Editoriales

La cuartotransformación de la historia

El autor, Jorge Luis Hernández Altamirano, es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México
El autor, Jorge Luis Hernández Altamirano, es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México

El problema radica en que la simplificación y la ubicación de un punto de quiebre en el que “todo se jodió”, en este caso 1982, lleva a la falsa conclusión de que en perdimos treinta y seis años, y que nada pasó en este periodo hasta que AMLO y Morena rescataron al país de sus opresores

Morelia, Michoacán, 05 de diciembre de 2018.- Andrés Manuel habló y con sus palabras disipó dudas. El cambio que muchos dijeron que había tenido resultó sólo una estrategia de campaña, recordó que es el mismo de toda la vida.

El Andrés Manuel del sábado le habló a su base, a los que le han acompañado desde el desafuero, a los que creen que en reuniones secretas de la mafia del poder se decidió desaforarlo, a los que aseguran que un algoritmo se metió en la computadora del IFE y consiguió voltear los resultados de la elección de 2006, a los que dicen que el triunfo de  Peña Nieto no puede explicarse sin el voto corporativo sostenido por vacas, puercos y pollitos.

No estoy seguro de que la firmeza en los diagnósticos sea o no una cualidad de los gobernantes, pero es cierto que López Obrador no se ha movido un ápice de narrativa: “hubo un país próspero que preocupaba por la gente, que, después de una crisis económica, cayó en manos de los neoliberales, un grupo mafioso que se empeñó en implantar medidas que beneficiaban a unos cuantos en detrimento del pueblo, lo que lo llevó a las épocas más obscuras.” Su victoria es el regreso al camino porque implica la derrota de los malos, es el fin de una epopeya en la que el pueblo ha sufrido, es la inscripción del “y vivieron felices para siempre”.

Es normal que en política los relatos se construyan con esa simpleza, de hecho, esa es una de las funciones de la historia oficial de los países: construir un relato positivista en el que el tiempo actual retoma todas las enseñanzas del pasado para conducir a la felicidad perpetua. La facilidad de las explicaciones favorece que todas las comprendan y se identifiquen.

El problema radica en que la simplificación y la ubicación de un punto de quiebre en el que “todo se jodió”, en este caso 1982, lleva a la falsa conclusión de que en perdimos treinta y seis años, y que nada pasó en este periodo hasta que AMLO y Morena rescataron al país de sus opresores.

Por eso encuentro, al menos, cuatro grandes problemas en la narrativa de la Cuarta Transformación:

  1. Simplificación del éxito económico del modelo de desarrollo estabilizador: pues éste no se entiende sin las condiciones económicas (salida de la posguerra, contexto mundial, modelo de sustitución de importaciones), políticas (consolidación de un sistema de partido hegemónico) y sociales (incorporación de las mujeres a la economía remunerada, migración campo -ciudad).
  2. Ignorar el agotamiento del modelo en los sexenios que van de 1970 a 1982: pues el desarrollo neoliberal sería imposible de explicar sin las administraciones de Echeverría y López Portillo, ambos preocupados por el desarrollo social y fervientes creyentes del papel del estado, pero fallidos a la hora de sostener la viabilidad macroeconómica del país.
  3. Destruir la narrativa de la construcción de la democracia: México no era una democracia en 1982, ni estaba cerca de lo que es ahora. Es decir, no había controles políticos horizontales o verticales al poder presidencial, la presencia de la oposición en las Cámaras era marginal y, sobre todo, no había certeza de que los votos contaran, ni posibilidades reales de triunfo para todos los jugadores.  Los organismos electorales, los tribunales en la materia, organismos constitucionales autónomo y hasta la propia Suprema Corte, en su configuración actual son resultado de éstos últimos treinta años y de una incesante batalla por la democracia.
  4. Esta versión de la historia de México se parece mucho a la historia de los libros de texto gratuito emitidos por los gobiernos del PRI: el presidente de la República es heredero de los valores e ideales de los grandes forjadores de la Patria, en él recae la legitimidad de todas las luchas históricas y su investidura, no como servidor público, sino como voz e intérprete de la Nación le da la fortaleza para llevar al país al futuro anhelado. Aún más, la disputa neoliberalismo-nacionalismo revolucionario en realidad ya tuvo un round que se llevó a cabo al interior del PRI, los nacionalistas (llamada Corriente Democrática) perdieron y terminaron saliendo y formando el PRD y, ahora, Morena.

Afortunadamente este país no es el mismo, será interesante ver qué explicaciones tendrá esta narrativa cuando se choque con las nuevas realidades, ¿la descalificación, la asimilación, el desconocimiento, la confrontación? Ya veremos.

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