Editoriales

El Evangelio Hoy: El leproso es México

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

El hombre es una criatura pobre, enfermiza, mortal. Necesita a Dios en Cristo para que lo libre de la lepra del alma, la corrupción, la injusticia.

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Morelia, Michoacán, 11 de febrero de 2018.- En tu vida. Juan es sensible a tanto crimen, injusticias, inseguridad. Ya no confía en los gobernantes, siente que el país no tiene esperanza.

Lupita conoce a los candidatos y le decepciona, siente que para México nada va a cambiar.

Dios habla. Dios creó a los hombres, son sus criaturas. Los destinó a la vida plena, feliz, inmortal. Los puso en el mundo, que por el pecado de los hombres se convirtió en un lugar de prueba, pasajero. El hombre es muy limitado, no es Dios.

Este mundo no es el destino definitivo del hombre. En este mundo tenemos que enfrentar pobrezas, sufrimientos, enfermedad y muerte. Somos pobres criaturas, como gusanos que necesitan recurrir a la grandeza y poder de Dios.

Somos seres precarios, tan poca cosa porque somos criaturas. Necesitamos de Dios y de los demás. La suerte de los leprosos del relato del Levítico pinta bien la condición del hombre en la sociedad, manchado, puede contagiar a los demás.

El hombre está enfermo en su alma por el pecado. La lepra, enfermedad y mancha, significa esta condición.

Hay una larga fila de leprosos que desfilan a lo largo de la Biblia y del Evangelio.

En su vida pública Cristo, el Hijo de Dios cura a muchos leprosos pero también los libera, del pecado.

El problema primero y más grave de México es la falta de moral, la corrupción, la perversidad. La pérdida más grave no es la falta de inversiones o la caída del peso o el desempleo es la pérdida de la conciencia moral.

El pueblo de Dios que peregrina en México está infectado de pecado: corrupción, crimen, impunidad, infracciones a la ley, engaño y falsedad, tendencias diferentes que son perversiones muchas veces y toda suerte de maldades.

El hombre sin temor de Dios y sin libertad para abstenerse de pecar, se permite todo, nada es pecado, se guía por el gusto, el capricho, el oportunismo. El hombre no tiene ley ni voluntad de obedecerla.

En la conciencia colectiva se ha perdido el sentido del bien y del mal, el imperativo categórico de hacer el bien. Se ha creado un ambiente de relativismo moral, de permisivismo. En lo moral, el hombre va aturdido, perdido, haciendo el mal e hiriendo a la sociedad.

La sociedad es como un cuerpo en descomposición que hierve en gusanos y virus. Está enferma de lepra o SIDA. Flota a la deriva como en un lago de aguas nauseabundas es, peor que en Pátzcuaro y Cuitzeo.

Se puede sanar al enfermo. No será con las pocas ganas de los líderes que andan en un juego tras otros intereses bastardos, facciosos.

A la clase dirigente, a la clase política no le interesa sanar a México y levantarlo. Aunque quisiera a los líderes les hace falta el heroísmo, la entrega para sacar a México de la corrupción.

Ellos dicen que si quieren y si lo van hacer, pero es sabido que no dicen lo que sienten, lo que buscan, que son sólo palabritas para envolver a la gente y utilizarla.

Los católicos sabemos quién nos puede sacar de esta postración, corrupción, malos gobiernos. Sabemos quién si quiere y ama a México, Jesucristo el enviado, ungido para rescatar a los hombres y liberarlos de la maldad y bajas pasiones.

El Mesías tiene todo el poder de Dios para sanar a los mexicanos y a la nación. Hay que dejarse alcanzar, dejarse curar, hay que tener fe y humildad.

Vive intensamente. Hazte discípulo, seguidor de Jesús. Escucha su palabra, cumple sus mandamientos, no seas un mundano más.

Cristo con nosotros. Aquí está Cristo, el maravilloso Mesías de los enfermos, te invita a su mesa, te alimenta con su cuerpo y con su sangre

Para platicar en familia. No sólo la persona, toda la familia necesita buscar a Cristo y pedirle el milagro de su salvación.

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