Editoriales

El Maximato michoacano / Diego Leal

Diego Leal es politólogo por el Tec de Monterrey; Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos; y obtuvo en Madrid España, el Máster en Comunicación Política e Institucional
Diego Leal es politólogo por el Tec de Monterrey; Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos; y obtuvo en Madrid España, el Máster en Comunicación Política e Institucional

Hoy, me parece que la figura de Castillo se está extendiendo a todas las áreas de gobierno y a todas sus decisiones trascendentales; no pongo en duda su buena fe, sin embargo, amplios sectores de la clase política lo ven con recelo y ello se debe a su intervención en los asuntos de gobierno que deberían de concernir a los michoacanos

Madrid, España, 23 de julio de 2014.- El Maximato es un periodo de la historia de México, el cual tuvo como actor principal al entonces ex presidente Plutarco Elías Calles, quien, a falta de una institucionalidad en el país, su posición política y militar, su incapacidad para reelegirse en el cargo y el asesinato de Álvaro Obregón, decidió impulsar a Emilio Portes Gil para la asumir temporalmente la Presidencia de la República para un periodo de 2 años, mismos en que controló el gobierno de Portes Gil por medio de sus secretarios de estado y de tomar las decisiones relativas al gobierno interino, siendo el Presidente un mero títere del general Calles.

Tras 2 años de interinato, se celebraron nuevas elecciones presidenciales, recayendo la Presidencia en el michoacano Pascual Ortiz Rubio. Sin embargo, la sombra de Calles no dejaba de rodear la Presidencia de la República, tanto que se hizo Secretario de Guerra del gobierno de Ortiz y le impuso a sus allegados para otras secretarías. Cuando Calles y Ortiz se confrontaron, Calles decidió quitarle su respaldo político y militar. El gobierno de Ortiz Rubio llegaría a su final 2 años después de su investidura con la renuncia del michoacano “por cuestiones de salud”.

Después de la renuncia de Ortiz Rubio, asumiría Abelardo Rodríguez la Presidencia de manera interina. Contrario al michoacano, Abelardo Rodríguez fue un fiel subordinado de Calles. Con el fin de su presidencia y la llegada de otro michoacano a la Presidencia, Lázaro Cárdenas, se acabó ese periodo donde los gobernantes mexicanos respondían al interés de una persona con un enorme poder político pero ilegítimo.

Ese periodo de la historia de México se parece tanto a la situación actual de Michoacán. Un estado debilitado institucionalmente, en un momento posterior a una lucha interna armada (quien puede negar que el alzamiento de las autodefensas y sus enfrentamientos con el narcotráfico no fue un conflicto armado a pequeña escala), con una economía deprimida y una imposición de un poder superior a los poderes legítimamente constituidos en el Estado.

Hoy en Michoacán vemos que la figura del comisionado Castillo tiene más de “jefe máximo” de los gobiernos locales que de enviado federal para retornar el control en la entidad. Los nombramientos estatales de la Procuraduría y de la Secretaría de Seguridad Pública, así como la renuncia de Fausto Vallejo, por “motivos de salud” al igual que Pascual Ortiz Rubio, la llegada de Salvador Jara, quien en su investidura estuvo flanqueado por el mismo comisionado, así como el papel de publirrelacionista que ejecuta Castillo a nombre del Estado, hacen ver que el papel del comisionado está más allá de ser el “súper policía” nombrado por la federación a raíz de la colusión del gobierno del Estado con el narcotráfico.

Antes de su llegada y en pleno apogeo del martirio que sufrimos los michoacanos, todos los actores políticos pedían una mayor intervención de la federación, algunos incluso solicitaron la desaparición de poderes en el Estado ante el vacío de autoridad que reinaba (nunca mejor dicho) en el estado y que la llegada de Castillo con todas las fuerzas federales, así como la decidida intervención de las autodefensas fueron mermando el poder del narco en la entidad.

Pero hoy, me parece que la figura de Castillo se está extendiendo a todas las áreas de gobierno y a todas sus decisiones trascendentales. Debe ser cauto, guardar las formas. Reconozco el desempeño del comisionado y no pongo en duda su buena fe para devolver la estabilidad a Michoacán, sin embargo, amplios sectores de la clase política lo ven con recelo y ello se debe a su intervención en los asuntos de gobierno que deberían de concernir a los michoacanos.

Espero que el tiempo que le reste en la entidad, vuelva a ocupar un perfil más discreto, ocupándose de reestructurar a los cuerpos de seguridad en la entidad y dejar que los michoacanos sean los que decidan el rumbo que debe tomar el estado, sin injerencia de Castillo, ello con el fin de no ser recordado en Michoacán como se recuerda al ex presidente Calles a nivel nacional.

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