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Diálogo: Me tienta que no haya TLC

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

Muchos hacen del fin del TLC el gran problema de México y hacen cundir el pánico. Si termina no pasa nada y traerá ventajas.

Morelia, Michoacán, 24 de octubre de 2017.- El gerente de una gran televisora expresa con convicción: “me tienta que no haya TLC”.

En este momento de incertidumbre, de nubarrones negros para algunos, es tiempo de reflexionar con amplitud de miras, con una mirada serena y profunda para entender y encontrar la salida.

En la agenda de los medios es de primerísima importancia la revalidación del TLC. Hay un sector importante de la sociedad que siente que si no se renueva habrá efectos catastróficos para sus negocios y su vida de privilegios. Temen un apocalipsis.

No es lo mismo para las mayorías de pobres.

El Tratado tiene una importancia inmensa en el modelo de vida de los países desarrollados: hacer grandes negocios, pagarse vacaciones carísimas en el extranjero, tener una vida de consumo y de placer.

Si queremos vivir como los países del primer mundo, teniendo como meta concentrar todas las riquezas, entregándose al placer fino, exacerbado e irracional, viviendo como jeques árabes o príncipes, como reyezuelos que quieren concederse todos los caprichos. Ellos necesitan hacer tratados que les permitan compartir los lujos.

Ese bienestar y abundancia de bienes, la satisfacción que procura es sólo un aspecto parcial y menor de la vida humana.

Hay otra dimensión, otros espacios de sabiduría y libertad que permiten al hombre desarrollar otras facultades, cultivar otros dones, aspirar a las riquezas del espíritu, la libertad, la sabiduría, Dios, la belleza, bienes que no son producto de las máquinas ni se negocian en dólares en la bolsa de valores.

Hay otro estilo de vida en la sencillez y el despojo de vanidades que son el tesoro de héroes y santos, que fueron prototipos de grandeza de alma, plenitud, realización personal: Gandhi, Francisco de Asís, Vasco de Quiroga, Pedro de Gante, Motolinía, Morelos.

Hace bien tomar la distancia de los Estados Unidos, Canadá y los grandes productores y no seguir ahí aferrados de una manera pasiva, sumisa, copiando recetas.  Ya no podemos vivir atados al carro de la gloria de otros pueblos.

Ya basta de imitar y copiar otros modelos de una vida de producción y progreso según las características de otros pueblos sin tomar una distancia crítica.

Basta de ser los perdedores en el mercado mundial por la actitud entreguista de nuestros gobernantes. Las transnacionales se llevan lo mejor de nuestros productos, nos dejan las sobras. Ellos disfrutan de nuestros recursos y se enriquecen. Nos dejan un territorio empobrecido, exhausto.

Si tenemos otro modelo de vida de sencillez, despojo de lujos, si aprendemos a vivir sin derroche, justo con lo esencial, seremos sabios y libres.

Si nos sacudimos la programación de cultivos que hacen las grandes empresas, si programamos nuestras siembras para alimentar regiamente a nuestros campesinos y obreros. Ya es tiempo de disfrutar nuestros ricos recursos naturales, como la fruta.

Después de todo, los grandes negocios benefician a un porcentaje ínfimo mexicanos. Veinte familias concentran más del diez por ciento del producto interno de México. Millones de mexicanos se quedan en su pobreza, a veces extrema, más del cincuenta por ciento.

Es la gran oportunidad de recuperar nuestra identidad, nuestro modelo de vida, nuestros programas, según nuestra dignidad.

Es la hora de ser grandes, ser nosotros mismos, tener una identidad nacional y proyectarnos hacia un futuro rico, grandioso, feliz, como lo hacen los otros pueblos que nos llevan entre las patas.

¿Renovar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte? No seamos simplistas ni ingenuos. Busquemos el bien de México y los intereses primero de los mexicanos, de las mayorías pobres y desesperanzadas.

Para eso necesitamos un gobierno que ponga en su agenda primero los grandes problemas de México y los intereses de las multitudes pobres.

Es necesario que la clase dirigente cambie la agenda social. Que no busquen engordarse a base de poder y de riqueza fácil e injusta, que no vean primero sus intereses facciosos: conservar o ganar el poder, ganar mucho dinero, llevar una vida con los lujos del primer mundo.

Y el mexicano de las mayorías pobres, ¿Qué tiene que hacer? Él es el más importante, de él dimana el poder, es la célula de la sociedad con una energía atómica capaz de sacudir el mundo y cambiarlo.

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