Editoriales

El derecho humano a indignarse (Por: Mateo Calvillo Paz)

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

En esta situación de crimen y de falta de ley y de autoridad, la indignación gana a muchos. Urge que el gobierno no niegue la realidad, la asuma y la enfrente.

Morelia, Michoacán, 23 de marzo de 2018.- ¿Cómo podemos ayudar a detener esta caída libre en la descomposición social, en el vacío de terror y muerte?

Los criminales irrumpieron en el restorán de mis amigos, sobre la carretera a Maravatío abriendo fuego contra todo. Asesinaron a un chico inocente, enfermo y a un hombre adulto. Al dueño, que se acercó al asesinado, le dispararon a muerte.

A mis hermanos procedentes de la ciudad de México criminales les dispararon en su auto en Zirahuén. La gente comenta que eso sucede con frecuencia.

La población con sentido común percibe la situación de descomposición social, hemos perdido el estado de derecho. No se ven las autoridades de los tres poderes intervenir para defender el derecho y la justicia, para proteger a la persona humana.

No se resguarda el orden público para disuadir a los delincuentes. No se sanciona a los criminales, se manipulan las leyes para protegerlos. Los ciudadanos sencillos comentan que se protege el delito de muchos que están en el poder. Muchos de ellos, como los Duarte, y los ex gobernadores de Tamaulipas lo confirman.

Sueltan a los criminales que asesinan en lugares públicos, como aquel que mató a su pareja en la ciudad de México.

La policía no llega oportunamente o, si llega, lo hace con propósitos absurdos. En lugar de actuar con rapidez, empiezan a decir con toda calma: “es que hay que ir a poner la denuncia… Necesito el número de serie…”

No están donde se necesitan, donde está el crimen. Están para complicar los asuntos, con una tramitología infernal e inútil.

Urge que todos los ciudadanos, empezando por lo alto de la pirámide, abramos los ojos a la realidad de Estado fallido, de inseguridad, de desamparo. Lo que pasa a nuestros hermanos, nos puede pasar a todos.

La realidad de muerte está ahí, no se puede ocultar el sol con un dedo, hay que tener un mínimo de honestidad y de sentido común para aceptarla y asumirla. No podemos más refugiarnos tras las fantasías de declaraciones insipientes: “estamos haciendo las cosas bien… Hemos abatido los índices de inseguridad y violencia… El Estado está en paz…? Se sienten seguros quienes viajan en helicóptero o con guaruras.

El ciudadano más humilde es tan responsable como el gobernador y debe buscar cómo resolver esta situación lamentable de la sociedad. Cada ciudadano es responsable del Reino, escribe Saint- Exupéry,

La indignación es un sentimiento necesario para actuar en momentos difíciles, con la valentía que exige el momento. Sólo las personas débiles, con baja autoestima no sienten indignación no la reprimen y agachan la cabeza. Indignación es sentimiento de nobles y valientes y está en el corazón de los humildes.

Cualquier ciudadano debe buscar la manera de hacer que la autoridad vea la realidad, la acepte, la asuma. No es posible vivir engañándose en retóricas falaces, haciendo creer a los ciudadanos humildes que todo está bien, como si se tratara de débiles mentales.

La exigencia vale para todos es necesario que hasta el último de los ciudadanos tome conciencia de la gravedad de la situación que estamos viviendo, se nos derrumba el edificio social en este sismo del crimen de los hombres. No podemos seguir actuando como irresponsables, enajenados, ineptos.

La exigencia es también de poner a los responsables frente a la realidad, que abran los cinco sentidos para percibirla. Hay que exigirles honestidad y verdad, no creer declaraciones falsas, exigir la verdad, la coherencia y el compromiso en favor de la convivencia en justicia y paz.

En teoría es simple y fácil, pero en la práctica, qué difícil es hacer el enlace con la realidad y pasar a los hechos. ¿Se puede esperar algo más terrible para despertar a la nación? ¿Cómo despertar a cada ciudadano para que elijan autoridades despiertas, cercanas al pueblo, que sientan en carne viva la desgracia nacional?

Finalmente, es cuestión de decisión personal y de pasar a los hechos. Cada ciudadano puede poner el gran esfuerzo para despertar y así impulsarán en los demás la toma de conciencia lúcida y el compromiso con la construcción de la paz.

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