La culpa la tienen las mujeres / Teresa Da Cunha Lopes
Con el derecho al voto en manos no existía razón para no haber ya cambiado, desde hace décadas, los equilibrios políticos, los comportamientos políticos y las prioridades de las políticas públicas. Pero no lo hemos hecho.
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Morelia, Michoacán, 25 de abril de 2015.- Si el sistema se mantiene, la culpa es de las mujeres. Lo tengo muy claro. Al final somos el 50% del electorado.
Con el derecho al voto en manos no existía razón para no haber ya cambiado, desde hace décadas, los equilibrios políticos, los comportamientos políticos y las prioridades de las políticas públicas.
Pero no, NO lo hemos hecho.
Votamos, una y otra vez, a los candidatos y a los partidos que defienden que debemos quedar en casa, votamos en gente cuya idea de “pasar un buen rato” es denigrar en público a otras mujeres, nos vale madre que sean golpeadores; aceptamos entrar a las listas como “juanitas”, ratificamos políticas económicas dictadas por la “troika” que destruyen el futuro de nuestros hijos y, después de 20, 30 años de militancia activa y sufrida, callamos al ser remplazadas en la boleta por las amantes del jefe .
Me parece que a la hora de votar, somos atacadas por una extraña forma de “síndrome de Estocolmo”. No encuentro otra explicación plausible o lógica.
La verdad, no sé para qué sirven tanto estudio, licenciaturas y doctorados, ni tantas lágrimas, dolor y sudor. Al final, validamos, como colectivo, el impresentable “status quo”.
Hasta, algunas de nuestras “hermanas” se transforman en los más viles trolls, herramienta de destrucción masiva de la imagen y del honor en Internet de otras mujeres. Y, como ovejas en el rebaño de las idiotas le ponemos “like”.
Después de seis décadas de ejercicio del voto para validar los argumentos del machismo, del sexismo, de la violencia de género, de la discriminación, del acoso, el único “derecho” reivindicado con suceso mediático y real es torturarse diariamente para tener la apariencia de una rescatada de campo de concentración caminando como una zombi sobre tacón 12.
Nos secuestran en Nigeria y nos matan en Kenia; nos “venden” como niñas-esposas en las comunidades tradicionales; nos lanzan ácido a las caras; legislan los municipios para nos transformar en criminales porque vestimos como nos da la gana; nos pagan menos que al hombre para un trabajo igual; nos dejan morir como animales en matadero cuando el sistema nos arrincona al aborto; nos llaman “putas” cuando mostramos independencia y “viejas pendejas” cuando somos mejores en alguna función. Nos cesan en el trabajo cuando estamos embarazadas. Continuamos a votar a puestos de representación popular a individuos que afirman que en la violación “la culpa la tienen las mujeres”. Aceptamos que no exista una legislación que proteja la conciliación de la vida familiar con la vida laboral.
¿Pero, hemos aprendido de nuestros errores? NO.
Continuamos a legitimar el sistema con nuestro voto de sumisas en las urnas y con la educación que damos a nuestros hijos que perpetúan, en un ciclo vicioso, la tradición de la barbarie. Y, como único gesto de rebeldía, las que pueden se compran una falda en “Dolce&Gabbana” y las que no, unos zapatos en el catálogo de “Andrea”.
¿Es altura de cambiar, no lo creen?
En el asalto al poder, al verdadero poder que nos permita construir una sociedad con equidad de género y con estructuras sociales justas, creativa y pujante de vida, un futuro de desarrollo compartido para nuestros hijos y nuestras hijas, debemos denunciar la traición de nuestras “hermanas” en las urnas, y el abandono en que nos han dejado aquellas que han asumido cargos de poder en que perpetúan el cinismo y la corrupción degenerativa del sistema.
Porque en la insurrección, en la indignación y en la revuelta, como diría Marx, la única cosa que nos puede pasar es: “romper los grilletes de la esclavitud”.