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COVID-19, tratamiento y vacunas (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

La enfermedad que ocasiona este coronavirus, el COVID-19 es peligrosa; a la fecha el número de defunciones ya supera los dos millones en el mundo y la cifra se incrementa día con día. Y si bien su tasa de letalidad puede ser relativamente baja, entre el 3% y el 7% no hay manera de vaticinar quién va a morir.

Morelia, Michoacán, 19 de enero de 2021.- Antes que nada una aclaración, este es un artículo destinado a población abierta, no a una revista de medicina, por lo tanto, el lenguaje utilizado trata de ser  lo más simple posible,  al alcance de un lector de cultura promedio, evitando al máximo el uso de  términos especializados. Si se me pasa alguno, es mi culpa y pido una disculpa anticipada.

Actualmente el mundo se enfrenta a una pandemia ocasionada por un coronavirus, uno de tantos virus que potencialmente pueden causar enfermedades de leves a mortales. Y a nadie informado y en su sano juicio se le puede ocurrir afirmar que esta pandemia no existe, que es un invento de tal o cual organización, un complot para “controlar” o manipular a la humanidad con aviesos fines,

La enfermedad que ocasiona este coronavirus, el COVID-19 es peligrosa; a la fecha el número de defunciones ya supera los dos millones en el mundo y la cifra se incrementa día con día. Y si bien su tasa de letalidad puede ser relativamente baja, entre el 3% y el 7% no hay manera de vaticinar quién va a morir y quien solo presentará un cuadro leve, o bien ni cuenta se dará de qué se enfermó; se enterara solo  si por curiosidad  se hace una prueba.

Se sabe que existen factores que agravan el pronóstico, básicamente edad avanzada, obesidad, ser diabético, hipertenso y tener un problema inmunológico, pero la verdad es que también mueren adultos jóvenes e incluso niños. No hay manera de saber qué evolución tendremos, todo depende  de nuestro sistema inmunológico y de la carga viral que recibamos al momento del contagio;  no es lo mismo tener  un contacto de segundos y superficial con un enfermo que un contacto prolongado, como por ejemplo tener como compañero de asiento en un viaje largo a un portador asintomático.  La verdad es que contagiarse viene siendo algo así como jugar a la ruleta rusa.

Otro dato importante. A la fecha no existe un solo medicamento que cure el COVID-19, nada, ni uno solo. No hay. Al ser un virus los antibióticos no le hacen nada, los antivirales actuales no tienen mayor indicación y sus aislados éxitos son discutibles y anecdóticos. El uso del popular dióxido de cloro es un verdadero disparate, una tomadura de pelo, no tiene ningún soporte científico. El “argumento”de  que muchos lo han tomado y no se han enfermado es similar a decir que tenemos un amigo que desde que inició la pandemia se toma una Pepsi Cola  diaria y jura y perjura que esa es la razón por la que no se ha enfermado. Es, por dónde se le vea, una falacia de falsa causa, Post hoc ergo propter hoc, expresión latina que significa “después de esto; entonces, a consecuencia de esto”.

Para fines prácticos un cuadro grave de Covid-19 se maneja con sintomáticos y medidas de apoyo, analgésicos, antitérmicos, esteroides en determinado momento, oxígeno por puntas nasales y finalmente intubación para ventilación mecánica. No hay un medicamento específico que elimine el virus, ni funcionan escapularios ni “detentes”.  Un dato triste. En México la letalidad del COVID-19 es muy alta; en este mes de enero México tiene el primer lugar en tasa de letalidad por COVID-19 en el mundo según datos de la Universidad Johns Hopkins; fallecen casi nueve personas por cada 100 contagios confirmados de COVID-19. Esto solo se puede calificar como escalofriante. ¿Motivos?  Muchos, entre otros la falta de concientización de la población, su valemadrismo, la baja cantidad de pruebas diagnósticas que se realizan, su alto costo y un sistema de salud mal preparado, sin recursos suficientes, desbordado desde el inicio y ahora definitivamente colapsado.

¿Esperanzas? Solo las vacunas. En el caso de las vacunas contra el COVID-19, hay principalmente dos sistemas que son los más usados: Vacunas de RNA mensajero: estas, a diferencia de las vacunas tradicionales, no se inyecta un virus atenuado o inactivo, sino más bien se transmite información de las proteínas para enseñar a nuestras células a producir esa proteína que está en la superficie del virus y le ayuda a engancharse a nuestras células. Como el cuerpo ya ha producido esa proteína y tiene anticuerpos contra ella, cuando llega el virus con ella, es rechazada y no puede anclarse. Y las vacunas de vectores virales: se inyectan virus neutros incapaces de replicarse en los cuales se incrusta la proteína del coronavirus SARS-CoV 2 para que el cuerpo, de la misma forma, genere anticuerpos contra ella y sea rechazada al llegar el virus que produce el COVID-19. 

Ahora la duda de algunos, ¿Debemos vacunarnos? Definitivamente si,  por el momento es la única manera razonable para protegernos de una enfermedad potencialmente mortal.

¿Es segura la vacuna?  Las pruebas han mostrado la seguridad de las vacunas ya autorizadas y los efectos adversos han sido en muy pocos casos, como sucede con cualquier medicamento, recuerden que incluso la popular aspirina es capaz de ocasionar cuadros gravísimos o fatales.

Actualmente (escribo el 18 de enero), en México hay 2 vacunas autorizadas por la COFEPRIS para uso de emergencia en México: la de Pfizer – BioNTech (que ya se está aplicando) y la de AstraZeneca y se contemplan también, en caso de validarse,  otras como la rusa Sputnik V y la china de CanSino Biologics. 

La mayoría de las vacunas anti-COVID-19 requieren 2 dosis. Las segundas dosis de Pfizer y AstraZeneca se aplican 21 y 28 días después, respectivamente.  La vacuna de CanSino es de una sola dosis. Ninguna protege al 100%, pero sí va a hacer que el cuadro sea mucho más leve y dure menos.

Se termina el espacio, pero considero que son los datos más interesantes.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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