Editoriales

El infierno / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos; actualmente es secretario de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la UMSNH; tiene una amplia trayectoria en la función pública y medios de comunicación
El autor es abogado por la UMSNH y Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos; tiene una amplia trayectoria en la función pública y medios de comunicación

Un comisionado ya despacha en Michoacán y lo que a muchos les importa es que los resultados se hagan palpables, tangibles a partir de ya, las circunstancias actuales así lo exigen o de lo contrario no sé en cual círculo de los trece del infierno terminaremos

Morelia, Michoacán, 18 de enero de 2014.- Las especulaciones en Michoacán con relación a los sucesos que han originado la intervención de la Federación no cesan, digamos que bajo la lente de la hermenéutica las interpretaciones son diversas y eso me recuerda lo que alguna vez dijo aquel distinguido ideólogo del priismo, don Jesús Reyes Heroles, en política lo que parece es.

Un comisionado en los hechos con el carácter de plenipotenciario ya despacha en Michoacán, la entidad convulsa que reporta un desgajamiento del tejido social ante la ola de inseguridad y opresión que han recetado los malosos que provocan hartazgo para luego escurrir el bulto. En todo este proceso caótico el recuento de los daños se hace, la inseguridad se ha nutrido de la impunidad desde hace muchos años, la polifonía de gobierno así como de la oposición suele ser cansada, se suplantan las propuestas por la catarsis, la mezquindad ocupa el sitio de la crítica madura, lo cierto es que nadie se escapa porque la única certeza es que todos los gobiernos de los últimos años han sido rebasados, municipales, estatales y federales.

Nuestra realidad es compleja, los signos de nuestro tiempo se han escrito con muerte, miedo, rabia e impotencia. Se invoca a la justicia, se habla de la ilegalidad para combatirla con ídem, entonces todo parece ser escrito con los argumentos del absurdo.

Grupos de autodefensa tomaron la bandera del hartazgo en una sociedad socavada por la delincuencia, abandonada por los partidos políticos que solo piensan en pedir el voto, lo demás no les importa, la ausencia gubernamental fue evidente y de facto se impuso la ley del más fuerte, la legislación selvática, la negación del derecho.

Con todo ello se dio pauta a la ley del Talión, aquel antiguo ordenamiento jurídico aplicado en el Medio Oriente se volvió una realidad, con ello se transgredió el orden legal imperante –en teoría- para erosionar más el maltrecho tejido social. Los argumentos de los grupos de autodefensa en muchos sentidos están fincados en la razón pero no en la ley, porque perseguir delitos y delincuentes es exclusivo del estado mexicano. Max Weber señaló que el monopolio de la violencia legal lo detenta el estado, de lo contrario viene la barbarie y cae la noche.

Un comisionado ya despacha en Michoacán y lo que a muchos les importa es que los resultados se hagan palpables, tangibles a partir de ya, las circunstancias actuales así lo exigen o de lo contrario no sé en cual círculo de los trece del infierno terminaremos.

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