Editoriales

En defensa del aumento del salario mínimo / Teresa Da Cunha Lopes

Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS
Teresa Da Cunha es doctora en Derecho; con diversos posgrados en universidades de México, España y Francia; profesora investigadora de la UMSNH; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; y coordinadora del Área de Ciencias Sociales en el CIJUS

No tengamos miedo de colocar la cuestión de la urgencia de subir el salario mínimo. No sólo la debemos colocar, sino que debemos considerar que ninguna reforma, de este vertiginoso último año, será creíble o aportará resultados sin el aumento del salario mínimo

Morelia, Michoacán, 22 de agosto de 2014.- Seamos sinceros, el nivel actual del salario mínimo no es “muy bajo”, es un nivel miserable, infra-humano, según cualquier criterio razonable interno o comparativo externo.

Durante décadas, las subidas del salario mínimo han sido ejercicios de simulación política, que han colocado a los mexicanos que trabajan en la certidumbre de que su sudor, esfuerzo, lágrimas, y tantas veces sangre, los mantendrá eternamente pobres.

Con ingresos que han ido muy por detrás de la inflación, en términos reales, el salario mínimo es, hoy por hoy, considerablemente más bajo de lo que era en la década de los sesenta del siglo XX. Por otro lado, la productividad del trabajador se ha multiplicado.

Ahora bien, no sólo esta deriva del poder adquisitivo de los mexicanos es insustentable como también existen fuertes razones teórico-económicas y experimentos reales comparativos, para pensar que la clase de aumento del salario mínimo que el Gobierno del Distrito Federal propone tendría efectos extremadamente positivos.

Primero sobre el individuo (el trabajador y su familia), segundo sobre la recuperación económica de la ciudad y tercero, sobre el resto del país, por el peso específico del D.F. y lo que representa en términos de porcentaje de la actividad económica de México, funciona como una variable que obliga a las otras entidades federativas a seguir su modelo.

No tengamos miedo de colocar en el centro del debate público la cuestión de la urgencia de subir el salario mínimo. No sólo la debemos colocar, sino que debemos considerar que ninguna reforma, de este vertiginoso último año, será creíble o aportará resultados sin el aumento del salario mínimo.

Alegar que aunque el salario mínimo actual parezca bajo, incrementarlo automáticamente nos conduciría a la pérdida de puestos de trabajo y a un proceso de inflación imparable, no sólo es falso como tiene un fundamento doctrinal mercantilista virreinal (me refiero al principio de la “miseria de los salarios ) que funcionaba (mal) en el siglo XVII, pero que es fatal y hasta contraproducente para el propio sistema capitalista en el siglo XXI, sistema que necesita de una expansión del consumo, y por ende del mercado interno, que sólo puede ser alcanzada por el alargamiento del universo de demanda efectiva.

Existen pruebas de lo que afirmamos y que permiten rechazar el argumento de la pérdida de puestos de trabajo, porque el salario mínimo es una de las cuestiones más estudiadas en toda la economía, pruebas que indican que las subidas del salario mínimo tienen poco efecto sobre el empleo, si es que tienen alguno.

defensa-aumento-salario-minimo_1_2131117Además de los argumentos éticos, sociales, políticos y desarrollistas, un otro punto fundamental que debemos tener en cuenta (y entender) es la manera como interactúa el sueldo mínimo con otras políticas públicas encaminadas a ayudar a los trabajadores peor pagados, en concreto, las deducciones por rendimiento del trabajo. Resulta, tal como lo ha analizado y propuesto Krugman y otros economistas, que la deducción fiscal y el salario mínimo no son políticas rivales, sino que son políticas complementarias que funcionan mejor cuando implementadas en paralelo. Este último, el aumento del salario mínimo, tendría, inclusive comportamiento de corrección de algunas distorsiones introducidas por la política de deducciones fiscales.

El principal efecto, el único efecto diríamos, de un aumento de los salarios mínimos es, entonces, un aumento de los ingresos de los mexicanos, gente que trabaja mucho, demasiado mismo, pero que cobra poco, lo cual sólo tiene como consecuencia mantenerlos en un permanente estado de pobreza.

Finalmente, deberíamos considerar los aspectos éticos, sociales y políticos positivos de un aumento del salario mínimo.

Las secuelas de la crisis mundial iniciada en el 2008 y de la cual a duras penas estamos saliendo, están ahí, magnificadas por los costos humanos, laborales y sociales, fruto de una mala, de una pésima administración de las expectativas que ha creado desconfianza e incertidumbre, no sólo sobre las políticas públicas, sino también sobre la capacidad de mantener el tejido social unido.

Ahora bien, los trabajadores no son “bienes materiales”; son seres humanos, y las relaciones humanas que intervienen en la contratación y en los despidos son inevitablemente más complejas que los mercados de materias primas. Así, las experiencias anteriores de aumento del salario mínimo en otros países y regiones, muestran diversas consecuencias de esta complejidad humana.

De la primera consecuencia, ya hablamos: los aumentos moderados de los sueldos para los peor pagados no necesariamente reducen el número de puestos de trabajo. Pero, también hay que halar de la recuperación del tejido social y de la pacificación social, además del rescate de la confianza en el sistema político.

Y, por Dios, como estamos necesitados de la recuperación del tejido social, de la pacificación social y del rescate de la confianza ciudadana en el sistema político.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba