Editoriales

Es el mercado interno / Hugo Gama

Hugo Gama es Maestro en Derecho por la Universidad La Salle México, así como abogado especialista en propiedad industrial
Hugo Gama es Maestro en Derecho por la Universidad La Salle México, así como abogado especialista en propiedad industrial

Impera la necesidad de generar equilibrios desde lo local, apostar o meter todas las canicas al discurso de la “atracción de inversión” es un error, las políticas públicas de las entidades federativas y de los propios municipios deben de diseñarse para la sana concurrencia entre los tres sectores

Morelia, Michoacán, 07 de agosto de 2015.- De acuerdo al artículo 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el modelo económico en nuestro país debe ser mixto, en el que convivan los sectores público, privado y social; de igual manera, en el artículo segundo de la Carta Magna, se reconoce y garantiza el derecho de los pueblos originarios para decidir sus formas de convivencia y organización económica.

Constitucionalmente, no hay duda del modelo económico que debe prevalecer en el país, sin embargo, en la praxis, el mandato constitucional se queda renco, pues los desequilibrios son visibles y tangibles, los cuales tienen su origen en las prioridades, las ideas, conceptos ideológicos e intereses del gobernante en turno.

Los últimos 30 años, el modelo mixto ha sufrido afectaciones considerables, empezando por la las reformas que hicieron permisible la enajenación de las superficies ejidales, auspiciadas por el abandono del campo, lo que provocó necesidad de venta; asimismo, el cooperativismo que se encuentra reconocido en la Constitución, no es precisamente el modelo ideal de organización desde el punto de vista de los funcionarios del periodo en cita.

La idea de entrar a la globalización robó la atención de los funcionarios, pues el modelo internacional procura e impulsa el libre comercio, las exportaciones y las importaciones, llevando a los países a enfocar sus energías en esa lógica, lo cual únicamente beneficia a los sectores con grandes capacidades económicas, pues la competencia, la exportación y la importación no son temas que cualquier empresa pueda sortear por sí misma.

La idea señalada en el párrafo anterior se convirtió en la única línea a seguir, eso es lo verdaderamente cuestionable, el sector social, las micros, pequeñas y medianas empresas que generan el 95% de los empleos en el país, se encuentran abandonadas, pero el tema se agravó en el momento en el que socialmente empezamos a adoptar a las grandes empresas y abandonar a las grandes generadoras de empleo.

Michoacán no está alejado de dicha situación, los últimos 20 años, el discursos principal ha sido la “atracción de inversión, los centros comerciales, el tren, el puerto y la logística”, pero poco se habla de la empresa local y del mercado interno; el sector artesanal es visto como grupo vulnerable y utensilio para vestir las oficinas públicas, no es visto como un elemento económico; existe desdén por el comercio de corta distancia; también hemos sido testigos de las preferencias por contratar empresas de otras entidades federativas para obra pública o para la adquisición de vehículos oficiales.

En otras columnas he sostenido que el discurso de la libre competencia genera monopolios, como el caso de las centros de autoservicio, los cuales están extinguiendo la empresa familiar y el sector social, lo que está provocando la aparición de un monopolio de enajenación de bienes de consumo, es decir, el equilibro y la concurrencia constitucional entre los sectores público, privado y social ya no existe, el segundo se come al tercero, y el propio Estado está extinguiendo el primero.

Impera la necesidad de generar equilibrios desde lo local, apostar o meter todas las canicas al discurso de la “atracción de inversión” es un error, las políticas públicas de las entidades federativas y de los propios municipios deben de diseñarse para la sana concurrencia entre los tres sectores, sin embargo, la apuesta inmediata debe ser el mercado interno, apoyar y detonar el consumo de los productos locales, como medida para rescatar y potencializar al campo, las empresas originales de la entidad y sus empleos, situación que debe empezar con el ejemplo de los poderes del estado y las administraciones municipales.

El puerto de Lázaro Cárdenas, así como los actuales parques industriales que se distribuyen en diversos puntos de la entidad deben ser atendidos con puntualidad y de manera profesional, para que en el mediano plazo puedan ser factores importantes de desarrollo; los parques agroindustriales son impostergables; la obra pública es fundamental para la generación de empleo; la minería debe ser retomada con seriedad, sin intereses mezquinos e incluso políticos; pero insisto, lo inmediato es el mercado interno, ahí debe centrarse buena parte del esfuerzo para los próximos dos años.

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