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El timo de la homeopatía (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

El autor de este artículo es el reconocido Doctor Alejandro Vázquez Cárdenas
El autor de este artículo es el reconocido Doctor Alejandro Vázquez Cárdenas

La homeopatía tiene escasamente un par de siglos, no es algo “milenario” ni “ancestral” como algunos lo creen. Aparece como producto de la imaginación de un tal Samuel Hahnemann, médico alemán que nació en 1755.

Morelia, Michoacán, 23 de octubre de 2018.- La homeopatía tiene escasamente un par de siglos, no es algo “milenario” ni “ancestral” como algunos lo creen. Aparece como producto de la imaginación de un tal Samuel Hahnemann, médico alemán que nació en 1755; para ubicarnos en el tiempo recordemos que es la época del Rey Luis XVII de Francia.

Hahnemann había estudiado algo de química, en una época en que la medicina apenas podía llamarse “medicina”. En alguna de sus lecturas se enteró la quinina curaba la malaria. Un buen día se le ocurrió tomar una dosis de quinina y le subió la temperatura. Usando solo su imaginación elucubró que si la quinina le producía fiebre y la fiebre es un síntoma de malaria esta substancia curaría la malaria. No necesitó experimentar, ni nada de nada, solo se le ocurrió y basta.

¿Qué cómo llegó a tal conclusión? Nadie lo sabe, pero hay un gran trecho entre enfermarse con algo y pensar que el mismo ingrediente puede curar la misma enfermedad. ¿Siguió una cadena lógica para obtener su deducción? No. ¿Comprobó Samuel su hipótesis? Tampoco. ¿Ha podido alguien probarla desde entonces? No.

A partir de esa “revelación”, como el mismo menciona escribió los principios básicos de la homeopatía en su tratado Organnon der rationellen heilkunde (El arte racional de curar). La homeopatía se basa en la imaginaria Ley de la Similitud, una sustancia sirve para curar una enfermedad si causa los mismos síntomas que la enfermedad, y la Ley de los Infinitesimales, según la cual, cuanto más pequeña es la dosis de la sustancia administrada, mayores son los efectos en el paciente. Eso dijo, y con eso fue suficiente para pasar a la Historia como uno de los más exitosos charlatanes del mundo

Para darnos una idea de los que son las diluciones usadas en homeopatía recordemos que la preparación de un producto homeopático empieza con 1 gota del supuesto principio activo que se disuelve en 99 gotas de agua, alcohol o lactosa (1CH). Luego, se toma 1 gota de esa primera dilución y se mezcla con otras 99 del disolvente elegido (2CH); seguidamente, se toma 1 gota de esa segunda dilución y se mezcla con otras 99 del disolvente (3CH); y así, sucesivamente. Los homeópatas prescriben medicamentos de hasta 5.000CH, muy por encima de los 12CH en los que, según las leyes de la química, ya no hay ni una molécula de la sustancia original en el preparado. Entonces, ¿cómo se supone que funcionaria un producto homeopático? Según sus devotos practicantes, en la memoria del agua, un misterioso e indemostrable fenómeno que confiere al líquido propiedades mágicas.

Desde finales de siglo XIX, pero sobre todo desde el siglo XX la medicina ha descubierto e incorporado multitud de nuevos métodos de diagnóstico y tratamiento; pero la homeopatía sigue como en el siglo XIX, no ha avanzado ni demostrado nada en siglos El estudio publicado en The Lancet “The end of homoeopathy” https://doi.org/10.1016/S0140-6736(05)67149-8 constata, después de comparar 110 ensayos clínicos de preparados homeopáticos con otros 110 de medicamentos convencionales, que los primeros curan sólo por el efecto placebo, la fe del paciente en el producto y en quien se lo ha prescrito.

Aclarado detalles, es probable que usted, amable lector, conozca algunas personas que afirmen, sinceramente, que la homeopatía los ha curado de tal o cual padecimiento; pero tranquilo, también recuerde que existen también una gran cantidad de testimonios personales, igual de confiables, que afirman que determinada virgen o santo realiza curas “milagrosas”, siempre y cuando se les rece con gran devoción o se baile frente a su imagen, o también, algo muy frecuente ahora, que los cristales de cuarzo o algunos imanes colocados en determinadas partes del cuerpo sirven para curar algo.

Hace pocos años se realizó, a escala internacional, un “suicidio homeopático” promovido por una veintena de científicos belgas; decenas de personas ingirieron en grupo una dosis infinitesimal y, por tanto, muy potente, según los principios homeopáticos, de un cóctel de substancias reconocidamente toxicas. ¿El resultado? Nadie murió, no pasó nada, absolutamente nada.

Finalmente, muchos coinciden en que gran parte del éxito de la homeopatía radica en que sus practicantes dedican tiempo e interés a cada enfermo. Esas personas solo necesitan quien las escuche, más que medicamentos. Y eso se los da el homeópata. Pero si la persona tiene en realidad una enfermedad grave el dialogo con el homeópata solo le hará perder tiempo, mientras su enfermedad seguirá avanzando.

Cuestión de usar el sentido común.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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