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El Evangelio Hoy: María tuvo a su hijo primogénito

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

En el momento culminante de la historia, Dios se hace uno como tú, para darte el amor eterno de Dios y la vida nueva feliz e inmortal.

Morelia, Michoacán, 23 de diciembre de 2018.- En tu vida. En la colonia de Juan, casi todas la gente sólo tiene un vago recuerdo de Cristo en Navidad. Y no lo esperan.

Lo más importante son los bienes del cuerpo: comer, beber, comprar regalos y ser felices en este mundo.

Dios habla. El creyente de Cristo es una persona de oración, de adoración, en silencio, sin ninguna prisa. Sólo así puede entrar en el misterio de Dios, dejarse envolvernos de su presencia y vivir los grandes misterios de la salvación.

El proyecto de Dios para los hombres es sublime, adorable. Dios creó admirablemente al hombre y le dio un destino divino. El hombre se reveló, pecó e introdujo el caos y la muerte en el mundo.

Dios hizo un nuevo proyecto para ofrecer su amor y sus riquezas a los hombres y lo fue realizando en la historia de la salvación, toda orientada al momento definitivo, a la gran manifestación de Dios, a la, la realización plena de la salvación.

El proyecto de Dios se prepara y se va realizando a lo largo de la historia. La revelación es palabra y acción de Dios llega a su plenitud en la vida de Jesucristo. El punto culminante de la historia brilla con resplandor divino en la Natividad del hijo de Dios, hecho uno como nosotros.

Cristo, Hijo de Dios hecho hombre entra en la historia, no es un mito. San Lucas que en el cuidado de situarlo en la historia de los hombres, en el reinado de César Augusto cuando Quirino era gobernador de Siria…

La infinita grandeza del acontecimiento se expresa con palabras de transparencia y candor. “María… Tuvo a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en el pesebre…”

Mensajeros celestes proclaman la indecible, tan deseada noticia: “Hoy les ha nacido un salvador, que es el mesías”. San Pablo comenta la buena noticia: “la gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres”.

Las profecías se cumplen, hay alegría desbordante porque Dios interviene, “tú quebrantadas de su pesado yugo la barra que oprimía sus hombros y el cetro del tirano”.

El único Mesías nos libera de los corruptos, soberbios, egoístas. Si la situación de México es sin esperanza, si vamos al caos, la anarquía la violencia y sangre derramada, el hambre y la enfermedad, humanamente no seres salida. Pero Dios interviene y es la verdadera esperanza de México.

Es necesario hacer la opción por Cristo, dejar las bajas pasiones, los vicios y pecados, las pretensiones diabólicas de sentirse divinos. Por “que Dios nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora de manera sobria justa y fiel a Dios.”

El hombre que reconoce a Dios no pierde el piso ni se llena de soberbia ni dice hipócritamente: “es que no somos divinos”.

Se acaba la incertidumbre, el miedo por la violencia. Dios nos redime, el viene en medio de nosotros. “El señor, tus Dios, tu poderoso salvador está en medio de ti. El se goza y se complace en ti, el te ama… No se inquieten por nada”…

Esperamos al Mesías, su encuentro es lo que hace una fiesta diferente a las celebraciones mundanas.

Un problema de los hombres de hoy es que ya no esperan porque lo tienen todo, están llenos de comidas, bebidas y regalos, están saturados de los bienes que satisfacen los sentidos corporales y los dejan hartos y adormecidos.

Hay que romper la tiranía de los sentidos corporales, limpiarse de tanta basura que llena nuestro corazón. Hay que romper el sueño pesado por tanta bebida, comida, por tantos regalos que no sacian, no saturan y no dejan espacio para nada más.

En un primer momento hay que renunciar a tantas vanidades que mantienen atados nuestros sentidos y nos impiden aspirar a algo más. Necesitamos hacer un espacio libre para Dios. Empezaremos a recuperarnos del hastío y de la embriaguez del cuerpo, empezaremos a despertar y a sentir el atractivo de bienes más puros, de lo alto.

El hombre satisfecho siente el peso de la materia, los placeres que lo deslumbran y dominan sus sentidos, los someten a esclavitud.

¿Qué tenemos que hacer en un mundo materialista, ciego que sólo captan los placeres del momento, sensibles?

Es la pregunta que siempre se hace a Juan el Bautista o cualquiera de los profetas. Finalmente, en los momentos de crisis existencial o de prueba nos preguntamos por algo más que el dinero y la satisfacción inmediata de las exigencias de los instintos.

¿Qué tiene que hacer el inmenso pueblo de Dios que deja que su fe se extinga y vive entusiasmado en un mundo brillante donde aparecen cada vez nuevos inventos que lo tienen clavado sin levantar la mirada a horizontes inmateriales?

Despierten, acérquense a la salvación. Dejen un pequeño orificio, un punto de entrada al mundo trascendente. Dejen entrar nuevos cuestionamientos. Liberen en su alma, en sus actividades, proyectos y deseos un espacio para bienes más altos que permiten entrar en un mundo nuevo y conocer un hombre y sed de bienes más puros. Deja que lo infinito se prenda en ti, como una nostalgia y te permite entrar un mundo nuevo, el mundo de la salvación.

Busca apoyos nuevos para darle tu vida un tremendo despertar y nuevos objetos de tu deseo, para percibir el brillo y el encanto de bienes más sutiles, que tienen un brillo más profundo y te ponen en otra dimensión de vida.

Busca un apoyo divino. “El señor es mi Dios y salvador… Mi protección, mi fuerza”. El hace que mane la fuente de la salvación.

Libérate del mundo que sólo tiene sensibilidad e intereses por las cosas materiales del momento. Despierta a otra vida, a otra búsqueda, a una dimensión más profunda, bella, inmortal de la vida.

Vive intensamente. Escucha el llamado de Cristo, conviértete, cambia tu manera de pensar, de actuar, de desear.

Cristo está con nosotros. Cristo está aquí, siente su presencia y su llamado detrás de los signos del pan y del vino.

En familia.  Hay familias que viven sin Dios, presas de lo material. Es la hora de liberarse y buscar a Cristo.

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