Editoriales

De la presidencracia a la narcocracia / Hugo Gama

Hugo Gama es Maestro en Derecho por la Universidad La Salle México, así como abogado especialista en propiedad industrial
Hugo Gama es Maestro en Derecho por la Universidad La Salle México, así como abogado especialista en propiedad industrial

Hoy en el país, tenemos gobernantes que de cualquier forma emanan de la ilegalidad, unos de la presidencicracia, despensacracia, telecracia o la narcocracia. El pueblo, el titular de la soberanía, quien debiera disfrutar del monopolio de la elección de los gobernantes, sólo es un espectador

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Morelia, Michoacán, 10 de octubre de 2014.- Históricamente, México ha sufrido de la ausencia de la democracia. Desde la época de la Conquista hasta la Revolución Mexicana, el poder no se ha obtenido y ejercido gracias a la intervención del pueblo; aunque existieron intentos de democracia durante la Reforma, la inestabilidad política no permitió su arribo, pues la lucha entre conservadores y liberales, así como las invasiones, evitaban que el país fuera pletóricamente una republica democrática; a fines del siglo XIX y principios del XX, el porfiriato eliminó toda ilusión democrática, lo cual dio paso a la Revolución Mexicana.

El inició del movimiento armado de principios del siglo XX tuvo su origen en la lucha por la democracia, a la cual se le sumaron otros movimientos que unidos ocasionaron  la caída de la dictadura y cuyo movimiento culminó en 1917 con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que hasta el día de hoy tienen vigencia, y en la que hasta hace poco aún se encontraba reflejado el espíritu revolucionario, pues las reformas iniciadas en los años noventas que han tenido su conclusión este mismo año, eliminaron de la Carta Magna las causas revolucionarias.

Durante casi todo el siglo XX, la democracia continuó siendo una ilusión, pues posterior a la Revolución hasta los años ochentas, los cargos públicos eran designados por el Presidente de la Republica, los Gobernadores y los Presidentes Municipales, ya que eran ellos quienes designaban a sus sucesores, por supuesto, simulando elecciones democráticas, libres y autenticas, a lo cual, podemos denominarle como la presidencracia.

En la “elección” presidencial  de 1988, el PRI vio amenazada la presidencracia, puesto que existía el ánimo ciudadano de migrar a la democracia, sin embargo, el PRI del momento (Salinas, Aspe, Barrios, Camacho, Colosio, Rojas, Zedillo, Bartlett, Gamboa, Hank, entre otros) encabezado por Miguel de la Madrid, provocó el primer gran fraude electoral, entregándole ilegalmente la presidencia a Carlos Salinas de Gortari.

A partir de 1988, el PRI entendió que las elecciones podrían convertirse en un asunto serio y que la voluntad del presidente ya no era determinante para la sucesión del poder, por ello Salinas dio origen al programa social denominado “Programa Nacional de Solidaridad”, cuyo objeto era “combatir la pobreza y la desigualdad”, mismo que fue operado por Carlos Rojas Gutiérrez y Luis Donaldo Colosio, sin embargo, la finalidad real de ese programa, fue siempre manejar una política clientelar, es decir, comprar y manipular el voto por medio de limosnas a las clases populares, es en ese entonces cuando aparece la despensacracia.

El gobierno salinista (ya con la aparición de organismos autónomos electorales) simuló elecciones en municipios y entidades federativas, permitiendo la llegada de la oposición a gobiernos locales, eso con la finalidad de “demostrar” la pujante vida democrática del país. Lamentablemente, tanto el PAN como el PRD entendieron el juego de las despensas, y empezaron a practicarlo.

En los últimos respiros del siglo XX, la clase política, concibió que la despensacracia debía ir acompañada de nuevas estrategias que permitieran la imposición de los gobernantes, naciendo en ese momento la telecracia, jugando un papel importantísimo el duopolio televisivo, pues se han encargado desde entonces de crear candidatos frituras, susceptibles de vender como productos de primera calidad, aunque se trate de un fraude publicitario. A partir de la intromisión ilegal de las televisoras (receptoras de beneficios que fortalecen su dominio), los políticos tramposos y los medios masivos de comunicación, se han encargado de poner y eliminar políticos.

Ahora bien, las ilegalidades provocadas por los propios políticos, llevaron a otra ilegalidad, es decir, se hizo una cadena de ilegalidades, pues de la presidencracia, la despensacracia y la telecracia, el político dio paso a la narcocracia. Una vez que los políticos entraron a jugar todos los juegos, la competencia por el poder se hizo más fuerte, obligándolos a buscar alianzas con las fuerzas oscuras para garantizar sus triunfos.

Esas fuerzas entendieron pronto que la ambición de la clase política es un defecto que se puede explotar, y de hacer alianzas, pasaron a entrar al juego, imponiendo candidatos y gobernantes, sumándolos a sus filas u organizaciones. La narcocracia entendió que el ejercicio del poder les permitiría realizar sus actividades con mayor facilidad, además de echar manos de los recursos públicos para fortalecer su economía.

Hoy en el país, tenemos gobernantes que de cualquier forma emanan de la ilegalidad, unos de la presidencicracia, despensacracia, telecracia o la narcocracia. El pueblo, el titular de la soberanía, quien debiera disfrutar del monopolio de la elección de los gobernantes, sólo es un espectador, al cual se le hace creer que tienen la capacidad de designar a sus gobernantes, quien además es víctima del poder, ya que si se rebela o manifiesta, sin pudor alguno lo hacen a un lado.

En conclusión se puede afirmar que, hasta el día de hoy, la democracia es únicamente una bella palabra de la Constitución, que conocemos sólo en teoría gracias a los libros, pero que jamás hemos ejercido, pues lo que ha existido en lo que va de este siglo y del pasado es la presidencracia, despensacracia, telecracia y narcocracia.

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