artículo es el reconocido Doctor Alejandro Vázquez Cárdenas
El autor de este artículo es el reconocido Doctor Alejandro Vázquez Cárdenas

La sociedad y el Estado no pueden, responsablemente, discutir la propuesta de legalizar la drogadicción sin reconocer lo evidente; la drogadicción daña y  termina matando al consumidor y afecta a su familia y a  la sociedad. ¿Causar un daño social en el intento de remediar otro? No suena muy lógico.

Morelia, Michoacán, 27 de junio de 2017.- Con el abultado marcador de 98 a 7 hace unos días el Senado de la República aprobó el uso médico y científico de los derivados farmacológicos de la marihuana, lo cual incluye, obviamente, al tetrahidrocannabinol (THC) y sus isómeros. Junto a la anterior noticia nos enteramos del “descubrimiento” de un cártel de drogas que opera en la UNAM. Eso me genera algunas reflexiones.

Ignoro si los habitantes de otros países compartan con los mexicanos  la  desagradable costumbre de opinar sobre cualquier cosa sin tener  mayor idea del asunto. Un buen ejemplo es el caso de la eventual legalización de las drogas.

Legalizar las drogas es un tema polémico como pocos y capaz de polarizar opiniones. Al investigarlo nos encontramos con opiniones de todos los calibres y colores.  Imposible agotar el tema en un artículo. Quizá lo único que puede hacerse es despertar en el lector la inquietud para documentarse y darse cuenta de las enormes diferencias, no tan solo farmacológicas, entre las diversas drogas.  Es importante entender el absurdo de meter en el mismo saco a la marihuana con las  muy peligrosas drogas sintéticas  como el “Éxtasis” o MDMA  neurotóxica anfetamina,  o con la cocaína que nos llega de Sudamérica y su ultra adictivo subproducto el “crack”, capaz de enganchar con la primera dosis por la intensidad y rapidez de su acción; y las adictivas morfina  heroína que se obtienen de la amapola de Guerrero etc.

Pero el aspecto médico no es lo único, también entran en la  discusión los aspectos legales, sociales, culturales, religiosos etc. mismos que deben ser discutidos antes de tomar decisiones. Algunos son de  sentido común, pero otros requieren  conocimientos especializados.

Algunos son elementales, como el hecho de que la despenalización de las drogas facilitará  su acceso  

al numeroso grupo de consumidores ocasionales favoreciendo su paso a adictos crónicos. Otra; los que abogan por la despenalización hacen hincapié en que cada uno es libre de drogarse mientras no represente un riesgo para terceros, argumentación no muy inteligente  pues  todo el que se droga, por el solo hecho de reducir su capacidad mental, ya está representando un riesgo para todos. Es iluso el llamado “uso responsable de la droga”, porque la propia droga modifica paulatinamente en el adicto los parámetros de la responsabilidad para adecuarlos a su cada vez mayor requerimiento.

Uno de los orígenes de la discusión sobre una eventual legalización de la producción y tráfico de drogas está en la  preocupación por la violencia y muerte que  viene aparejada con este negocio,  la demonizada Guerra de Calderón o ahora de Peña Nieto. La idea de quienes solicitan que se legalicen las drogas es que con ello se acabaría la violencia, pero hay varios datos que no toman en cuenta. Veamos:

Las  razones que convirtieron a la producción, tráfico y comercialización de cocaína, heroína  y drogas sintéticas en delitos graves son simples: la evidencia científica del daño que ocasionan  es abrumadora. Desde el primer consumo, todas ellas hacen daño al consumidor y de paso a quienes tienen relación con ellos.

La sociedad y el Estado no pueden, responsablemente, discutir la propuesta de legalizar la drogadicción sin reconocer lo evidente; la drogadicción daña y  termina matando al consumidor y afecta a su familia y a  la sociedad. ¿Causar un daño social en el intento de remediar otro? No suena muy lógico.

Existen quienes opinan que el Estado no debe ser un «Big Brother» que  vigile a sus habitantes para que no se dañen consumiendo  drogas.  Pero se les olvida algo; el costo social y fiscal de la atención oficial y privada a la salud de los enfermos drogadictos es muy alto.  Además, el costo a la economía por los problemas de enfermedad, ausentismo laboral y daños de muchos tipos causados por los drogadictos es también muy alto. No veo la razón para que estos costos sean asumidos por el Estado.

¿De verdad quieren que el gobierno pacte con los narcos?  Los barones de la droga no se han preparado para la legalidad,  su mundo es otro y no lo van a cambiar. La violencia en el Chicago de los años veinte del siglo pasado no terminó con la legalización del alcohol, sino cuando el Estado decidió liquidar la corrupción judicial, cesó a los policías que protegían a los traficantes y eliminó a  los alcaldes amigos de Al Capone.

Legalizar las drogas es aceptar la derrota. Y llevaría a sentar jurisprudencia criminal: si no se puede acabar con la corrupción, entonces hay que legalizarla; si no se puede terminar con la pedofilia, entonces legalizarla, si no se puede terminar con el fraude electoral, entonces reconocerlo en las leyes.  No suena muy lógico.

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