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El Evangelio Hoy: Engaño y seducción del divorcio, según Cristo

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

Cristo nos recuerda la obra de Dios: el hombre está hecho para su mujer, no para otro hombre ni para muchas mujeres. El divorcio es pecado.

Morelia, Michoacán, 07 de octubre de 2018.- En tu vida. A Juana le fue mal en su matrimonio y se separó. Se “juntó” con Iván que también fracasó en su matrimonio.

Aparentemente todo está bien, pero los hijos viven con otros hijos que no son nada, en soledad, confusión y dolor.

Dios habla. Para conocer la verdad del matrimonio hay que voltear el Creador que grabó su ley en el ser del hombre y la mujer. Él no nos puede engañar porque nadie nos conoce y nos ama como Él.

Dios creó al hombre y le fijó uno como instructivo, más precisamente le dio un plan y un destino definitivo que cuando lo alcanza vive la gloria y la felicidad plena y definitiva.

Dios formó al hombre, varón y mujer los formó como seres diferentes y, al mismo tiempo, complementarios. El libro del Génesis narra la creación de la mujer, formada de la costilla del hombre, es una forma de hablar. Adán encuentra en ella la ayuda que necesitaba. Exclama: “ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne”.

Queda unido el destino del hombre al de la mujer, íntimamente y definitivamente: “por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y formarán los dos una sola carne”.

Jesucristo cita estas palabras de la Revelación y las confirma definitivamente. Defiende esta relación, su carácter de unidad e indisolubilidad, frente al pecado del divorcio. “De modo que ya no son dos sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió que no lo separe el hombre”.

El divorcio no entra en el plan de Dios. Moisés lo había permitido por la dureza de corazón de los judíos. En el plan de Dios, en la verdad y realidad de las cosas, no cabe el divorcio. El hombre casado y la mujer casada que se une a otra pareja cometen adulterio.

Por la dureza de los hombres de nuestro tiempo, hombres y mujeres se separan y se divorcian muchas veces con ligereza y en varias ocasiones, siguiendo sus bajas pasiones y queriendo tener el placer sexual sin las exigencias de una relación pura y digna, conforme al plan de Dios.

Muchos creyentes de hoy se dejan atrapar por las seducciones del mundo y pecan como los paganos. El divorcio es una epidemia en el mundo de hoy, comparable al SIDA para la familia establecida según Dios.

Hay mucho dolor en el mundo, por las parejas que se separan, deja huellas definitivas en sus almas, ya nada será igual en la relación hombre-mujer.

El impacto demoledor, mortal es en los hijos. Para ellos sí ya nada será igual, el panorama de los hijos de divorciados es lamentable, en sus almas, en la relación con sus semejantes. Encontramos niños y adolescentes con la historia de su vida agrietada, sin ganas de vivir, que sufren la depresión, en la orilla vertiginosa del suicidio.

El hombre y la mujer pierden con frecuencia el sentido de Dios y de sus santas leyes o se creen falsos dioses que pueden permitirse todo. Pecan, introducen el caos y el dolor. Es patético el sufrimiento de los chicos en la situación irregular y agresiva, sin amor.

Quienes siguen a Cristo, y resisten al canto de las sirenas y renuncien a paraísos aparentes, infiernos disfrazados, tienen una felicidad muy pura y real, anticipo de la felicidad eterna.

Vive intensamente. Sé sabio, déjate guiar por Dios, renuncia a los placeres y ventajas del pecado. Tendrás la verdadera felicidad.

Cristo está con nosotros. Cristo es la sabiduría y tiene el secreto de la vida feliz. Nos alimenta con manjares del cielo, su cuerpo y su sangre.

En familia. Enseña a tus hijos a buscar los bienes verdaderos, a resistir a la seducción del demonio y a mantener santo su matrimonio.

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