Editoriales

Izquierdas / Teodoro Barajas Rodríguez

El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas
El autor es Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, así como candidato a Doctor en Ciencias Políticas

No cabe duda que si la izquierda quisiera ganar el poder el próximo año lo haría sin mayores aspavientos, aunque lo cierto es que no existe la voluntad para ello porque las animadversiones son recíprocas y los factores coyunturales son más tendientes al caudillismo que al trazado de un programa entre los partidos

Morelia, Michoacán, 03 de septiembre de 2017.- No cabe duda que si la izquierda quisiera ganar el poder el próximo año lo haría sin mayores aspavientos, aunque lo cierto es que no existe la voluntad para ello porque las animadversiones son recíprocas y los factores coyunturales son más tendientes al caudillismo que al trazado de un programa entre los partidos que, al menos en teoría, giran en ese lado de la geometría política cada vez más desdibujada porque las ideologías parecen colapsadas ante el pragmatismo.

Es más factible un frente entre organizaciones disímbolas ideológicamente como lo son el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática que una natural entre PRD –Morena; es el tono de las intenciones con sus respectivos discursos.

La fragmentación de las izquierdas no implica novedad alguna, más bien confirma una especie de tradición que se fincaba antiguamente en dogmas e ismos, en la actualidad simplemente son factores descarnados no matizados por el poder.

Andrés Manuel López Obrador se mantiene en la punta de las encuestas, incluso en algunas de ellas supera a un hipotético frente opositor contra él, la diáspora de perredistas en torno al dirigente morenista es cada vez más obvia. El anterior domingo 27 de septiembre en Morelia un grupo de significativos militantes del Sol Azteca anunciaron su adhesión con López Obrador: el ex gobernador Leonel Godoy Rangel, el senador Raúl Morón y la ex diputada Cristina Portillo. No renunciaron al perredismo.

Lo cierto es que el PRD en Michoacán lo dirige Carlos Torres Piña, integrante de la corriente ADN, entidad que gobierna Silvano Aureoles, cuadro de Foro Nuevo Sol, el perredismo pierde peso ante la emergencia de Morena que ha recibido cuadros que antes figuraron en el Sol Azteca como Graciela Andrade o Cristóbal Arias –ex candidato a gobernador del PRD-.

Si el PRD con su cauda de corrientes o grupúsculos se aliaran a López Obrador con miras al 2018 nadie los frenaría, pero una concertación de ese tamaño parece no estar en el adn de la izquierda mexicana proclive a los afanes cainescos que sólo fragmentan.

La derecha representada por el Partido Acción Nacional libra sus propias dificultades en medio del escándalo de su dirigente Ricardo Anaya y la fortuna de sus familiares que hace aflorar la novatez del jefe panista.

El Partido Revolucionario Institucional salió ileso de su Asamblea Nacional para ampliar su propia baraja de cara a unos comicios que se anticipan de alto grado de dificultad y en los que puede empoderarse como nunca la diatriba, calumnia y una guerra sucia de pestilente tufo.

La izquierda es necesaria porque se requieren los equilibrios para afianzar la gobernabilidad, presentar un auténtico proyecto de nación que no se confunda con ocurrencias y vacíos, con dislates y simple voluntarismo.

Falta un trecho para comenzar los trabajos preparatorios para la elección del próximo año, la izquierda no solo se ubica en el PRD y Morena, tiene otros alcances que pueden ser definitivos aunque para ello se requiere de voluntad política que puede sufrir un socavón en la tradicional mezquindad.

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