Editoriales

El peor delito en Michoacán / Diego Leal

Diego Leal es politólogo por el Tec de Monterrey; Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos; y continúa su formación en Madrid España, en el Máster en Comunicación Política e Institucional
Diego Leal es politólogo por el Tec de Monterrey; Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos; y continúa su formación en Madrid España, en el Máster en Comunicación Política e Institucional

Mientras los docentes luchan por sus “derechos” los indefensos niños no pueden luchar por los suyos y lamentablemente las continuas marchas y manifestaciones se han hecho el pan de cada día, por lo que la clase política se ha acostumbrado a ellas

Madrid, España, 20 de agosto de 2013.- Varios niños y jóvenes regresaron a la escuela en Michoacán. Sus profesores los esperaban gustosos y ellos estaban impacientes por ver de nuevo a sus compañeros y más de alguno con la ilusión de que este año, por fin iba a poder hacerse novio o novia de esa personita tan especial con que el que comparte salón.

Llegaron temprano, con los zapatos relucientes y el uniforme bien planchado, muchos incluso tuvieron el primer acto a la bandera y siguieron con las clases de español, matemáticas, ciencias y otras tantas.

Por supuesto que estoy hablando de las escuelas privadas, ya que la mayoría de las públicas se encuentran en control de una mafia, que al igual que los cárteles del narcotráfico, vive de extorsiones, solo que ésta consigue recursos públicos, sí, recursos tuyos y míos.

Hoy, una gran mayoría de los docentes adscritos a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación no fue a las aulas, por enésima vez le negaron a los niños su derecho a la instrucción pública, les cortaron sus ilusiones, los volvieron a dejar en sus casas, con el consabido riesgo que implica que muchas de las veces los padres dejan solos a los niños, cuidados por sus hermanos mayores, quienes fungen de padres o tienen que destinar algún recurso extraordinario para pagar a alguien que se encargue de sus hijos, mientras ellos van al trabajo, o simplemente dejan de ir por cuidar a sus hijos en días que se supone deberían de estar en la escuela.

Los niños no son los únicos que sufren las consecuencias de las continuas tomas y manifestaciones. Los comerciantes ven como sus ingresos bajan cada que los “profesores del caos” toman el centro histórico de Morelia y ni que decir de los automovilistas y transportistas que gastan más combustible esos días, aunado al estrés que provoca una manifestación en una ciudad con pocas vías de tránsito.

Pero definitivamente el principal problema no es el presente de estas manifestaciones, es el futuro de los niños que verán mermada su capacidad cognoscitiva para enfrentar un mundo globalizado y sumamente competitivo. Los docentes no les están quitando el presente a los niños, les están quitando su futuro.

Y es que la mayoría de los niños que no tienen clases son aprobados de año por los mismos profesores que no les impartieron esas clases, dejándoles el paquete de su instrucción al docente del siguiente curso escolar, creando un círculo vicioso que termina cuando el niño, una vez adolescente, se enfrenta a un reto académico para el cual no está preparado a pesar de estar avalado por la autoridad educativa.

Muchos de estos niños, ahora adolescentes terminan por desistir de los estudios al ser reprobados en el nivel medio superior o simplemente porque no tuvieron el suficiente aprecio por los libros ante tantas horas de clase perdidas en nombre de la “lucha social”.

Mientras los docentes luchan por sus “derechos” los indefensos niños no pueden luchar por los suyos y lamentablemente las continuas marchas y manifestaciones se han hecho el pan de cada día, por lo que la clase política se ha acostumbrado a ellas y dejan de indignarse por lo que es el peor delito en Michoacán: negarles el futuro a las siguientes generaciones a costa de la mitad del presupuesto público del estado y orillarlos a ser un caldo de cultivo fértil para el problema que hoy sufrimos los michoacanos, el crimen organizado.

Claro que no estoy generalizando, así como hay malos profesores dentro del sindicato, también existen los docentes que dejan el alma en el aula, muchos de los cuales me formaron y me han hecho ser el hombre que soy hoy. A ellos mis respetos y admiración.

Tampoco quiero que se crea que estoy en contra de los movimientos sociales, muchos de ellos han forjado el país; creo que una democracia plena necesita libertad de expresión y de manifestación, pero nunca estaré de acuerdo con que estas se hagan con recursos públicos y sobre todo, a costa de un derecho que no debiera ser supeditado a ningún otro, la educación de los futuros michoacanos.

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