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Eutanasia, morir con dignidad (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)

El término eutanasia deriva de los vocablos griegos "eu" cuyo significado es bueno y de "thanatos" que significa muerte, por consiguiente su significado etimológico es "buena muerte", y por cierto eso es en lo único en que están de acuerdo todos los que analizan y discuten el tema

Morelia, Michoacán, 03 de diciembre de 2019.- Tema tan viejo como la humanidad, la muerte voluntaria, tanto la ejecutada por el propio sujeto o ayudada por terceros, y que se ha tratado de regular mediante normas que reflejan las concepciones y normas imperantes en cada época.

El término eutanasia deriva de los vocablos griegos «eu» cuyo significado es bueno y de «thanatos» que significa muerte, por consiguiente su significado etimológico es «buena muerte», y por cierto eso es en lo único en que están de acuerdo todos los que analizan y discuten el tema. El asunto es conflictivo como pocos, y como siempre que hay una discusión el problema no es el sostener opiniones antagónicas, sino que el opinante sepa de que está hablando.

Todas las personas que opinan son respetables, pero no todas las opiniones son respetables. Ejemplo sencillo; si pedimos datos sobre la teoría de la probabilidad (rama de las matemáticas que estudia los fenómenos aleatorios) a un viene-viene su opinión no puede ser tomada con seriedad. Si a un ebanista le pedimos su opinión sobre la conveniencia de incrementar la proporción de oxigeno liquido en el combustible de un cohete tipo Saturno V pues tampoco podemos tomar en serio su respuesta.

Ahora algo básico, tan básico que a muchos se les olvida, México es un Estado laico , aquí una Iglesia, la que sea, católica, presbiteriana, anglicana, testigos de Jehová etc. no tiene injerencia en aspectos legales.

Es obvio que temas tan delicados como este jamás se deben legislar «al vapor» ni obedeciendo a situaciones meramente electoreras. Deben integrarse diversos grupos de trabajo con Médicos, Abogados y Psicólogos. Pueden agregarse sociólogos, historiadores y algún otro representante de las áreas de Humanidades. Y, a riego de desatar las furias de los fundamentalistas tampoco veo la conveniencia de meter en esta discusión a un sacerdote y menos del rito católico, ¿por qué?, muy sencillo, ellos deben obedecer y acatar una serie de dogmas que no admiten discusión, para ellos esos dogmas son verdades absolutas. Su posición es previsible e irreductible , por lo tanto la posibilidad de acuerdos con ellos es nula.

Ahora bien, entendamos que no se trata de legislar un suicidio asistido, y que de ninguna manera se dejaría la decisión a la pura voluntad del paciente, pues es más que sabido que en una depresión mayor el impulso suicida del paciente es grande.

Se trata de legislar para casos de pacientes terminales, con daños irreversibles, con dolores intratables mediante el arsenal terapéutico habitual. Pacientes que, con plena conciencia de su situación, debidamente informados y enterados de sus nulas alternativas para un tratamiento útil, decidan que la vida que les queda, habitualmente semanas, ya no tiene ni va a tener una calidad aceptable para ellos. Pacientes que prefieren abandonar este mundo conservando un mínimo de dignidad y no con bolsas de colostomía, sondas en nariz, vejiga etc. con úlceras de decúbito que exhiben huesos necrosados, observando la angustia de sus familiares que miran como su paciente se consume día a día. Valorar si tiene alguna utilidad el sacrificio del paciente, la agresión emocional a los familiares, el uso de complejos, costosos y escasos recursos en un paciente que fatalmente morirá, prevenir el encarnizamiento terapéutico de algunos profesionales de la medicina pues en el caso de la medicina privada, un paciente de estas características invariablemente mandará a la ruina a casi cualquier economía familiar.

Un paciente con un cáncer en etapa terminal, con siembras en pulmones, hígado, huesos, consumido, esquelético, sin control de esfínteres, sufriendo continuamente por las dolorosas metástasis y que para colmo está plenamente consciente de su situación, debe, a mi juicio, poder escoger, por elemental humanidad, la posibilidad de acortar y terminar su agonía en el momento que el lo desee. Sostener lo contrario, exigir que se prolongue el sufrimiento por semanas, sin esperanza alguna, muestra una crueldad y un desprecio absoluto por la dignidad del paciente. Solamente una mentalidad tipo Torquemada, que aceptaba las peores torturas con tal de que se salvara el alma del desdichado es capaz de pensar así.

El tema es apasionante y debe abordarse con detenimiento, seriedad y sobre todo, conocimiento de lo que se discute. Para oír tonterías ya hay bastantes espacios.

Alejandro Vázquez Cárdenas

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