Editoriales

Entre escándalos / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

Tal parece que no habrá un solo día en que estemos, como país, libres del escándalo, la corrupción e impunidad se perfilan como el binomio omnipresente en nuestro tiempo, a veces sin un resquicio de esperanza para cambiar de raíz la situación agravada por una casta de políticos graduados de tramposos  con mención honorífica

Morelia, Michoacán, 01 de mayo de 2017.- Tal parece que no habrá un solo día en que estemos, como país, libres del escándalo, la corrupción e impunidad se perfilan como el binomio omnipresente en nuestro tiempo, a veces sin un resquicio de esperanza para cambiar de raíz la situación agravada por una casta de políticos graduados de tramposos  con mención honorífica.

Los políticos corruptos se han multiplicado como los peces, los tenemos de diferente orientación, siglas y trayectorias, no digo de ideologías porque al parecer no la han conocido como tampoco a la ética. Bribones y chapuceros. No se puede dimensionar lo que los últimos capítulos, como el de Javier Duarte, puedan impactar las elecciones del próximo año pero lo que sí es perceptible es un alto grado de un desencanto indiscutible porque ni la alternancia ni las candidaturas independientes son la panacea.

Duarte, Padrés, Cué, Yarrington y otros muchos son sinónimo del oprobio que adquiere tonos escandalosos de cómo desde el poder algunos políticos se transforman en depredadores del erario público, sus cacicazgos anulan premisas básicas en las sociedades democráticas como la transparencia y la rendición de cuentas, obviamente en nuestro país eso ha sido utopía.

A medida que se acerquen los comicios del año próximo y los previos del Estado de México saldrá más estiércol, la lucha es de todos contra todos y para ello se utilizará un arsenal de infundios, calumnias así como las malas artes en la que algunos están especializados, todo por el poder con los privilegios que éste representa.

La democracia a la mexicana está enferma, desnutrida, atrofiada, ajada por una partidocracia que desde hace un buen rato secuestró la participación social para arraigar las más degeneradas prácticas, la alternancia ha demostrado que no va más allá de cambios cosméticos, modificar el directorio de los administradores porque los lastres siguen siendo los mismos.

Tenemos una izquierda fragmentada, cercada por caudillos que cada vez son menos, el sectarismo parece ser su santo y seña porque se mueve en un archipiélago, cada grupo se presenta como el poseedor de la verdad, la cual se nutre de dogmas.

La derecha se ha desdibujado por el pragmatismo inspirado y motivado por la agenda electoral, hace alianzas con algunos sectores de la izquierda porque lo único importante es ganar comicios porque ya en el poder no ha marcado diferencia.

El Partido Revolucionario Institucional hace décadas que navega sin ideología, los nostálgicos hablan de un nacionalismo revolucionario con olor a pasado que nunca se entendió lo que representaba, su origen es autoritario, siempre escamoteó las prácticas democráticas y mantiene su praxis como una ley no escrita.

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