Editoriales

El Evangelio Hoy: En el Mundo hay malvados

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

Los hombres de hoy pierden la conciencia moral y el sentido del pecado, todo se vale. Es necesario detectar el mal y los malvados.

Morelia, Michoacán, 24 de septiembre de 2018.- En tu vida. Cuando los líderes prometen sabiendo que por no van a cumplir ¿tienen conciencia de que están haciendo el mal?

¿Ha cambiado la naturaleza humana, ya no somos morales sino criminales? Es el relativismo, todo se vale.

Dios habla. Es necesario que el hombre se apoyen en ciertas verdades: el hombre no es Dios, no fija el bien y el mal. Si pierde piso flota y se pierde, se destruye.

Guiado por Dios, el hombre sabe valorar las personas, los acontecimientos y las cosas con criterio sano, está en la verdad.

Igual dígame buenas noches es La tendencia actual del agnosticismo lleva a los hombres negar la verdad como valor sólido e inmutable. No aceptan las verdades objetivas, que se nos imponen desde fuera, según la sana filosofía y la Revelación.

Caen en el relativismo, todo se vale según la conveniencia, todo se define según el interés de los poderosos. Ellos tienen su propia verdad y la imponen. Imponen las leyes no porque sean justas sino porque ellos son mayoría. Avalan las elecciones cuando ellos ganan. Están enajenados.

Cancelan la reforma educativa, por arrogancia o capricho. Se sienten triunfadores pero el mal se les revierte y hacen un gran daño a la nación.

Nos encontramos en las sociedades “líquidas”, todo se diluye, en el relativismo.

En esta filosofía se pierde la frontera entre el bien y el mal, todo lo que le conviene al jefe es bueno, aunque sea malo para millones de personas.

Hay quien cree que todo lo que hace hombre es bueno. Se acabaron los criminales, la vergüenza y la dignidad.

Dios, en su Revelación, establece la verdad: en el mundo hay gente mala, criminales, opresores despiadados, ladrones rapaces. Como hay personas justas.

En nuestra sociedad no hay conciencia moral, no se distingue entre el bien y el mal. La ley ha perdido su vigencia, ya no existe para los delincuentes y tampoco para las autoridades judiciales que nos sancionan a los criminales, que han complicado los trámites para liberarlos y se les deja ir sin practicar la justicia.

El salmo señala la presencia de los malos. “Señor, escucha mi oración… gente arrogante y violenta contra mí se han levantado… Dios los tiene sin cuidado”.

Los poderosos no lo toleran a quien critica y buscan aplastarlo como en libro de la Sabiduría. I se hacen los ofendidos y ya le den con sofismas, sin razón, contraatacan. “Tendamos una trampa al justo porque nos echa en cara nuestras faltas a la ley, nos reprende las faltas”.

La historia de la corrupción se repite y los poderosos aplastan al humilde, como en Cristo los corruptos de su pueblo.

Fue honesto, sincero y valiente para denunciar los crímenes. Anuncia que lo van a secuestrar y a matar cruelmente pero resucitará, Endurece su rostro y entrega su vida.

Su muerte, como después la muerte de los inocentes, nos trae la redención. ¿Es necesario que se derrame la sangre para vencer a los corruptos de la historia?

Es como ahora, el justo que denuncia, que no recibe moches, es perseguido, desaparecido, pagan su osadía con su vida como Cristo.

Es una ley no escrita que la sangre humana riegue los campos y las calles para liberar la historia de la perversidad y acabar con las tiranías e injusticias.

El que quiera acabar con las tiranías y aliviar a los pobres, no debe ser arrogante sino servir como el último de todos y de la ciudad se si es cosas pueden ir entregar su vida. Entiéndalo, prepotentes.

Vive plenamente. El cambio deseado de México se logra siguiendo los pasos de Jesús hasta el martirio.

Cristo está con nosotros. Cristo murió mártir, somos sus seguidores. Nos da fuerza con su Palabra, con su cuerpo y su sangre.

En familia, Es lo mismo, hay que ser el último de todos.

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