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Cómo nos autoengañamos (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

Debemos entender, y aceptar, que el autoengaño opera tanto a nivel individual como colectivo. El precio de la pertenencia a cualquier grupo o partido es no darnos cuenta de nuestras propias dudas y no cuestionarnos el porqué el grupo o partido hace lo que hace y cómo lo hace.

Morelia, Michoacán, 19 de noviembre de 2019.- Daniel Goleman es un psicólogo, periodista y escritor norteamericano, que saltó a la fama mundial con un best seller internacional, “Inteligencia emocional“, el cual vendió más de 5 millones de ejemplares y ha influido bastante en diversos campos de la psicología tanto clínica como laboral.

Entre sus otras obras ha escrito “El punto ciego. Psicología del autoengaño“, un análisis de las diversas formas en que los seres humanos nos autoengañamos para protegernos de la ansiedad, el fracaso y el dolor.

Esencialmente sostiene que el autoengaño es muy difícil de aceptar y que resulta prácticamente imposible “darnos cuenta de que no nos damos cuenta”, afirmación que en México nos remite al reclamo que hizo The Economist a Peña Nieto en el 2015 “Peña Nieto no entiende que no entiende”; pues si, ni EPN ni su cohorte de asesores entendieron que la estaban regando desde el punto de vista político; y las consecuencias las estamos pagando.

Debemos entender, y aceptar, que el autoengaño opera tanto a nivel individual como colectivo. El precio de la pertenencia a cualquier grupo o partido es no darnos cuenta de nuestras propias dudas y no cuestionarnos el porqué el grupo o partido hace lo que hace y cómo lo hace. El partido, por su parte, aplasta toda disidencia siguiendo el ejemplo soviético que afirmaba “nosotros nunca nos equivocamos”.

El autor recurre al concepto de “punto ciego” para ilustrar su teoría. ¿Qué es eso? Va una explicación sencilla; resulta que en la parte posterior del ojo hay una zona que carece de las terminaciones nerviosas que tapizan el resto de la retina. Esta zona es un “punto ciego” que no transmite información al cerebro. Es una metáfora fisiológica, que describe nuestras dificultades para ver las cosas tal y como son. De manera coloquial podemos decir que nos colocamos una anteojeras, sólo vemos lo que deseamos ver; fenómeno harto frecuente entre los seguidores y fanáticos de un partido o persona.

Se puede afirmar que nadie se halla libre del autoengaño, esa estrategia mental que nos permite esquivar la realidad para evitar asumir las consecuencias; aceptemoslo, todos en algún momento lo hemos presentado.

Pero también existe también el autoengaño que opera de manera consciente; una persona sabe que tiene que realizar algo, pero se convence a sí misma para dejarlo para mañana; alguien reconoce que tiene un problema y se autoengaña pensando que el tiempo lo solucionará. En estos casos la mentira está tan bien armada que ni siquiera se es consciente de ella.

Así, una persona puede descubrir que ha borrado de su memoria hechos importantes o que se ha mantenido ciega ante las claras evidencias de que su vida de pareja ya se ha ido al traste, es irredimible y ya se fue por la cañería. El autoengaño es sutil, es difícil darse cuenta de lo que preferimos ignorar.

Todas las personas tienen puntos ciegos, zonas de su experiencia personal en las que son proclives o de plano desean autoengañarse. Estas lagunas mentales tienden a ser rellenadas con explicaciones racionales o francas imaginaciones.

Es hecho comprobado que no percibimos la realidad tal y como es, sino que elaboramos nuestra interpretación particular, incluso la memoria resulta altamente engañosa, pues contiene una serie de filtros que seleccionan la información.

En otras palabras, esquivamos la realidad. Y eso definitivamente no es bueno; a mediano y largo plazo puede resultar terriblemente malo. Lo dice ya Antonio Machado «Peor que ver la realidad negra es el no verla». En otras palabras, problema que se soslaya, estalla.

Por eso, lo más importante es mantener un pacto de honestidad con uno mismo. Y dado que siempre resulta difícil detectar los propios trucos, se necesita el espejo de los demás. Con sus comentarios, sus críticas y su visión distinta, desde otra óptica, las otras personas contribuyen a iluminar rincones que permanecían ocultos. No seamos sordos ni ciegos.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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