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El Evangelio Hoy: Sabiduría de Dios para reconocer a los malos

El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales
El autor es el Presbítero Mateo Calvillo Paz, vocero episcopal y colaborador de diversos medios de comunicación locales, regionales e internacionales

Los agnósticos, es una tendencia, no aceptan la verdad ni la justicia como valores universales, obran según su olfato y se permiten errores y crímenes.

Morelia, Michoacán, 16 de septiembre de 2018.- En tu vida. Cuando Jorge asesina, por $1000, deja unos niños en la orfandad y el desamparo… ¿Está haciendo el mal?

¿Ha cambiado la naturaleza humana, ya no somos morales sino criminales? Es el relativismo todo se vale.

Dios habla. Dios diseñó el hombre, le puso leyes y le dio un destino maravilloso, lo guía hasta llevarlo a su meta feliz. A la luz de Dios conocemos las cosas y los hombres.

Guiado por Dios, el hombre sabe valorar las personas y valorar con criterio sano los acontecimientos y las cosas. Vive en la verdad de las cosas y de la vida.

La tendencia actual del agnosticismo lleva a los hombres negar la verdad como valor sólido e inmutable. No aceptan las verdades objetivas, que se nos imponen desde fuera, según la sana filosofía y la Revelación.

Caen en el relativismo, todo se vale según la conveniencia, todo se define según el interés de los poderosos. Ellos tienen su propia verdad y la imponen. Así se explica que cancelen todos los esfuerzos invertidos en la reforma educativa. La razón del partido es: “porque somos la mayoría”. Puede ser ventajoso para el caudillo y sus cuates, a la larga caemos en el caos, como lo estamos viendo.

Nos encontramos en las sociedades “líquidas”, todo se diluye, en el relativismo.

En esta filosofía se pierde la frontera entre el bien y el mal, todo lo que le conviene al jefe es bueno, aunque sea malo para millones de personas.

Hay quien cree que todo lo que hace hombre es bueno. Se acabaron los criminales, la vergüenza y la dignidad.

Dios, en su Revelación, establece la verdad: en el mundo hay gente mala, criminales, opresores despiadados. Como hay personas justas.

En nuestra sociedad de conveniencia y de falso respeto humano, sobre todo a los grandes nadie se atreve a señalarles su error, a decirle que no prometa lo que no puede cumplir, que razone sus afirmaciones. Quien se atreva hacerlo es reo de muerte, perseguido, desaparecido y encontrado en una fosa clandestina.

El salmo señala la presencia de los malos. “Señor, escucha mi oración… gente arrogante y violenta contra mí se han levantado… Dios los tiene sin cuidado”.

Los poderosos no lo toleran a quien critica y buscan aplastarlo como en libro de la Sabiduría. Imponen su manera de actuar y no se les puede decir nada. “Tendamos una trampa al justo porque nos echa en cara nuestras faltas a la ley, nos reprende las faltas”.

Cristo se atrevió frontalmente a denunciar una sociedad en descomposición. Fue honesto, sincero y valiente para decirles a las autoridades corruptas sus crímenes. Él sabía la capacidad de odio y venganza de los corruptos. Anuncia que lo van a secuestrar y a matar cruelmente pero resucitará, Endurece su rostro y entrega su vida.

Su muerte, como después la muerte de los mártires, nos trae la redención. ¿Es necesario que haya muertos para vencer a los corruptos de la historia?

Es como ahora, el justo que denuncia, que no recibe moches, es perseguido, desaparecido, pagan su osadía con su vida como Cristo.

Es necesario que la sangre hermana riegue los campos y las calles para liberar la historia de la perversidad y acabar con el martirio de los pobres.

El que quiera acabar c0n la corrupción y aliviar a los pobres, no debe sentirse el primero sino el último de todos y estará dispuesto a entregar su vida. Entiéndalo, prepotentes.

Vive plenamente. La gran transformación de México se logra siguiendo los pasos de Jesús hasta el martirio.

Cristo está con nosotros. Nos invita a seguirlo escuchando su Palabra, tomando el alimento de su cuerpo y de su sangre.

En familia, Es lo mismo, hay que ser el último de todos.

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