Editoriales

El Evangelio Hoy: Nadie cumple los mandamientos

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

Con Cristo podemos salir de la corrupción, basta con cumplir los mandamientos. El problema más grande es la inmoralidad de todos.

Morelia, Michoacán, 02 de septiembre de 2018.- En tu vida. José, sus amigos y vecinos hacen su regalada gana según les conviene: asaltan, mienten, se pasan los altos, sin conciencia moral.

No guarden los mandamientos de Dios. Es la corrupción, la impunidad, por eso hay asesinatos y tantos crímenes.

Dios habla. Dios guía a los hombres, les enseña su sabiduría para vivir. Les entrega un código de moral muy alta y exigente. Es Dios más cercano que todos los dioses.

Moisés los trasmite: “Escucha Israel los mandatos y preceptos que te enseño… Guárdenlos y cumplanlos porque ellos son su sabiduría… ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos…?

La ley de Moisés, el Decálogo son revelados por Dios, por eso tienen una sabiduría eterna, que no puede fallar.

Con el paso del tiempo, los judíos corrompen la ley, es la historia de corrupción de siempre, lo que pasa en México y en todo el mundo. Los escribas y fariseos añaden muchas costumbres, a veces sin sentido y complican la vida de los pobres y la hacen imposible.

Esas costumbres aparecen en el Evangelio de San Mateo. Los judíos acusan a los discípulos de Jesús de no cumplir la ley en sus mínimos detalles.

Jesús sale al paso de la crítica y pone las cosas en su lugar, las prácticas de invención humana y los mandatos importantes promulgados por Dios.

No es el hecho de comer sin lavarse las manos lo que mancha hombre, no es lo que comemos lo que nos hace pecadores.

Jesús llama la atención sobre el corazón del hombre, su alma, el centro de sus decisiones, de ahí salen los pecados contra los mandatos divinos.

Jesús explica la gente: “nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que si lo mancha es lo que sale de dentro porque del corazón del hombre salen las intenciones malas…” Diríamos ahora: la corrupción, la impunidad, el desvío de recursos, los “ moches”, los secuestros, asesinatos, asaltos, la manipulación de las leyes para proteger a funcionarios corruptos. Otros pecados consisten en no aplicar la ley  a los criminales soltarlos por no armar bien las averiguaciones, aceptar sobornos y una lista interminable de delitos que cometemos todos, grandes y pequeños.

Recordamos aquí otra exigencia de Cristo: conviértanse. Se trata de ser hombres nuevos que dejan todas las antiguas mañas y buscan ser justos ante Dios según las exigencias de Cristo en el Sermón de la Montaña.

El primer paso es morir a las bajas pasiones, los vicios arraigados, las mañas y los intereses mezquinos. Si no se ve esta liberación y sólo se cambia de actores en los puestos públicos, que no se corrigen en nada, los ejemplos abundan no se podrá cumplir con el decálogo de Moisés y con la nueva ley de Cristo.

Este es el gran reto que tenemos, con esta conversión cambiaríamos la situación de corrupción, impunidad, injusticia que nos ahoga en México. Si queremos ser serios en superar todos nuestros vicios, necesitamos empezar por la muerte y resurrección de los servidores públicos. Necesitamos hombres nuevos para hacer el cambio y darle a México la vida digna y justa que le han quitado los malos servidores.

La Iglesia de Cristo es el pueblo de los mandamientos. Urge que todos nos liberemos de la corrupción y del pecado y cumplamos los mandamientos de Dios. Si lo hacemos superaremos esta crisis, saldremos de este lodazal de sangre y mugre en que nos ahogamos.

Vive intensamente. La fe es caminar con Cristo, escucharlo y cumplir los mandamientos, hasta el más pequeño.

Cristo con nosotros. Cristo está aquí, te da la fuerza para cambiar recibiendo su cuerpo y su sangre.

Para platicar en familia. No basta que acepten a Cristo, hay que cumplir los mandamientos.

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