Educación, aspiración de los michoacanos / Horacio Erik Avilés Martínez
Especialmente, la gobernabilidad de nuestro sistema educativo es sumamente precaria, con fallas sistémicas y falencias que datan del siglo pasado. Volver a desestabilizarlo, a pesar de todos los recursos invertidos, incluido el capital político, sería un lamentable retroceso a la barbarie.
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Morelia, Michoacán, 03 de marzo de 2017.- A diecisiete meses de iniciada la actual administración estatal, aún nuestro sistema educativo no ha logrado superar una gran cantidad de problemas. Es sin duda el rubro más doliente y requiere trabajo febril e incansable para resolver las enormes carencias acumuladas tras décadas de olvido, de corrupción y omisión. No hay forma de realizar treguas, ya que las métricas de la educación estatal que reflejan abandono continúan mostrando una situación alarmante, que requiere intervención contingente y transversal ya que sus efectos nocivos se reflejan en materia de seguridad, de la política migratoria, en cuanto a finanzas públicas, desarrollo económico, participación ciudadana, transparencia y rendición de cuentas, ciencia, tecnología e innovación, entre muchos otros ámbitos. Es la educación de calidad, la piedra de toque para resolver nuestras dolencias colectivas y a la vez, en sentido contrario, el nodo donde confluyen los males.
Las denuncias continúan acumulándose ante las instancias garantes del derecho a aprender de los michoacanos; la corrupción e impunidad no se han erradicado del todo de nuestro sistema educativo estatal. Los grupos de interés al interior de la Secretaría de Educación en el Estado continúan pujando por seguir haciendo prevalecer su ideología y sus mecanismos de control de los procesos. Es impensable permanecer impávidos ante las situaciones que se describen día a día en las planas de los diarios. Más aún, ya habiéndose asumido la responsabilidad de transformar nuestro sistema educativo, no hay tiempo para descuidar el camino que se ha emprendido y sobre del cual se han dado los primeros pasos. El trabajo todo lo vence y cuando los resultados del mismo sean de calidad, dignos y decorosos, al mostrarlos al resto de la nación convencerán a propios y a extraños de que verdaderamente el modelo administrativo y político emprendido desde Michoacán vale la pena y merece ser replicado y multiplicado en el resto de la nación. Mientras esto no suceda, vale la pena no desesperar y seguir perseverando en el esfuerzo cotidiano por cumplir y hacer cumplir la ley en el ámbito educativo, generando ejemplaridad y tocando conciencias para que se sumen los michoacanos a un movimiento transformador desde nuestro sistema educativo.
Especialmente, la gobernabilidad de nuestro sistema educativo es sumamente precaria, con fallas sistémicas y falencias que datan del siglo pasado. Volver a desestabilizarlo, a pesar de todos los recursos invertidos, incluido el capital político, sería un lamentable retroceso a la barbarie.
Más allá de los vientos políticos que soplen a nivel nacional y de la refriega interna que pueda existir en algún partido político, corren riesgo la autoridad, el principio de orden y una naciente gobernanza en el ámbito educativo, lo que ha costado centenares de miles de millones de pesos aplicados ineficientemente y millones de michoacanos recibiendo educación precarizada durante las últimas tres décadas, lo que ha truncado sus sueños y deseos, llenando de frustración y de miseria a nuestra entidad. Necesitamos continuidad y seguimiento, así como una autoridad firme, puesto que Michoacán no puede ni merece ser considerado un escalón, ni una moneda de cambio, que se preste a generar posicionamientos políticos a nivel nacional en un partido político, que no está por encima de las aspiraciones y anhelos de los michoacanos.
En nuestro sistema educativo perviven responsabilidades de tiempo completo por ejercerse a plenitud; por lo que si es necesario realizar fintas políticas, hay que tener cuidado en que no haya sobresaltos en Michoacán, porque los márgenes de operación en su sistema educativo son escasísimos, a la par que las necesidades de mejora son enormes, entonces más vale que el poder ejecutivo michoacano arrope con toda su fuerza el desarrollo de la educación estatal, antes que descuidar esa posición en aras de resguardar o incluso, desear alcanzar otra. Dar un paso a la vez puede llevar a corresponder plenamente a la confianza depositada de los michoacanos, la cual en sí misma constituye a su vez, el más alto honor que puede recibir un funcionario michoacano y es la mejor campaña posible.
Ojalá algún día fuese noticia en cadena nacional el deseo vehemente por transformar la educación estatal y en ella estén dispuestos a participar actores e instituciones políticas de otras entidades federativas, arropando una cruzada de esa magnitud, pero que no sea el intrínseco descuido de nuestra educación ante una posible ausencia de autoridad, lo que modifique la incremental percepción social de una naciente rectoría de la educación estatal.
Definitivamente, la aspiración, no de uno, sino de 5 millones de michoacanos, dentro y fuera de nuestro territorio geográfico recae casi exclusivamente en el sistema educativo estatal. ¡Que no haya distracciones!
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